La verdadera historia de aquellos yacimientos empieza mucho tiempo antes, durante el Cretácico Superior, hace más de 65 millones de años. Entonces se depositó la roca que compone la Sierra de Atapuerca, en el fondo de lo que entonces era un mar somero que cubría buena parte del territorio. La caliza se formó a lo largo de millones de años, en la época en que los dinosaurios dominaban la biosfera. Después, cuando el mar se retiró, la caliza fue empujada por las mismas fuerzas tectónicas que dieron origen a los Pirineos. La roca fue deformada hasta crear un pliegue que corre a lo largo de la cresta de la Sierra. Durante el período Terciario (65 a 1,7 millones de años), la erosión fue rellenando lo que hoy es el valle del Duero, que se había convertido en una cuenca sin salida al mar. Las montañas al Norte y al Sur fueron limadas poco a poco por las aguas, y los sedimentos así formados cubrieron el fondo del valle hasta rellenarlo. La altura del valle llegó casi a alcanzar la cumbre de la Sierra. Al principio del Plioceno (entre 4 y 5 millones de años dentro del mismo periodo Terciario), lagos transitorios de agua dulce cubrieron toda la región dejando como recuerdo indeleble una capa de calizas, llamadas Calizas del Páramo, que hoy recubren las mesas frente a la Sierra de Atapuerca al otro lado del río Arlanzón, en el lado sur del valle.
Poco después, los fenómenos geológicos empujaron a la Península Ibérica, y acabaron por hacerla bascular. De esta forma, el valle del Duero se abrió al mar y comenzó una etapa de erosión que continúa hoy en día. El río Arlanzón comenzó a labrar su valle, y, al hacerlo, el agua comenzó también a tallar las entrañas de la Sierra. La caliza se disolvió, y se formaron cuevas que se fueron haciendo cada vez más grandes y profundas a medida que el lecho del valle descendía . Hace más de un millón de años, algunas de aquellas cuevas estaban abiertas y secas.
Cuando los primeros homínidos llegados a la península Ibérica decidieron moverse entre las dos cuencas fluviales a través del corredor de La Bureba, la sierra de Atapuerca debió de representar para ellos una verdadera atalaya y observatorio de los terrenos de caza circundantes.
La sierra de Atapuerca está llena de cavidades que comenzaron a formarse durante el Mioceno, hace entre siete y cinco millones de años. El conjunto de galerías interiores del sistema de Cueva Mayor y Cueva del Silo tiene una longitud de 3700 metros y representa una de las cavidades más importantes de la cuenca del Duero.
Fuente.: Universidad Complutense de Madrid y Cervantes Virtual.
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