Los romanos invadieron la Península Ibérica, Hispania, como ellos la llamaron, en el año 218 antes de Cristo, y su dominio imperial directo duró hasta el 411 de nuestra era. Fue más de medio milenio de romanización, que exigió la construcción de una red de carreteras o calzadas de vocación comercial, económica y militar.
Una de las vías más importantes comunicaba Astorga, en León, con Burdeos, atravesando los Pirineos por el actual Roncesvalles. Un ramal de esa vía principal se desviaba desde Herrera de Pisuerga (en latín, Pisorica), en tierras palentinas, para dirigirse a Reinosa, donde se ubicaba la ciudad romana de Juliobriga. Desde ésta bajaba al Valle de Mena, Balmaseda, Avellaneda y, finalmente, el puerto de Flaviobriga, la actual Castro Urdiales, atravesando la tierra de los autrigones.
En el pueblo menés de Irús la calzada se conserva en perfecto estado en algunos de sus tramos y va paralela al río de la Hijuela. Presenta robustos muros de contención en los márgenes y un firme con más de cuatro metros de anchura, adoquinado y con un cordón central longitudinal de piedras.
Además de varios puentes —el de las Ahorcadas cerca de Hornes es uno de los mejor conservados— y alcantarillas, destacan, sobre todo, los miliarios de El Berrón y Nava de Mena. Estas dos piedras conmemorativas fueron levantadas en el siglo III de nuestra era —años 238 y 251—, en tiempos de los emperadores Maximino y Decio, y en sus respectivas inscripciones hacen referencia al arreglo y mejoras efectuadas en las infraestructuras de la vía.
A finales del siglo VIII también sería utilizado por los primeros foramontanos que repoblaron la primitiva Castilla: Lebato, Muniadona, Vitulo y Ervigio.
Esta calzada fué utilizada como vía secundaria del Camino de Santiago a partir del siglo XI.
A lo largo del recorrido se puede disfrutar de las cascadas que forma el río Hijuela (en época de invierno y primavera).
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