En el extremo meridional de la Lora burgalesa, Peña Amaya se asoma como una adelantada atalaya sobre la campiña castellana. Desde la Prehistoria, las condiciones estratégicas de este favorecido enclave han atraído a muy diversos pobladores. A finales de la Edad del Bronce, en torno al s. X a.C. la presencia humana en el cerro se intensifica, convirtiéndose durante la Edad del Hierro (s. VIII-I ane.) en uno de los principales castros de los cántabros, que perdura hasta el último episodio de la conquista romana de la Península (29-19 ane).
Se funda entonces la ciudad romana de Amaia Patricia, que será tomada por el rey visigodo Leovigildo en el año 574 dne. Tarik ben Ziyad, caudillo de la invasión árabe, arrasa esta plaza en el año 712 dne., expulsando al dux Pedro, padre del futuro Alfonso I. Amaya queda deshabitada hasta finales del s. IX (860 dne), cuando el conde Rodrigo, por orden de Ordoño I, repuebla este lugar, que pronto pasa a convertirse en una de las plazas más importante de la primera frontera de la Reconquista cristiana. La villa medieval permanecerá en el cerro, amparada por la fortaleza que se alza en el punto más alto, hasta que, probablemente en el s. XII, la población se traslade a la llanura inmediata.
El castillo, como sede del poder señorial, continúa en uso al menos hasta entrado el s. XIV.De esta dilata historia, hoy podemos observar la trinchera de acceso al castro, posiblemente de época cántabra, las ruinas del pueblo medieval, que tal vez reaprovechó estructuras más antiguas, las murallas que defendieron el castillo y, en la cima, apenas vestigios de la imponente fortaleza que señoreó Amaya.
Se funda entonces la ciudad romana de Amaia Patricia, que será tomada por el rey visigodo Leovigildo en el año 574 dne. Tarik ben Ziyad, caudillo de la invasión árabe, arrasa esta plaza en el año 712 dne., expulsando al dux Pedro, padre del futuro Alfonso I. Amaya queda deshabitada hasta finales del s. IX (860 dne), cuando el conde Rodrigo, por orden de Ordoño I, repuebla este lugar, que pronto pasa a convertirse en una de las plazas más importante de la primera frontera de la Reconquista cristiana. La villa medieval permanecerá en el cerro, amparada por la fortaleza que se alza en el punto más alto, hasta que, probablemente en el s. XII, la población se traslade a la llanura inmediata.
El castillo, como sede del poder señorial, continúa en uso al menos hasta entrado el s. XIV.De esta dilata historia, hoy podemos observar la trinchera de acceso al castro, posiblemente de época cántabra, las ruinas del pueblo medieval, que tal vez reaprovechó estructuras más antiguas, las murallas que defendieron el castillo y, en la cima, apenas vestigios de la imponente fortaleza que señoreó Amaya.
Fuente: Celtiberia.net
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