lunes, 26 de noviembre de 2007

-Frias.



En pleno valle del Ebro, sobre un peñasco de toba cercano a Los Obarenes se encuentra la
ciudad de Frías, de enorme interés geográfico, histórico y artístico. El nombre de esta ciudad ya hace referencia a sus condiciones climáticas, ya que desde antiguo se caracterizó por ser un lugar frío, aunque con claras ventajas estratégicas.
Frías surgió en el contexto de la Repoblación, ya que la ocupación de la margen derecha del
Ebro exigía contar con un nuevo emplazamiento estratégico de fácil defensa.
Aparece por primera vez citada en documentos del año 867. A la muerte de Sancho III, las luchas del siglo XI entre castellanos y navarros dejaron el poblado casi arruinado. De ese estado se repondrá lenta y trabajosamente a lo largo del siglo XII, para convertirse en una de las villas más dinámicas del territorio norteño burgalés. Alfonso VIII ratificará con el correspondiente fuero, otorgado en 1202, la importancia de Frías, consagrada como villa estratégica para el desarrollo económico de la comarca y para el transporte de mercancías desde la ciudad de Burgos al Cantábrico. Entre los grupos llegados a Frías al amparo de los privilegios alfonsinos se encontraban los judíos.
Durante la primera mitad del siglo XV, Juan II otorgó a la villa numerosos privilegios y en 1435
le concede el título de “ciudad”. Años después, en 1446, será donada a la poderosa familia de los
Velasco, condes de Haro, a cambio de Peñafiel. Los Velasco completan así su dominio en todo el
norte burgalés. En 1492, durante el reinado de Isabel la Católica, se crea el ducado de Frías a favor de D. Bernardino Fernández de Velasco y desaparece su judería. A partir de ese momento, la ciudad inicia su lento e inexorable declive, a pesar de algunos intentos puntuales de recuperación.
En 1728, Felipe V exime al valle de Tobalina de la jurisdicción de Frías. Los acontecimientos
históricos posteriores no sirvieron para revitalizarla. Frías estuvo en manos de los duques hasta que en el siglo XIX se suprimieron los señoríos.

Sobre un cerro desde el que se domina todo el territorio, se alza la inconfundible y bella
silueta de la población con su destacado castillo, situado en la parte más elevada. A sus pies se
sitúan las casas, apiñadas en torno a la calle mayor y a otras paralelas secundarias. La imagen de las casas colgadas sobre el precipicio, en la vertiente meridional del cerro, han contribuido a hacer de este pueblo uno de los lugares más pintorescos de Castilla. El caserío se adapta perfectamente a la abrupta pendiente del cerro; no en vano algunas de las casas tienen alguna de sus paredes interiores labradas en roca viva.
La estructura regular del conjunto viene marcada por las condiciones de adaptación y defensa. Dada su privilegiada ubicación, Frías no necesitó nunca construir una muralla continua; tan sólo se juzgó necesaria la defensa a lo largo de la calle del Mercado, entre la base de la torre principal del castillo y el final del peñasco. En este tramo se abrió la puerta de la Cadena, de la que aún hoy se conservan algunos restos.

Aún es reconocible en la trama urbana de Frías la antigua división en zonas o barrios,
surgidos en las distintas fases de poblamiento. La zona más antigua es La Muela, adaptada a la
forma alargada del cerro. En uno de sus extremos se sitúa el castillo, y en el otro, la iglesia de San Vicente. Otra zona se estructura en el lado oeste; es el barrio de San Juan y la antigua judería.
Parece que la parte más moderna es la actual entrada al pueblo, conocida como Barrio Castellano o de San Francisco, llamado así por encontrarse aquí emplazado el antiguo convento de los
franciscanos.
Todas las casas tienen una morfología tradicional, con entramado de madera y relleno de adobe o de piedra toba. Las calles son estrechas y angostas y las plazas sólo se abren en la parte alta.

Entre las riquezas artísticas de Frías hay que destacar la iglesia de San Vicente, que se
encuentra al lado del castillo. Siempre ha sido considerada como la principal de la ciudad. La traza primitiva fue románica, pero ha llegado hasta nosotros como una extraña mezcolanza de estilos y materiales. La portada románica fue vendida y actualmente se encuentra en el Museo de Claustros de Nueva York. Conserva tres naves góticas de igual altura y una pequeña cúpula en el centro. En el interior, lo más interesante es la capilla del Cristo de las Tentaciones, y sobre todo, la capilla de la Visitación, plateresca, en la que se conserva una bella imagen románico-gótica de la Virgen.
Igualmente son muy interesantes algunas pinturas renacentistas sobre tabla.
La iglesia de San Vitores es la segunda iglesia que aún queda en Frías de las cinco que
existían en época medieval. Esta construcción, del románico tardío, se levanta en una ladera. Tiene una única puerta orientada al Sur, que conserva todavía su estructura originaria y las arquivoltas apuntadas, que sugieren una construcción realizada ya en el siglo XIII.
Las construcciones religiosas de Frías se completan con el Convento de San Francisco y el
de Santa María de Vadillo, que tenía fundamentalmente carácter de hospital. El convento de San Francisco se situó inicialmente a orillas del Ebro, extramuros de la ciudad, como era habitual en la orden franciscana. En el siglo XIV se trasladó al lugar que ocupa hoy en día, a la entrada de la
ciudad.
Se mantienen algunos restos de su iglesia, hoy modificados y convertidos en viviendas. El convento de Santa María de Vadillo está situado en la margen derecha del río Molinar y también hoy ha sido convertido parcialmente en viviendas; su iglesia gótica fue abandonada.
Cada año, el domingo más próximo al 24 de junio, la ciudad celebra la fiesta del Capitán, una
de las más antiguas y originales del folklore español. Su origen se remonta a los levantamientos de la población de Frías en protesta por el cambio jurídico-institucional que supuso, a mediados del siglo XV, su segregación del realengo y su inclusión en el régimen solariego, bajo el señorío de los Velasco. También recuerda la liberación de las tropas napoleónicas. En vísperas del día de la fiesta se elige a quien representará al “capitán”, que es ataviado con un uniforme militar decimonónico. El capitán debe demostrar ante sus convecinos sus destrezas ondeando una bandera. Un grupo de danzantes, vestidos de blanco y con enaguas, acompañan al capitán en su recorrido por las calles de Frías, bailando al ritmo de la dulzaina, el tamboril y las castañuelas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario