domingo, 28 de diciembre de 2008

-Calzada Segisamunculum-Virovesca


Los burebanos y los turistas interesados en los itinerarios culturales ya pueden recorrer sin temor a perderse los 17 kilómetros de la calzada romana que une Briviesca con Cerezo de Río Tirón. Tras cuatro años de tramitaciones, el grupo de acción local Adeco Bureba ha culminado la puesta en valor del camino por el que hace siglos, los romanos transportaban con sus carros mercancías de todo tipo.

El tramo pertenece a la antigua ‘Vía Romana de Italia a Hispania’ que partía de Milán y finalizaba en León. Por él, llegó a transitar el propio Augusto para participar en las guerras cántabras. Su importancia estratégica fue enorme, ya que por ella se transportaba el oro de las minas ubicadas en el noroeste de Hispania (además de trigo, lana, vino y otros productos) hasta Roma. Quienes se decidan a recorrerla, tarea a la que deben dedicar aproximadamente tres horas si lo hace a pie, podrán comprender la importancia de la calzada consultando las casi cien señales que han sido colocadas a lo largo de todo su trazado.

Para la puesta en valor de la vía, se han realizado prospecciones arqueológicas que han destapado los elementos constructivos de la misma, se han creado zonas de recreo, se han colocado balizados para diferenciar los tramos conservados de los alternativos y se ha construido un nuevo puente sobre el río Bañuelos. Junto a todo ello, se ha acondicionado el firme para hacerlo más transitable. La señalización que posee es de tres tipos: la que indica los accesos, los paneles interpretativos en los que se explican las técnicas constructivas y la historia de las calzadas romanas y, por último, los miliarios.

Los miliarios eran un mojón de época romana que indicaba la distancia hasta la próxima ciudad importante. Contaban con una inscripción en latín en el que podía aparecer el nombre del emperador que ordenó su construcción, el de la ciudad y una cifra que indicaba la distancia en millas. La calzada romana Segisamunculum-Virovesca (Cerezo de Río Tirón -Briviesca) aparece descrita en el Itinerario de Antonino con el nombre ‘De Italia in Hispanias’. Cada mes de junio, colectivos de Briviesca y Cerezo de Río Tirón organizan un encuentro que consiste en un recorrido a pie del itinerario. El grupo va acompañado de un experto en cultura romana.

La excelente construcción de la vía romana facilitó su conservación y uso hasta nuestros días. Muchas calzadas fueron reutilizadas en épocas posteriores por otras culturas como los visigodos o los musulmanes, a modo de vías de conquista. En época medieval, la calzada se mantuvo vigente y surgieron otros asentamientos cerca de ella. Además, fue parte del camino de Santiago hasta que Santo Domingo de la Calzada desviase el camino más al sur. En época moderna, muchas de ellas formaron parte de los llamados Caminos Reales hasta la construcción en el siglo XIX de las carreteras actuales.

Fuente: diariodeburgos

martes, 16 de diciembre de 2008

-Quintanar de la Sierra


A orillas del Arlanza, en la vertiente meridional de la Sierra de Neila, está emplazada la villa
de Quintanar de la Sierra, una de las poblaciones más representativas de la Tierra Pinariega. El
paisaje circundante está dominado por los majestuosos bosques de pino albar o pino silvestre, de gran importancia económica en la zona. El porte esbelto, erguido y el tronco limpio de ramas de estos árboles, permiten su rápida identificación. Su madera de gran calidad, debido a su lento crecimiento, es muy apreciada para la fabricación de muebles.

Con todo, el bosque natural que crece en este territorio es un bosque mucho rico en especies, pues junto a los pinos crecen robles y hayas con un complejo sotobosque. La mayor significación del pino no se debe tanto a razones naturales sino a la intervención humana que secularmente ha favorecido el desarrollo de esta especie en detrimento de las demás. En la actualidad, las nuevas prácticas forestales, que apuestan por la complejidad y riqueza del bosque mixto, permiten observar la recuperación de robles y hayas entre los pinos.

Al igual que sucede en otros pueblos pinariegos, tanto de Burgos como de la vecina Soria, la
historia de Quintanar se escribe en torno a esos bosques y a los distintos aprovechamientos
tradicionales que los serranos han desempeñado en torno a ellos. Hay que destacar que en la
actualidad los vecinos siguen siendo propietarios del pinar y beneficiarios de él, por lo que son los
mejores guardianes de tan importante patrimonio forestal.
La tradicional riqueza maderera y de pastos de este territorio explican la vocación silvícola y
ganadera de sus habitantes, así como, el interés del obispo burgalés y los grandes centros
monásticos de incluirlo en su dominio. Así ocurrió en el año 1213 cuando el lugar pasó a formar parte del monasterio de San Pedro de Arlanza.


Según los historiadores antiguos, fueron los celtíberos y concretamente la tribu de los pelendones, los primeros pobladores de Quintanar y de la zona serrana. Unidos a los arévacos, titos y belos, defendieron Numancia contra los ataques de Roma.

No existen restos romanos aunque se dice que la llamada "Senda Soriana", que pasa cerca del pueblo, y que va desde Soria por la sierra a La Rioja, era una vía secundaria romana.

Ya estaba poblada la zona del término de Quintanar, como lo indican las diferentes necrópolis: Iglesia, Cuyacabras, Revenga, La Cerca, etc. Son también muchos los poblados desaparecidos de épocas antiguas a los que hace referencia el Cartulario de Arlanza. Además, en las necrópolis existen restos de culturas anteriores a la medieval; muestras de culturas superpuestas sin ninguna duda, desde el Neolítico.

La explotación de la madera, la cría de ovejas y bueyes y la carretería, fueron las tres
ocupaciones principales de los vecinos de este lugar. La falta de terrazgo y el riguroso clima,
redujeron la agricultura a algunos huertos en la vega del Arlanza. La ocupación más destacada, la
carretería, era el transporte a larga distancia de todo tipo de cargas mediante sólidas carretas tiradas por bueyes, criados, a su vez, en los frescos pastos de los alrededores. Esta actividad se enmarcaba dentro de la Junta y Hermandad de Carreteros de Burgos-Soria, que actuaba bajo la protección y los privilegios de la Cabaña Real de Carreteros creada por los Reyes Católicos en 1497 y desaparecida a finales del siglo XIX. Quintanar llegó a tener más de 350 carretas y más de 1.050 bueyes y vacas.

Asimismo, la tradicional extracción de resina, de los viejos tocones de los árboles, para la fabricación de pez en los hornos que a tal efecto abundaban en el monte, explica que a finales del siglo XVIII y principios del XIX la localidad contara con una fábrica de brea de excelente calidad, empleada para calafatear los barcos del Cantábrico. El aprovechamiento comunal del bosque siguió siendo básico durante el siglo XX, aunque a partir de la década de los 60 se produjo un descenso de su importancia, que llevó a muchos habitantes a la emigración.

Quintanar de la Sierra es un pueblo alargado, pegado a la ladera, con una longitud que
supera los dos kilómetros. Las viviendas son sólidas y están construidas en piedra arenisca de color rojizo. Pero en su mayor parte, es un pueblo muy reformado. Las casas más antiguas datan del siglo XIX y éstas conviven con otras de estilo y materiales actuales, no faltando los bloques de pisos. La vivienda serrana más típica era la casa carretera, realizada esencialmente en piedra y madera y con escasas ventanas a causa del frío. Un gran arco en la fachada para la entrada de las carretas, solía ser su mejor distintivo. Pero, actualmente los ejemplos de esta tipología de casas son muy escasos.

Su iglesia, dedicada a San Cristóbal, es un notable edificio barroco de tres naves levantado
en el primer tercio del siglo XVII. En su interior conserva una pila bautismal románica. Se alza sobre tumbas altomedievales. Hay que destacar también la ermita de Nuestra Señora de la Guía, levantada entre los siglos XV y XVIII en pleno Prado Mayor.

Sin embargo, el patrimonio más interesante de Quintanar de la Sierra, además de su
privilegiado entorno natural, es el conjunto de necrópolis y eremitorios altomedievales que se
conservan en sus proximidades. A tres kilómetros del pueblo, en pleno pinar, se hallan la necrópolis de Cuyacabras, y muy cerca de la misma, se puede visitar el eremitorio de Cueva Andrés.
No muy lejos de Cuyacabras se encuentra la llamada “Peña el Vaso”, en la que se puede
contemplar cómo la erosión combinada del agua, el hielo y el viento ha ido dando a las piedras
originales formas, convirtiendo a este lugar en un mágico enclave natural.

Fuente: turismoburgos.org

viernes, 12 de diciembre de 2008

-Pradoluengo



Pradoluengo se asienta en un estrecho y frondoso valle en la vertiente norte de la Sierra de la Demanda, entre elevadas pendientes que se abren a medida que se extienden hacia el norte. Su término municipal ocupa una extensión de 20,88 km2 y tiene una altitud media de 960 metros sobre el nivel del mar.
Estas tierras estuvieron pobladas desde antiguo, según los historiadores. Más tarde fueron repobladas por tribus de origen vascuence entre los siglos VIII y X, período del que provienen los abundantes topónimos en esta lengua que existen en la zona. Después fue mayorazgo de los condestables de Castilla. En el siglo XVIII se constituyó como villa, por decreto de Felipe V. En el XIX vivió momentos de máximo esplendor con un importante despegue económico, posibilitado por la industria textil. En el siglo XVI ya se aprovechaba el río Oropesa para poner en funcionamiento las ruedas, batanes y otros mecanismos de fabricación de paños, boinas, etc. Resulta significativo que la parte más antigua de la villa esté en la zona más sombría, pues se dejó la vertiente soleada para el secado de la lana y paños, en las llamadas ramblas, estructuras de hierro en las que se colgaban las telas.

Su trazado urbano adopta la forma alargada del valle, con calles principales de dirección longitudinal y secundarias transversales, con fuerte pendiente. En la parte más antigua se conservan las mejores muestras de arquitectura tradicional, con influencias roncalesas, montañesas y vascas. Del conjunto urbano destaca la calle del Arzobispo, donde se ubican varios palacetes de estilo indiano y casonas que datan de los siglos XIX y principios del XX. La iglesia parroquial de la Asunción de Nuestra Señora fue erigida a principios del siglo XIX sobre una anterior de estilo gótico de la que quedan escasos vestigios. Se conservan en ella varios retablos de antigua factura, así como los seis pasos procesionales de Semana Santa.

La ermita de San Roque data del siglo XVIII y fue reformada un siglo más tarde. Situada en el caso urbano, guarda la imagen del Patrono, que sale en procesión cada 16 de agosto cubierto de uvas y panes. La ermita de San Bartolomé, también obra del siglo XIX, se encuentra a las afueras de la villa. Los edificios de carácter civil de Pradoluengo más destacados son su Ayuntamiento, que ha vivido sucesivas remodelaciones -la última obra en la fachada, de formas neoclásicas, se produjo a principios del siglo XX-, las antiguas escuelas, hoy convertidas en el albergue y aulas de la Naturaleza "Adolfo Espinosa", la residencia de ancianos San Dionisio, la plaza de toros y el kiosco, entre otras edificaciones de interés. Actualmente, el Ayuntamiento trabaja en la recuperación del viejo teatro para usos culturales.

Asimismo, la villa cuenta con un magnífico entorno natural, en el que sobresale “El Nacedero” del río Oropesa. El lugar se esconde en la Sierra de San Antonio, bajo la cumbre del Remendia, y se halla rodeado de extensos hayedos.

Fuente: turismoburgos.org

martes, 9 de diciembre de 2008

-Belorado


Muy cerca del nacimiento del río Tirón, en la vertiente septentrional de la Sierra de la
Demanda, se halla la villa de Belorado, cabecera comarcal de la “Riojilla”, que así se denomina a este territorio situado a caballo entre las provincias de Burgos y la Rioja. Su situación geográfica posibilitó el contacto entre dos zonas de economía diferenciada, el norte agrícola y el sur ganadero y forestal. Pronto, este pueblo se convirtió en enclave fundamental dentro de la red de comunicaciones.
Dominando la localidad, sobre un promontorio, se encuentran las ruinas de lo que fue el primitivo castillo, construido para controlar el paso del Valle del Ebro a la meseta. A sus pies se fue trasladando la población hasta conformar lo que es el actual núcleo urbano de Belorado.

El origen de Belorado es Celta, probablemente autrigón, como demuestra la arqueología y epigrafia (estelas, teselas hospitales, monedas), aunque se configura como villa en la Edad Media siendo frontera entre Castilla y Navarra. Era el paso natural del Valle del Ebro a la Meseta y para controlarlo se construyó, a comienzos de la Reconquista, el Castillo sobre un cerro a cuyo pie se transladó la población que tuvo su origen al otro lado del río en época romana. Las calles del casco antiguo, estrechas y tortuosas, con típicos pasadizos denotan la numerosa población que habitó dentro de sus murallas.

Fue plaza fuerte del Cid, como dote de Fernando (primer rey castellano), al casarse con Jimena. Hoy del castillo apenas queda un murallón terroso desde el que se divisa una bella panorámica.El apogeo económico de Belorado fue temprano como cruce de caminos entre el valle agrícola y la sierra ganadera, entre reinos distintos que favorecían a la villa para atraerla. En el siglo X, el primer conde castellano independiente, como agradecimiento a que en Belorado le libraron de los hierros con que le tenían preso el Rey de Navarra (como dice el poema de Fernán González), concedió a la villa el privilegio de celebrar mercado los lunes costumbre que anima todavía la Plaza Mayor porticada.

En 116, Alfonso I el Batallador (rey navarro-aragonés), le concedió el fuero y entre los privilegios que recoge, le permite celebrar una feria que es la más antigua documentada en la historia de España; para entonces ya era importante la Judería al pie del Castillo cuyo Barrio "El Corro" conserva un aire pintoresco.
Su desarrollo fue en aumento y a principios del siglo XIII, en el reinado de Alfonso VIII, por privilegio real pudo el Concejo de la Villa usar sello que legitimara sus documentos. Su apogeo previció a lo largo del siglo XIII ptenciada especialmente por Alfonso X el Sabio que en sus estancias en la Villa le hizo importantes donaciones.

Pedro l el Cruel agradeció a los moradorees de la villa, su apoyo en la guerra pero tras su muerte la nueva dinastía castigó a la villa que perdió su carácter realengo y especialmente a la judería a quien fue gravando con impuestos y trabajos cada vez más humillantes provocando su diáspora a la decadencia de Belorado.Los Reyes Católicos son su decreto de expulsión acabaron por arruinarla. No obstante quedaron adineradas familias de conversos pues aquí nació Simón Ruiz, banquero de Felipe II.Si los Reyes potenciaron la villa en la Edad Media, en la Edad Moderna, Belorado perteneció al Señorío de los Condestabless de Castilla contando con importantes familias nobiliarias que destacaron en expediciones a América, en las letras (beliforano fue el preceptor de las hijas de Felipe II), y en las ciencias (Hipólito Ruiz dirigío en el siglo XVIII una expedición científica para estudiar la flora americana).

De entre los monumentos beliforanos destacan el Castillo y las iglesias de San Pedro y de Santa María. La de San Pedro se localiza en el centro neurálgico de la población, la plaza mayor porticada, construida en el siglo XVII. El gran presbiterio aparece ocupado por un monumental retablo rococó. Más interesante es la iglesia de Santa María, erigida a los pies del cerro del Castillo, en el siglo XVI. En el interior del templo hay un bello retablo, presidido por las imágenes de Santiago Matamoros y Santiago Peregrino, que data de hacia 1570. Detrás de la iglesia hay un escarpe del terreno en el que se abren algunas cuevas que, según la tradición, sirvieron de eremitorio para San Caprasio y sus compañeros.

En el extremo norte de la villa, y arruinada en su práctica totalidad, se halla la iglesia de San Nicolás, de la que sólo se conservan restos de un bello arcosolio renacentista.
De época barroca es la ermita de Nuestra Señora de Belén, que se ubica a la entrada de la villa en pleno Camino de Santiago. Paseando por Belorado se pueden contemplar algunas casas con escudos de gran calidad estética, como la casa de los Salas, en la calle Mayor, y el escudo de Ungo de Velasco, en la plaza principal, ambos del siglo XVIII.
En la actualidad, Belorado es una villa tranquila, muy atractiva para los amantes de la naturaleza, que pueden practicar el senderismo entre bellos parajes de hayedos y robledales, pescar truchas en el Tirón, hacer parapente desde la Muela, etc.

sábado, 6 de diciembre de 2008

-Pineda de la Sierra



En plena Sierra de la Demanda, al pie del monte San Millán y mirando a la Sierra del Mencilla
se emplaza la villa de Pineda de la Sierra, situada a 1.211 metros de altitud.

PINEDA DE LA SIERRA es una Villa milenaria, cuya fundación se atribuye al conde don Sancho, el de los Buenos Fueros, porque, en efecto, don Sancho también concedió a PINEDA una carta foral. Pero esta carta, es precisamente la prueba de que ya preexistía la Villa, y con experiencia de ganaderías, toda vez que no parece congruente conceder libre tránsito por el Condado a 15.000 cabezas de ganado de una Villa nueva cuya capacidad y circunstancias de asentamiento y de explotación se desconocen.
Parece más razonable aceptar el poblamiento de PINEDA durante la primera ola foramontada que subió desde la Bureba por el Valle de Oca, saltó al Arlanzón, fijándose en la Alta Sierra en poblados como Alarcia, Villorobe, Uzquiza, Herramel, Villasur de Herreros y otros. Y esto sucedió a finales del siglo IX. Por eso, PINEDA fue incluida en el alfoz de Oca, cuya cabeza era Villafranca y luego en la Merindad de Montes de Oca.
La Villa destacó pronto por su ganadería y de ahí se derivó el privilegio del conde don Sancho, que ratificarán los reyes de Castilla, en virtud del cual, los vecinos de PINEDA podrán poner en trashumancia una cabaña de 15.000 cabezas de ganado ovino, sin que nadie pudiera impedirlo o que exigieran gabela o tributo por ello.
Que PINEDA no fue fundación de don Sancho lo prueba el documento del Archivo de Cardeña, de 23 de mayo del año 932, cuando comenzaba a gobernar el conde Fernán González, abuelo de don Sancho. En ese pergamino leemos por vez primera el nombre de PINEDA, con ocasión de donar el magnate Asur González al monasterio de Cardeña la Iglesia de San Miguel, señalando que la propiedad de dicha iglesia "lindaba con el camino que viene de PINEDA". Cuando el rey Sancho II determina restaurar la diócesis de Oca en la ciudad de Burgos, comienza a delinear los fundamentos económicos de la misma. Así, en 18 de marzo de 1068, concede al obispo don Simeón determinados derechos de pasto en los montes de Oca y de PINEDA. Concede, incluso, la autorización para construir algunas tenadas para guardar los rebaños del obispado.
En 1136, el emperador Alfonso VII confirma el fuero concedido por el conde don Sanchoy el nombre de la Villa sigue apareciendo constantemente en la documentación medieval. La actividad repobladora o colonizadora no se limitó al casco urbano de Pineda y a su magnífica iglesia románica, obra del siglo XII. Su pórtico es una de las expresiones más acertadas de la función de los mismos, no solamente defendía las cuidadas portadas, eran, además, el lugar preferido para celebrar los concejos abiertos, tras los actos litúrgicos, en los que democráticamente, se trataban los asuntos atañentes a la comunidad vecinal.
Se dice que dentro del actual término municipal hubo otro poblado llamado de SAN MAMÉS. Estaba a 4 kilómetros, al N. NO, sobre el cerro que llaman de San Mamés. Lo cierto es que si hubo, no por mucho tiempo, un convento de frailes franciscanos, de la reforma del célebre fray Lope de Salinas. Las crónicas de la Orden dicen que duró poco "por estar en tierra sumamente fría,áspera y montañosa". La ermita que recordaba el monasterio también ha desaparecido.
PINEDA DE LA SIERRA salió airosa de la crisis napoleónica. Por aquí actuó el famoso Cura Merino y los mozos de la Villa supieron acompañarle en su glorioso empeño. Sin embargo, el siglo XIX traería grandes cambios a la Sierra. Al comenzar la década de los Cuarenta de este siglo, PINEDA mantenía su población en 228 habitantes. Ya se explotaban dos minas de carbón de piedra y la minería era una ilusión de futuro; al tradicional cultivo del centeno y del lino se había unido la patata. Aunque algo disminuidos se mantenían los rebaños de vacuno, de caballar, de ovejas merinas y de churras, así como el esquileo y el lavado de lanas. Se cuidaban los montes de roble y de hayas; dos molinos cantaban sus canciones de molinería; se practicaba la pesca y la caza mayor, incluido el lobo.
La iglesia románica de San Esteban adornada con altares barrocos, se cuidaba como la joya de la Villa y la escuela funcionaba con 60 niños, cuyo maestro recibía 1.500 reales. Se contribuía al Estado con 4.383 reales y el presupuesto municipal ascendía a 6.000.La minería fue la gran ilusión serrana del siglo XIX y parte del XX. Quienes hurgaban en las entrañas de la Sierra descubrían venas de hierro, de cobre, de plomo, de carbón y de otros minerales. PINEDA resultaba una población muy favorecida. Se descubrieron hierro, plomo y galena; en 1863 se explotaban 7 minas de carbón y era famosa la mina de plomo llamada "Carmina".
Cuando se construyó el llamado Ferrocarril Minero, se le hizo pasar por PINEDA en su trayecto entre Villafría y Monterrubio de la Demanda. La ilusión se redujo a competencia entre los capitalistas, a dificultades en la explotación y transportes y a calidades de los productos. Prácticamente, a mediados del siglo XX se había abandonado las minas y el Ferrocarril Minero, tras una fraudulenta quiebra, pasó a ser una raya en los mapas de la época.
Al doblar el siglo XIX, PINEDA registraba la mayor población de su Historia, 472 habitantes que en 1950 eran ya 338. Pero entonces a la Villa le correspondió otra suerte, la del Turismo y el Deporte de la nieve y del Montañismo.
El barrio principal, el de Ondevilla, se sitúa en la margen derecha. En él se localizan los principales edificios. Por un lado, destacan las espléndidas casonas construidas por los ricos señores ganaderos que se establecieron en la villa, núcleo fundamental de la ganadería trashumante de la zona. Son edificios aislados, de gran solidez y sobriedad de formas, tan sólo contrarrestada por el color rojizo intenso de los sillares de arenisca que componen sus muros. Es frecuente que un gran alero proteja la fachada. Por su elegancia, algunas parecen verdaderos palacios. Por otro lado, se pueden observar las típicas casas serranas con sus características chimeneas troncocónicas encestadas. También en este mismo barrio se alza la iglesia de San Esteban, que conserva de su original fábrica románica el ábside, parte de los muros y una preciosa galería porticada. El resto del edificio y la torre responden a una transformación posterior.

Pineda es un buen lugar para disfrutar de la nieve durante el invierno o de los paseos en
cualquier época del año. Un albergue, emplazado a los pies del pico Mencilla, frente a la empinada
pista de ski “Valle del Sol”, es un excelente centro de operaciones. Desde el mismo pueblo, un bello camino asciende entre frondosos bosques de hayas hasta “El Esteralbo”, un merendero con mesas y parrillas desde el que se contempla un vista espectacular del pueblo y del valle del Arlanzón. El camino continúa, ahora en forma de pista transitable por vehículos, hasta el Valle del Sol, desde donde puede emprenderse el empinado ascenso a pie hasta la Concha y el pico Mencilla. En la Sierra del Mencilla se puede disfrutar de uno de los bosques más ricos de toda la provincia de Burgos, integrado por abedules, acebos, robles y hayas, que dan cobijo a una abundante fauna salvaje.

De Pineda parte también una de las rutas para ascender al Pico San Millán, de 2.131 metros
de altitud. El recorrido desde aquí presenta menor dificultad que la ruta desde Santa Cruz del Valle Urbión y está indicado para todo tipo de senderistas.