domingo, 14 de marzo de 2010

-El aviador burgalés Antonio Rexach

- Fuentes: El exilio republicano en Cuba. Jorge Domingo Cuadrillero. Editorial Siglo XXI. Cartas a un escultor. Indalecio Prieto. Editorial Planeta. Hemeroteca de ABC.

"Antonio Rexach y Fernández de Parga era un virtuoso aviador. Sus temerarias piruetas se hicieron famosas en la España de los años 20 y 30. Era un exhibicionista del aire, audaz y valiente. Pero no sólo hizo cabriolas a los mandos de un avión: por su carácter impetuoso, agresivo en ocasiones, toda su vida, hasta el final, fue un salto al vacío. Nació en la ciudad de Burgos en el año 1900, en el seno de una familia de tradición militar, carrera a la que él dio continuidad estudiando en varias academias militares hasta su ingreso en el cuerpo de Aviación, donde destacó por su pericia. Muy pronto sus hazañas lo convirtieron en un piloto afamado, que protagonizó no sin riesgo aventuras aéreas de toda índole, algunas de las cuales le costaron varios sustos y muchas heridas. Así le sucedió, por ejemplo, en junio de 1929, en La Coruña.

Siendo capitán a la sazón encargado de instalar en la ciudad una escuela de aviación, y con motivo de la celebración del Corpus, realizó a los mandos de un aparato una serie de vuelos extraordinarios, en uno de los cuales arrojó sobre la procesión varios ramos de flores. Tras la exhibición, con la ciudad boquiabierta y ya sobrevolando la bahía, unos problemas en el depósito de combustible obligaron al piloto burgalés a realizar un aterrizaje forzoso sobre el mar, del que resultó gravemente herido aunque salvara la vida.

Con la llegada de la República, y ya siendo comandante -máximo grado militar que alcanzó-, coqueteó Rexach con la política después de que el primer gobierno republicano le cesara de sus funciones como delegado gubernamental de la Compañía de Líneas Aéreas Subvencionadas S.A. (CLASSA) dentro de su plan de nacionalización de los servicios públicos aéreos. El piloto burgalés se presentó por el Partido Republicano Revolucionario en las elecciones a las Cortes Constituyentes de 1931 por la provincia de Sevilla. Durante la campaña se destacó como un orador vehemente, en ocasiones incendiario.
En uno de los mítines en los que participó días antes de los comicios, Rexach se dirigió así al público que abarrotaba el Salón Imperial de la capital sevillana: «He sido perseguido por Primo, por Berenguer y hoy me honro de haber sido destituido por este Gobierno de traidores. Esta República es una continuación de la Monarquía (...) Os ofrecemos nuestra experiencia, y os decimos que con nuestras vidas defenderemos la revolución, caiga quien caiga». No hubo suerte, y el piloto burgalés, desencantado, se centró en su carrera. En octubre de ese mismo año fue uno de los catorce aviadores que participaron en la Copa de España de Aviación.

Pese a que no tuvo sintonía con los sucesivos gobiernos republicanos, tras la sublevación militar de julio de 1936 fue de los pilotos leales que con mayor convicción defendió al gobierno legítimo, tomando parte en algunas de las acciones aéreas más importantes de los primeros meses de la guerra: bombardeó las localidades levantisca de África: aeródromo de Aumara, campamentos de la legión, cuarteles de Tetuán y Ceuta... Y, sobre todo, se destacó en la liberación del Cuartel de la Montaña, en el cerro de Príncipe Pío de Madrid, donde se habían acantonado militares y falangistas sublevados. Primero dejó caer octavillas en las que se instaba a los rebeldes a la rendición.

Como se viera que éstos no accedían, la siguiente pasada rasante, bien que peligrosa para la integridad del aparato, dejó en el interior del cuartel dos emisarios diferentes: sendas bombas que permitieron el asalto del recinto por los guardias republicanos que lo acechaban.

Considerado nuevamente por el gobierno de la República por sus acciones bélicas, Antonio Rexach empezó a frecuentar el Ministerio de la Guerra, adonde entraba como Pedro por su casa. Ya en 1937, convenció al ministro del ramo, Francisco Largo Caballero, de la necesidad de adquirir nuevos aviones que reforzaran la flota republicana. Y se postuló, dados sus conocimientos, para gestionar la compra en Francia. Largo accedió, y según cuenta Indalecio Prieto, entonces presidente del Gobierno, en su libro Cartas a un escultor, fueron 25 millones de francos la cantidad que se le entregó a Rexach para esta operación. El comandante burgalés viajó hasta París. Y si te he visto, no me acuerdo.

Desapareció con el botín. Y ya no hubo noticias del burgalés hasta meses después, ya en 1938. Rexach se había instalado en La Habana, donde abrió una tienda de de moda femenina. Consiguió sortear las denuncias de desfalco y traición que tanto los responsables de la Embajada de España en Cuba como algunos exiliados vertieron sobre él, pero su carácter violento y -ya sin duda- falto de escrúpulos le permitió salir indemne. Sin embargo, se vio envuelto en un asunto turbio que acabó en tiroteo y por el que resultó muerto un agente de la policía. Fue detenido y encarcelado. Pero sólo dos años después, en 1940, el Tribunal Supremo de Justicia lo absolvió de la acusación de homicidio imperfecto por considerar que había actuado en legítima defensa. Durante su presidio, y para limpiar su nombre y posiblemente congraciarse con los vencedores de la contienda española pensando, tal vez, en un regreso a la madre patria, escribió un libro titulado Lo que yo sé de la Guerra Civil, en el que vertió críticas contra los responsables políticos de la República pasando de puntillas por sus otrora adversarios.

La experiencia carcelaria podría haberle apaciguado el carácter bronco y malencarado, pero no fue así. En noviembre 1944, en otra turbia reyerta fue herido a balazos. Una vez más, salvó la vida. Pero, rodeado como estaba de enemigos, abandonó la isla. Se instaló durante un tiempo en el estado norteamericano de California, donde se casó y pudo desplegar nuevamente su pericia al mando de aviones, si bien en esta ocasión no con fines lúdicos ni bélicos, sino estrictamente comerciales: contrabandeó todo tipo de mercancías con México. Precisamente acabó instalándose en esta país, donde terminaría sus días. Y no de cualquier manera.

Instalado en la capital mexicana, Antonio Rexach convivió con varios refugiados españoles de toda condición e ideología: anarquistas, comunistas, socialistas, poumistas... Con todos mantuvo siempre una actitud altiva e insolente, especialmente con un miembro de la Federación Anarquista Internacional llamado Juan Duarte Camacho. Las discusiones entre ambos se subían habitualmente de tono. Y aunque la agresividad del burgalés era bien sabida, sólo el Duarte, como le conocían todos los españoles, le desafiaba con frecuencia. Más tarde se sabría el porqué: el anarquista había reconocido al ex piloto, sobre quien pesaba la acusación de haber desertado en plena guerra llevándose consigo una importante suma de dinero.

El 29 de septiembre de 1955, a las dos de la tarde, en la calle López de la capital mexicana, frente al hotel Toledo, el Duarte consumó su venganza. Harto de las amenazas del otro, de su altanería y ferocidad, en el fragor de la enésima discusión le disparó seis tiros a bocajarro. El burgalés murió en el acto. El homicida se entregó a la policía y, en su confesión, lo contó todo. Los ecos del suceso llegaron hasta España. El olvido que se cebó sobre todos los exiliados sepultó también sus nombres, al cabo una pequeña pieza más del mayúsculo puzle de la historia. El aviador que tantas piruetas dibujara en el aire se estrelló contra el suelo de su destino. Haciéndose añicos."

Fuente: www.diariodeburgos.es

lunes, 8 de marzo de 2010

-Última entrevista de Félix para Diario de Burgos.

Hombre popular y polémico, Félix Rodríguez de la Fuente ha sido criticado por ciertos sectores radicalizados de la ecología española, pero incondicionalmente apoyado por otros, admirado simplemente por los más... ¿Quién es verdaderamente el televisivo doctor? «En una breve síntesis de introspección, yo diría que soy un hombre enamorado de lo que hago, de mi trabajo y un apasionado de mi propia vida», afirma.

Nació en un bello pueblo de la provincia de Burgos, Poza de la Sal en 1928. Pasa parte de su infancia en esta localidad. A lo nueve años se va a un internado a Vitoria. Cinco años más tarde vuelve a su tierra, a los Maristas de Burgos, donde acaba el Bachillerato. La Universidad vallisoletana va a ser durante los próximos siete años el hogar el joven Félix Rodríguez de la Fuente. Acaba la carrera de Medicina, especialidad de Odontología -de ahí el apelativo de doctor- y vuelve a la capital de su provincia natal para hacer el servicio militar en la Milicia Aérea Universitaria. Y por último -nos dice- «a los 25 años me vine a Madrid, donde he estado hasta ahora». Así termina el recorrido que hemos hecho sobre este burgalés y afamado zoólogo.

Zoólogo por vocación, Félix Rodríguez de la Fuente ha tratado siempre de poner su granito de arena -su amplio trabajo de investigación y de divulgación así lo atestiguan- en lo que ha sido su máxima ilusión: el desconocido e interesante mundo de los animales. «He hecho más de doscientas películas de media hora; tengo casi todos los premios nacionales de TVE y he participado en seis premios internacionales de los que gané cinco. En este momento mis series las ven alrededor del 700 millones de personas han sido exportadas a EEUU, Canadá, Japón, Alemania URSS, Australia...- y pronto las podrán ver ochocientos millones más puesto que vamos a ir a la República Popular China». Y es más, sus libros, enciclopedias y fascículos ha sido traducidos a veinte idiomas y vendidos en más de 35 países.
Es presidente de la Asociación Adena y consejero de Icona (Instituto para la Conservación de la Naturaleza). En su estudio de Madrid, rodeado de arcos, flechas, lanzas y fotos de sus estancias en muchos países de África, América y Asia y por los múltiples y variopintos diplomas, premios nacionales e internacionales por su dedicación plena y auténtica a los animales, habló así para Diario de Burgos.

-¿De alguna forma haber nacido en un pueblecito burgalés como Poza de la Sal influyó en su vocación por la zoología?
-Estoy totalmente convencido de esto y lo he dicho muchas veces. Mi infancia y parte de mi juventud en mi querida tierra burgalesa, y, concretamente, mi pueblo marcó y propició mi auténtica y verdadera vocación. Por aquellos años la fauna era relativamente rica. Mirabas al cielo y todavía podías ver águilas, buitres... Se podían seguir en la nieve las huellas del lobo...

-¿Qué contactos mantiene con su pueblo natal, Poza?
-No he dejado de ir nunca a Poza de la Sal. Todo lo que soy y todo lo que tengo se lo debo a haber nacido y vivido en este pueblecito. Además, la absoluta y abrumadora amabilidad -nunca se lo agradeceré bastante- de poner mi nombre al grupo escolar comarcal. Cuando no estoy fuera de España por mi trabajo voy todos los años a Poza a entregar todos los años mi libros a los mejores alumnos en el estudio y en el deporte. Además mantengo muchísimas amistades de mi niñez. No ha habido ninguna desvinculación con mis orígenes.

-Representa algo Castilla, su tierras y valores en su vida, en su trabajo...?
-Indudablemente. En el fondo de mi creación, de mi vida viajera, tiene gran importancia Castilla y lo castellano. Sé que si hoy puedo hacer lo que hago, si puedo trabajar como trabajo en medios agrestes y si puedo esforzarme como me esfuerzo es por el carácter que imprimió Castilla en mi. Por ejemplo, en el páramo de Masa, donde yo subía ya a los nueve años, no hace menos frío que en Alaska, donde estoy trabajando ahora. Quien haya nacido en esas tierras ásperas, duras -por ello no menos hermosas- castellanas y quien se haya nutrido de la esencia de una familia castellana, nunca lo podrá olvidar.

-¿Desde el punto de vista de su profesión cree que es posible hacer algo -parques, zoos, etc.- en Castilla, en Burgos?
-Efectivamente se puede hacer bastante, pero primero pienso que hay que enmendar problemas tan dramáticos como por ejemplo la muerte de los hermosos ríos, la muerte de ese hermoso Arlanzón, la tala de esos importante bosques de encina y roble...
Segundo, sería necesaria una catalogación, científica y bien documentada, sobre los lugares, de interés ecológico que tiene Burgos. Si hay -y creo que es verdad- una de las últimas parejas de quebrantahuesos en Burgos, si en alguno de sus bosques -que los hay- se pudiera reintroducir el corzo, el venado... a partir de esas premisas se podría llevar a cabo una labor efectiva.

-¿Cuál sería esta labor efectiva, parques zoológicos, por ejemplo...?
-No. No soy partidario de los parques zoológicos si no están un poco en la línea de ‘safari-park’, donde los animales se pueden mover y reproducir con cierta libertad. Pienso, eso sí, que todas las capitales de provincia con una cierta alcurnia -Burgos, por ejemplo- debieran un gran parque con la fauna autóctona. Un parque donde los niños no tuvieran que apostarse sobre lomas durante días para ver un corzo, un gamo o un águila. Primero, fauna autóctona; después la que un día existió pero que ha desparecido y, por último, la de toda la Península. Esto sería muy positivo a la vez que rentable. Sin embargo es necesaria la ayuda de la Administración, de la colectividad y de la iniciativa privada.

-Está a punto de finalizar la última serie televisiva, El hombre y la Tierra. Todos conocemos sus trabajos, primero en la ‘televisión escolar’, con sus programas de ciencias naturales: El planeta azul, Fauna ibérica... cortos fílmicos de zoología en dibujos animados... ¿Qué ha pretendido hacer desde la pequeña pantalla?
-En primer lugar, los programas ha sido una forma de realización personal. Al mismo tiempo he tratado de concienciar a la gente del grave problema que supondría para las generaciones venideras, sobre todo, quedarnos sin naturaleza. Desde hace dieciocho años he tratado de clamar a través de la televisión por la protección de las especies en franco peligro de extinción, por esa conservación de los bosques que se queman o se talan indiscriminadamente o de esos ríos que se contaminan. Hoy se puede decir que la concienciación popular ha aumentado, pero paralelamente y de forma más rápida han aumentado las posibilidades del hombre para contaminar el medio ambiente. Y, por último, he llegado al campo de la investigación. Mis filmaciones puede servir para estudiar especies extinguidas completamente.

-El pasado está ahí, se puede ver. ¿El futuro? ¿Seguirá trabajando en TVE?
-Por ahora me quedan cuatro capítulos de El hombre y la Tierra para finalizar esta serie, pero estoy trabajando ya en Canadá para hacer otros 13 o quizás otros 26 capítulos en aquel extensísimo país. No obstante, seguiré filmando en España porque no he dado por terminada la serie Fauna ibérica. Al margen de estos trabajos acabo de terminar la tercera parte de una serie nueva que se llamará Los perros del mundo y en julio también empieza una nueva serie africana. Todo esto puede transformarse en cuatro series de 26 capítulos para tres o cuatro años.

-Curiosamente sus ‘cortos’ de dibujos animados están tendiendo audiencia entre el público aficionado al cine. ¿Qué opinión le merece este hecho?
-Me ha sorprendido pues trabaje en estos ‘cortos’ hace ya ocho años. Un grupo de dibujantes estaban medio parados, no sabían que hacer... Tenían una posibilidad de trabajar para los antiguos Estudios Castilla y me pidieron ideas y así surgieron estos dibujos animados. Yo me encargué de las líneas argumentales y de los comentarios.

-El aspecto económico de su actual dedicación es el que más críticas le han valido. ¿Doctor, verdaderamente vive de los animales?
-Efectivamente que vivo, pero no me he hecho multimillonario como mis detractores afirman. Es una total, infundada y burda calumnia. Si yo hago series para televisión que se ven de una forma masiva, si escribo libros y enciclopedias que se traducen a varios idiomas como cualquier hijo de vecino tengo derecho a mi pequeña parcela económica. Sería multimillonario, tendrían mi avión y mi yate si el trabajo que realizo en España lo hiciera en Estados Unidos o en Japón. Estaría al mismo nivel que Walt Disney o Cousteau. Además este último tiene muchos menos telespectadores que yo. Si realmente yo hubiera querido hacerme multimillonario no tenía más que haberse dedicado a lo que profesionalmente soy, un médico odontólogo que acaba la carrera con notas brillantes. Probablemente estaría ahora en una magnífica clínica de una calle de Madrid, ganando mucho dinero, probablemente mucho más que ahora.

-El tema nuclear está de rabiosa actualidad en el mundo. Hace escasos días hubo un escape de gas en la central de Harrisburg ¿Cuál es su opinión como perito en materia de medio ambiente?
-Mi postura es muy clara. Abogo porque en España se instalen el menor número de estas centrales y porque estas mínimas plantas con el máximo de seguridad, a la vez, aporten el máximo de información de lo que en ellas ocurra de cara al público y porque estas centrales estén ubicadas en zonas geográficas que ecológicamente sean menos perniciosas, al lado de grandes cuencas fluviales, con gran caudal para que no esté tan concentrada una contaminación térmica que termine con la riqueza ictiológica.

-¿A qué cree que se debe la actual radicalización del tema?
-A los grupos de presión. La radicalización por la derecha, el gran capital, al que le mueve intereses puramente económicos; y, por la extrema izquierda, para esconder los intereses propiciados por las potencias del Este, para que Europa no tenga fuentes de energía. La única postura objetiva es la intermedia, ni la total permisividad ni la total oposición. Dadas las circunstancias actuales en materia energética, personalmente pienso que la energía nuclear es necesaria siempre y cuando se tengan las características que he expuesto anteriormente.

-Cambiando de tercio, en un breve panorama ¿cuál es la situación en España de las reservas cinegéticas y zoológicas?
-La situación caótica de los últimos años ha remitido totalmente. Icona, organismo oficial competente en la materia, está trabajando muy bien. Algunos hechos están ahí como la conversión de Doñana -60.000 hectáreas- en parque nacional o el estatuto de las Tablas de Daimiel, por ejemplo. No obstante hay que seguir luchando porque las declaraciones administrativas del Gobierno sean llevadas al campo práctico, porque zonas de gran interés hay muchas en España y todas deben ser declaradas naturales. Y hay que trabajar por un pragmatismo en la relaciones ciudadano-naturaleza mediante una concienciación para que no se contaminen los ríos y no se talen los montes, ni se exterminen las especies protegidas...

Comentario
Juan Ángel Gozalo / Periodista

Mi primera y última entrevista con Félix

Tuve la suerte de entrevistar a Félix Rodríguez de la Fuente poco antes de su viaje a Alaska, que a la postre sería el último por esos mundos de Dios que a él tanto le gustaban. Fueron sus últimas declaraciones en tierras españolas. Aún conservo la cinta del viejo casette en la que las grabé. Era entonces estudiante de Periodismo en la Universidad Complutense y a pesar de estar todavía aprendiendo este oficio de juntar letras ya hacía mis pinitos en Diario de Burgos. Entre clase y clase sacaba tiempo para hacer mis entrevistas para una sección que se llamaba Burgaleses en la diáspora y que me dio la oportunidad de conocer y hablar con insignes burgaleses que vivían en Madrid como eran el mismo Félix Rodríguez de la Fuente, el también televisivo Luis López del Pecho (Luis Pancorbo), Luis Ángel de la Viuda, Félix Pérez y Pérez o el dibujante Máximo San Juan, entre otros muchos.
Conseguí, después de llamar a un montón de personas de su círculo, el teléfono privado de Félix Rodríguez de la Fuente y le llamé. Me presenté como colaborador de Diario de Burgos y le expliqué que quería entrevistarle. Amable, como era él, accedió. Albricias, había conseguido una cita con el más grande de los naturalistas de este país y un ‘monstruo mediático’. Era todo un reto y me preparé el cuestionario. Eran tiempos en los que no había internet, no teníamos google ni la wikipedia. Un compañero de la residencia estudiantil, que trabajaba en el archivo del desparecido Ya, me facilitó decenas de recortes sobre la vida, obra y milagros de este pozano universal. Así que en una vieja máquina Lettera redacté las preguntas. No fue nada fácil porque había mil temas y un millón de vivencias. No llegué, ni mucho menos, a hacerle todas porque Félix Rodríguez de la Fuente era un hombre de verbo fácil, pero extenso y también muy ocupado. Me recibió en su estudio. Vivía en un piso enorme, decorado al mejor estilo ‘aventurero’. Me presentó a su esposa, Marcelle Parmentier, y a sus dos hijas, entonces unas niñas que correteaban entre las mesas y sillas del comedor. Hoy Odile, la niña de sus ojos y ahora toda una mujer, preside la fundación que lleva su nombre.
Más de una hora de charla dio para mucho. Había escuchado su singular y modulada voz en mil programas de televisión y radio, pero en vivo sonaba mucho mejor. Encandilaba como ninguno. Acabó la entrevista y le deseé buen viaje. Nadie sospechaba que sería su última aventura. El 14 de marzo de 1980, el día de su muerte confieso que lloré. Era mi nuevo ‘amigo’ Félix el que se había ido. Un compañero de la residencia, que oía la radio hasta en la ducha y que hacía sus pinitos periodísticos en el medio y que sabía de mi entrevista, me dio la mala nueva. «Félix Rodríguez de la Fuente ha muerto en un accidente aéreo en Alaska», dijo. No me lo creía. A penas unos días antes había estrechado su mano. Enseguida, por deformación profesional, me acordé de la entrevista y que en mi último fin de semana en Burgos había entregado los cuatro folios a Andrés Ruiz Valderrama, entonces director del periódico. Le llamé enseguida para recordárselo. La entrevista se publicó el día 20 de marzo, pasada la vorágine informativa que suscitó el fallecimiento de Félix Rodríguez de la Fuente, no solo en Diario de Burgos sino en otros medios regionales, sindicados entonces en Colpisa. Recuerdo que la vi publicada en la última página de El Heraldo de Aragón y en El Correo Español. Seguramente no sea una ‘perla’ periodística, pero fue el trabajo ilusionado de un estudiante de Periodismo. Así fue y así se lo cuento, que diría el maestro Ernesto Sáenz de Buruaga. Treinta años después, Félix sigue vivo en mi memoria y en la de miles de personas más.   

Fuente: diariodeburgos.es

domingo, 7 de marzo de 2010

-La infancia de Félix Rodriguez de la Fuente en un libro.

Una de las primeras imágenes de su infancia que le vendrían siempre a la memoria tenía que ver con aquellos bueyes que los labriegos pozanos azuzaban entre las angostas calles de su pueblo, y que él veía pasar deslumbrado y ojiplático desde el balcón de su casa. El ruido de los cascos de los animales sobre el empedrado era uno de los sonidos que, bien temprano, se colaron en su alma para nunca dejar de retumbar en ella. Pero no fue el único: a los bramidos y pasos de estas bestias le siguieron el embrujo del piar de los gorriones y las chovas malabaristas, el canto melodioso de las currucas, el ulular de los cárabos y los búhos reales, el atávico aullido del lobo ya entrada la noche. La banda sonora de su infancia fue la melodía ancestral de aquella naturaleza totémica cobijada por la bóveda celeste, donde los sonidos salvajes que ésta emitía eran más antiguos que la memoria del hombre.

Quizás a través de aquel oído privilegiado Félix hizo un viaje a los orígenes de los tiempos, porque interiorizó de tal manera su presencia que se convirtió en un actor esencial de la misma. Todas las claves sobre aquella época seminal en la vida de Félix Rodríguez de la Fuente las ofrece en su último libro Miguel Pou, escritor, naturalista y uno de las personas que mejor conocen al burgalés universal, de cuyo fallecimiento se cumplirán en marzo 30 años.

En La maravillosa infancia de Félix Rodríguez de la Fuente, Pou explica con precisión dónde, cómo y por qué Félix se convirtió en la persona que fue, en ese ser cuyo trascendente legado está ya proyectado en la eternidad. Pou narra con maestría esa incipiente relación entre aquel niño curioso y montaraz en aquella tierra que él siempre definiría como «fabulosa» y «fantástica». Félix era todavía muy pequeño, pero ya miraba con creciente curiosidad, desde el estrecho y pequeño balcón, la montaña inhóspita, la montaña salvaje, la montaña que le estaba llamado y tentando porque tenía águilas salvajes y de ella descendían los míticos y admirables lobos. ¡Aquellos montes y serranías le provocaban! La tierra y los cielos parecía que le cantasen como una sirena, porque contenían -escondida para ser descubierta- una fascinante Naturaleza que se proponía visitar, escribe el naturalista.


Pou se propuso indagar en la infancia de Félix en Poza «porque todo lo que fue, todo lo que proyectó en su obra, se gestó allí. Todo lo que vivió le dejó marcado de manera indeleble. Su filosofía posterior, la relación entre el hombre y la tierra, se forjó allí». Pou explica que en pocos pueblos como Poza había una relación tan silvestre, tan fuerte en la comunicación entre el hombre y los animales. «Estamos hablando de un lugar con un ecosistema y una orografía perfectos que permitía una abundancia de fauna amplísima, con un páramo kilométrico y salvaje, con unas peñas ideales para águilas y buitres. Estoy convencido de que Félix no hubiera sido como fue si hubiese nacido en otro pueblo. Él mismo lo decía».

También le marcaron otros hechos, apunta el biógrafo. Por ejemplo, el genético: Pou asegura que Félix heredó la inteligencia y la magnífica oratoria de su padre, si bien al contrario que éste, activo tertuliano en reuniones con los miembros más elitistas de la comarca -don Samuel era notario y solía juntarse con el médico, el boticario, el cura-, prefirió pasar horas y horas de aprendizaje junto a los cazadores y, especialmente, los pastores, quienes habrían de enseñarle a leer en la naturaleza. «Tenemos a un niño pequeño que está viendo, todos los días, buitres en el cielo; a los hombres trabajando en las salinas; a los burros, mulas y caballos que allí morían las más de las veces ser devorados por las aves. Era un ser continuamente asombrado, que escuchaba cuentos y leyendas, que participaba en cacerías, que ya investigaba con su grupo de amigos, a los que se conocía como la cuadrilla de ‘Dios te libre’, por todo el campo capturando garduñas, comadrejas...», apunta Pou. Allí, entre los riscos imponentes de la villa se enamoró del vuelo majestuoso del buitre, del águila y el halcón, y una tarde que no olvidó nunca conoció de cerca al lobo, ese animal que según los relatos que había escuchado siempre era poco menos que un ser maligno, demoníaco, posiblemente de aspecto espeluznante y horrible.

Pou cuenta así aquella inolvidable jornada: «Un día hubo una batida de lobos en el páramo. Félix acompañó al pastor con el que más tiempo pasaba. Los cazadores hacían avanzar a los lobos por el páramo inmenso, y en un cambio de rasante, donde el animal no podía olerles, les esperaban las mejores escopetas de Burgos. Y Félix estaba allí. Entonces, con el sol rojo poniéndose, vio recortarse la figura del lobo (como esa imagen de la serie El hombre y la tierra, que está sacada del recuerdo de aquel día), enamorándose en ese mismo momento: la belleza de la mirada, la nobleza que irradiaba, su imponente e impecable presencia. Entonces, abandonó el puesto de cazador y empezó a gritar para auyentarlo y que no lo mataran. Y lo salvó la vida», detalla Pou.

Según señala el también presidente de la Federación de Asociaciones de Félix Rodríguez de la Fuente, el burgalés era superdotado, poseía una curiosidad insaciable y, en aquellos primeros años de vida, gozó de muchísimo tiempo libre. Cuando no se escapaba de la escuela, cosa que hacía a menudo para disgusto de su progenitor, otros sucesos le ofrecían la posibilidad de la libertad, como los años de la guerra civil en que, suspendidas las clases, Félix gozó de todo el tiempo del mundo. Sólo en África volvió a sentirse como en aquellos primeros años, apostilla Pou.

Fuente: R. Pérez Barredo  www.diariodeburgos.es