domingo, 27 de marzo de 2011

-Un burgalés en la guerra de Cuba.

Muchos años después, trabajando como guarda de campo, Ruperto Martín contaría su historia con nostalgia y pasión, como si, en un suspiro, se trasladara a aquellos día de 1896, a la región de Camagüey, cuando era apenas un soldado imberbe que,

henchido de valor y de aventura, compartió tragos de ron y puros habanos con su capitán cada vez que los insurrectos atacaban con bombazos. Cuba, la última joya del decadente imperio español, se hallaba en pie de guerra. En la pequeña localidad de Cascorro se encontraba acuartelado el Regimiento de Infantería María Cristina nº 63 cuando el 22 de septiembre fue cercada por una tropa superior de soldados insurrectos. Ruperto Martín, natural de Barbadillo del Mercado, tenía apenas 20 años. Sólo unos meses antes había abandonado su pueblo y su país para alistarse como voluntario y combatir en la guerra que se había desencadenado en la colonia del Caribe. Salió del puerto de Santander a bordo del ‘Montevideo’ con otros 5.000 hombres rumbo a La Habana, desde donde le destinaron a la región de Camagüey, primero a Puerto Príncipe y después a Cascorro.

Hasta su muerte mantuvo una memoria intacta de aquellos días de fuego que pasaron a la posteridad gracias a la heroica resistencia de los asediados y al papel desempeñado por Eloy Gonzalo, a quien Madrid erigió una estatua en la plaza llamada de Cascorro precisamente como homenaje a aquella gesta. Durante días, los insurrectos mantuvieron a la guarnición atrincherada, friéndola a cañonazos. Durante varios días con sus noches resistieron el asedio. «Aguantamos a pie firme, sin comer y menos aún sin dormir. A los diez cañonazos preguntaba el capitán: ¿cuántos van? ¡Van diez! ¡Pues trago de ron!», le contó Ruperto Martín a la escritora María Cruz Ebro, que recogió el testimonio en su libro Memorias de una burgalesa.

El capitán se llamaba Francisco Neila y fue el responsable de una decisión que podía haber resultado fatal para los españoles sitiados: dado que los insurrectos eran mayoría, éstos les ofrecieron la rendición. Neila se negó. Entretanto, como le contó Martín a Ebro, el burgalés salvó la vida de milagro cuando estaba en su puesto de vigía: «A mí me salvó la Divina Providencia. Una noche estaba yo en el corredor de la casa cuando oí una voz que me decía: ¡Quítate de ahí! Me volví rápidamente y nada. Ni por detrás, ni a uno ni a otro lado había alma viviente. Ocupé de nuevo mi puesto y de nuevo volví a oír: ¡Quítate de ahí! Y así tres veces. Intrigado por aquellas misteriosas voces, abandoné el corredor y entré en la sala contigua. Una bala me pasó rozando y fue a estrellarse justo en el sitio que yo antes había ocupado...».

Al tercer día los insurrectos enviaron a un parlamentario con bandera blanca y un documento en el que se elogiaba la valentía de los sitiados a la vez que se les ofrecía la rendición. Neila, más chulo que un ocho, le dijo que ningún soldado español se rendiría, y le entregó un par de puros, uno para el emisario y el otro para su jefe. El alcalde de Cascorro, que hasta entonces había estado del lado español, se pasó al bando insurrecto, que convirtió la casa del regidor en una de las principales amenazas para los sitiados. Visto lo cual Neila pidió un voluntario que intentase acercarse a ese flanco y prenderlo fuego. Ruperto Martín fue uno de ellos. Pero no el único. A pesar de lo arriesgado de la misión, fueron varios los españoles que se postularon. La responsabilidad recayó en un madrileño, Eloy Gonzalo, que tenía más experiencia y veteranía que los otros.


Al alba del último día de septiembre, Eloy Gonzalo se dispuso a ejecutar el plan. Sólo pidió una cosa: que le ataran con una cuerda para, en caso de no regresar con vida, los suyos pudieran recuperar el cadáver. Sin embargo, el soldado español cumplió. Y lo hizo con creces: consiguió dar fuego a la casa, sorprendiendo a los sublevados, y regresó con vida a la guarnición. Exaltados por el éxito, ebrios de patriotismo, el grueso de los españoles lanzó un ataque que resultó incontenible y desmoralizador para los sitiadores, que decidieron abandonar Cascorro poco después, cuando en su auxilio llegó el general Adolfo Jiménez Castellanos con sus hombres.
La resistencia de Cascorro fue noticia de primera plana en todos los periódicos de España. También Diario de Burgos se hizo eco de ello. Especialmente de la Orden General del Ejército de La Habana, que rezaba así: «Una compañía del primer batallón del Regimiento María Cristina que guarnecía el poblado de Cascorro, se ha defendido durante trece día contra fuerzas insurrectas muy superiores, mandadas por los principales cabecillas de Oriente. Ni las 219 granadas que le dispararon ni la debilidad de los muros de sus tres fuertes, ni las repetidas intimidaciones de rendición, ni los cuatro muertos y once heridos que tuvieron, fueron bastante para conseguir que el ánimo de los defensores decayese un instante, seguro como estaban de que serían socorridos, como lo fueron, por las fuerzas del general Castellanos.

Tan brillante hecho me complace publicarlo en orden general para conocimiento de su ejército, y en nombre de S.M. la Reina Regente, felicito a los defensores de Cascorro, que serán recompensados cual merecen, porque han sabido con su valor demostrar que no en vano lleva su regimiento en nombre de tan Augusta Señora, poniendo una vez más de relieve las cualidades de este ejército de operaciones que se honra en mandar vuestro general. Valeriano Weyler».

Ruperto Martín y el resto de sus compañeros fueron condecorados con una medalla y les fue entregado un diploma emitido por el Casino Español de Puerto Príncipe. Ambos recuerdos fueron siempre motivo de orgullo del burgalés. Tras la guerra, Martín regresó a Burgos. En 1945 la ciudad le tributó un homenaje y por decreto fue reconocido como teniente del ejército español. Falleció en mayo de 1954.

Fuente:www.diariodeburgos.es

jueves, 3 de marzo de 2011

-Nuevas huellas de dinosaurios en el yacimiento de Las Sereas.

La IX Campaña de Excavaciones Paleontológicas en la Sierra de la Demanda ha obtenido buenos resultados tanto en el terreno de la paleobotánica como en el de las icnitas. Por un lado, se han registrado numerosos fósiles de distintas especies de plantas, destacando la presencia de angiospermas (plantas con flores). Y por otro, han aparecido un centenar de huellas de dinosaurios bien conservadas entre las que destaca un rastro de saurópodo compuesto por varias pisadas de manos y pies.
Los trabajos se desarrollaron del 18 al 31 de julio y se dividieron en dos fases, una de paleobotánica y otra de huellas de dinosaurios, ambas de una semana de duración cada una. La primera se enmarca dentro del proyecto Paleoflora de los ecosistemas cretácicos en la provincia de Burgos, que promueve la Junta desde el año 2008 para reconstruir el paisaje vegetal de los dinosaurios.

El balance que hace de la campaña y, sobre todo, de la primera fase, su director, Fidel Torcida, es «muy positivo» porque hay una variedad muy alta de plantas. Se han recuperado tallos y hojas de helechos, equisetales y coníferas, así como granos de polen. Pero lo más interesante para este experto es la aparición de angiospermas. «Estas plantas son muy primitivas y estaban compitiendo con las gimnospermas en un momento clave de esa lucha en el periodo cretácico. Esta batalla finalmente la ganaron las angiospermas o plantas con flores», explica.
Los fósiles de las angiospermas de la Sierra de la Demanda son de los más antiguos encontrados en la Península Ibérica. Esta fase de paleobotánica se ha desarrollado en los yacimientos de Horcajuelos, en las proximidades de Salas, y Vallazmorra, en el barrio silense de Hortezuelos, y ha sido coorganizada por la Universidad de Vigo. Asimismo, estos trabajos se han completado con labores de prospección en una amplia zona de la comarca serrana para buscar nuevos yacimientos sacados a la luz por la erosión o recuperar los fósiles en peligro de destrucción.

En este sentido, Fidel Torcida subraya la importancia de un yacimiento de Rabanera del Pinar del que se tenía constancia y sobre el que se quiere profundizar. Todo parece indicar que será objeto de atención en la campaña del próximo año.

Con respecto a la fase de las icnitas de dinosaurios, cabe destacar que se han encontrado restos bien conservados de huellas en el macroyacimiento cercano a Quintanilla de la Viñas. Este año se ha trabajado en los afloramientos conocidos como Las Sereas 6 y 7, con una antigüedad de 144 millones de años. «Las icnitas poseen detalles anatómicos, por ejemplo, en los dedos que no aparecen en otros sitios», comenta el director de la campaña.

Entre todo lo encontrado destacan dos rastros de terópodos de tamaño grande y, especialmente, uno de saurópodo. Respecto a este gran herbívoro, las pisadas de pies y manos están muy bien conservadas con rebordes de barro fosilizado que las patas del dinosaurio removieron al penetrar en el suelo fangoso de la laguna.
Todos estos hallazgos de huellas, que llegan al centenar, completan los del año anterior y permiten «reconstruir ese escenario de las orillas de un gran lago y desentrañar poco a poco lo que ocurrió en ese momento y cómo se relacionaban los dinosaurios entre ellos», explica Torcida.
La organización de esta campaña ha corrido a cargo del Colectivo Arqueológico-Paleontológico de Salas, la Fundación para el Estudio de los Dinosaurios y el Museo de los Dinosaurios de Salas. En estas excavaciones han participado cerca de treinta personas en el trabajo de campo y procedentes de diferentes ciudades españolas y también de México y Francia.    

Fuente: diariodeburgos.es