La Junta de Castilla y León ha pagado nada menos que 1,6 millones de euros por la supuesta espada del Cid: La Tizona. Pertenecía al marqués de Falces, que la heredó de un antepasado al que se la había regalado Fernando el Católico. Ha habido cuatro informes negativos sobre la misma, pero el gobierno autonómico dice que la hoja de la espada fue forjada en la primera mitad del XI. Y por lo visto, el dato ya les parece suficiente. La polémica está servida y puede servir de ejemplo de las pasiones que aún suscita el Cid, en especial entre sus paisanos de Castilla y muy en particular entre burgaleses.
Porque la polémica que rodea al Cid ya se ha librado previamente en torno al muy discutido paradero de sus veneradas cenizas. Una aventura que es, a la vez, todo un viaje... físico, turístico e iniciático. La leyenda cuenta que el Cid siguió peleando después de muerto y consiguió ganar una batalla póstuma cuando sus compañeros sujetaron el cuerpo, ya difunto, sobre su caballo «Babieca».
El hecho no es seguro que ocurriera, pero la leyenda empezó a rodear de una aureola mágica a los restos de don Rodrigo Díaz de Vivar. Su cuerpo fue depositado en lo que hoy es iglesia de San Esteban en Valencia, donde pasó tres años hasta que Doña Jimena abandonó la ciudad del Turia llevándoselo consigo, ya momificado.
El atrio del monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña fue su próxima estancia y, a su muerte, fue colocada junto a él, el cuerpo de Doña Jimena. Tuvo que pasar cerca de siglo y medio para que Alfonso X el Sabio, tras larga polémica con la iglesia, consiguiera introducir los cuerpos de ambos en el interior del templo, parada obligada para todos los interesados en el buen caballero.
Así llegamos a mediados del siglo XV, cuando, debido a una reforma en el monasterio, los restos son exhumados y depositados en la sacristía donde pasaron casi cien años. La humana curiosidad fuerza la apertura del sarcófago, y se puede así contemplar su cuerpo cubierto con rica mortaja morisca, las espuelas, el escudo y una monumental espada que un hombre solo apenas podía manejar. Pero pasa el tiempo y, de nuevo, sus restos son mudados de lugar y colocados esta vez en el ábside, donde permanecerán hasta 1736, año en el que se construye una capilla especial para albergarlos.
Hasta que llega 1808. Los franceses saquean Burgos y sus monasterios de las Huelgas y San Pedro de Cardeña. Se abren y profanan sarcófagos de reyes y nobles en busca de joyas y objetos de valor. El del Cid no fue una excepción y algunos de sus huesos viajaron a diversos lugares: Francia, en primer lugar y, después, Alemania y Centroeuropa. Durante el saqueo un oficial se apropió de tres de las óseas reliquias que fueron a parar a Francia, de donde nunca más regresaron. Por lo visto, podrían estar en poder de los descendientes del oficial, en la pequeña localidad francesa de Charlieu, con pergaminos incluidos que atestiguan su autenticidad. Más patriótica fue la suerte de los que fueron a parar a manos del príncipe de Hollenzollern, ya que regresaron a España gracias a una intervención, en 1883, del Rey Alfonso XII. Varios otros de los dispersos huesos desaparecieron.
Tras la salida de los franceses de España, el sarcófago con los restos que aún quedaban fue devuelto a Cardeña, donde permanecieron por unos 40 años más. Pero, con la Desamortización, el monasterio es abandonado, y de nuevo tenemos a los huesos del Cid camino de Burgos, hasta aposentarse esta vez en el Ayuntamiento. En 1921, al fin, se dispuso que los restos de ambos esposos reposaran en la catedral, donde se encuentran desde entonces. Bajo la lápida, con los versos del «Cantar del Mio Cid» grabados en ella, parece que por fin van a descansar en paz. Pero, ¿cuántos huesos del original guarda la catedral? ¿Entregaron los príncipes alemanes los que tenían o se los dieron a otros nobles?
El pasado año el gerente del palacio checo de Kynzvart afirmó que allí se guardan reliquias «del héroe nacional español, El Cid, y de doña Jimena», para ser más precisos, se custodiaría parte del cráneo del Cid y un fémur de Doña Jimena. Este castillo, en la Bohemia Occidental, perteneció a la familia Metternich y puede que alguno de sus miembros recibiera éste o aquel hueso como presente de los Hohenzollern. Sería de desear que, si hay más lugares de Centroeuropa que crean tener los huesos de Don Rodrigo, así lo declararan. Aunque, quizá, si se reuniesen todos, habría más de un Campeador. En la capilla del Corpus Christi de la catedral burgalesa está también el llamado cofre del Cid, entregado como fianza a los judíos Raquel y Vidas (en realidad, un arcón del XIV donde el cabildo catedralicio guarda sus documentos). En el Arco de Santa María (una de las antiguas puertas de la ciudad) hay también un hueso del héroe. Y en cuanto a su caballo Babieca, se dice que fue enterrado en la fachada del Monasterio de San Pedro de Cardeña.
Fuente: Cesar Justel Abc.es
¡Quédate de piedra! Ep.1 Los huesos del Cid Campeador
ResponderEliminarEl Cid Campeador hizo un largo recorrido en vida, aunque lo que quizás no todos saben es que sus huesos deambularon después de estar muerto.
https://www.youtube.com/watch?v=aaE4ftM7awU&feature=relmfu
ESPAÑA SAQUEADA GRACIAS A FERNANDO VII. VERGUENZA DE PAÍS!!..
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