El escudo circular fue característico de la Península Ibérica durante todo el período íbero y celtíbero. Era de forma redonda, con unas dimensiones que oscilaban entre los 50 y 70 centímetros de diámetro, estaba fabricada en cuero o en madera forrada de piel. Podía llegar a pesar hasta 8 kilos. Es similar en forma y estructura al escudo griego, pero de menor tamaño.
En las representaciones aparecen estos escudos con una empuñadura central y, en algunos casos, como una serie de círculos concéntricos.
Junto a los escudos de cuero existían otros de madera, decorados al exterior con grandes tachones de bronce repujado, láminas finas que no añaden apenas protección ni llegan al borde del escudo, pero que resultarían imponentes. Estas decoraciones aparecen en toda la Península desde el S. V a.C.
Obviamente el escudo de cuero era demasiado liviano y los de madera eran los más utilizados, al menos desde el S. IV a.C., según muestran los arqueólogos.
Al morir el guerrero el escudo ardía en la pira funeraria.
Obviamente el escudo de cuero era demasiado liviano y los de madera eran los más utilizados, al menos desde el S. IV a.C., según muestran los arqueólogos.
Al morir el guerrero el escudo ardía en la pira funeraria.
Reconstruyendo la cara interna de una caetra ibérica de hacia 350 a.c obtenemos un escudo que mide unos 60 cm de diámetro, con un alma de madera encolada y cubierta de cuero o fieltro al exterior.
La manilla metálica interna asegura el conjunto, y la almohadilla de lana protege los nudillos. El telamón o correa sirve para el transporte, pero se enrolla a la muñeca como un fiador durante el combate.
A pesar de que se pueda pensar de que la caetra es pequeña, era suficiente para proteger adecuadamente el torso del guerrero.
La decoración exterior que adornaba los escudos no cumplía una mera función decorativa, sino que servía para identificar a los diferentes clanes, al menos es lo que lleva a creer las fuentes literarias del gran historiador del imperio Romano Tito Livio.
A pesar de que se pueda pensar de que la caetra es pequeña, era suficiente para proteger adecuadamente el torso del guerrero.
La decoración exterior que adornaba los escudos no cumplía una mera función decorativa, sino que servía para identificar a los diferentes clanes, al menos es lo que lleva a creer las fuentes literarias del gran historiador del imperio Romano Tito Livio.
En las estatuas este sistema defensivo es representado esquemáticamente con una X labrada en torno a la muñeca izquierda.
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