Sobre una ligera elevación, en el valle del río Odra, se emplaza la milenaria villa de Sasamón.
Hace unos 2.200 años, Segisamo, que significa “la más fuerte”, se convirtió en la capital de los
turmogos, pueblo que ocupaba el sector centro-meridional de la provincia de Burgos.
La ciudad romana de Segisamo se convirtió durante el Alto Imperio en uno de los enclaves más importantes y con mayor valor estratégico de todo el norte de Hispania. Aunque apenas se han realizado excavaciones sistemáticas, los abundantes restos aparecidos confirman la existencia de una población muy bien comunicada y notablemente más extensa que la actual Sasamón.
El emperador Augusto instaló en el lugar un campamento desde el que dirigió personalmente la guerra contra los cántabros.
Después de un intenso pasado celtibérico, los romanos se asentaron en Segisamo a mediados del siglo II a.C. Su presencia duró casi 600 años y finalizó, diluyendose poco a poco en la imparable desintegración del Imperio Romano, a lo largo del siglo V d.C.
Los numerosos e importantes hallazgos de época romana encontrados en la zona confirman el peso que la ciudad de Segisamo adquirió durante el Alto Imperio. La mayoría de los restos que todavía salpican el paisaje de Sasamón se corresponden con las vías de comunicación que nacían o atravesaban la ciudad.
Se han conservado en buen estado dos puentes que cruzaban el río Brullés. El más interesante es el de San Miguel, que cuenta con tres vanos separados por tajamares y una lápida incrustada. Su construcción está relacionada con la vía de carácter militar, utilizada en las guerras cántabras, que desde Sasamón se dirigía a Amaya. El de Trisla tiene cuatro arcos apuntados, restos de la calzada empedrada y se vincula con la vía entre Segisamo y Pisoraca, la actual Herrera de Pisuerga. Los dos puentes tienen un claro origen romano pero han sufrido algunas transformaciones a lo largo de los siglos. También puede tener algún componente romano el puente de Puentenueva, por el que pasaría la importante Vía Aquitana.
El período de mayor esplendor de Segisamo coincidió con la instalación, en el año 26 a.C., del cuartel general desde el que Augusto dirigió personalmente las operaciones del “Bellum Cantabricum”. La intensa actividad militar —en algunos momentos fueron más de 10.000 los legionarios acogidos en el campamento— supuso la ampliación de la ciudad, que llegó a poseer cuatro veces más superficie que el actual pueblo.
Su eje principal tenía más de dos kilómetros de longitud, contaba con una tupida red de cloacas y alcantarillas, de la que se han descubierto varios tramos, y su noble y amurallado centro urbano —foro, templos, fuentes, baños y palacios— estaría situado en el entorno de la actual iglesia de Santa María. Columnas, capiteles, mosaicos, esculturas —en especial el famoso falo de bronce de Sasamón— inscripciones, estelas, téseras hospitalarias, cerámicas, armas, monedas y joyas componen el cuerpo principal de los hallazgos romanos de Sasamón. Así mismo se han encontrado los restos de un teatro y del acueducto, con cerca de cinco kilómetros de trazado, que abastecía a la ciudad desde los manantiales de la cabecera del arroyo Peré.
Fuente: Enrique del Rivero
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