Enclavada en mitad del centenario robledal del monte de las ‘Majadillas’ del alfoz de Arlanzón, en plena sierra de la Demanda, se erigió, desde el año 980 al 1709 el convento de Foncea, habitado por seis sacerdotes seculares y un abad.
La abadía de Foncea era un estamento intermedio entre el Obispado y la Diócesis para la administración Diocesana. Estaba dirigido por un abad, un personaje importante que normalmente era el deán de la Catedral de Burgos, y tenía una jurisdicción muy amplia para ayudar al Obispo, en lo espiritual y lo material: «dominaba hasta Pradoluengo, Belorado, los Juarros y una parte cercana a Burgos», subraya Agustín Lázaro, Canónigo fabriquero de la Catedral de Burgos y natural de Arlanzón. Tanto la Abadía como el pueblo nacen juntos, en el siglo X, y tan importante fue este templo que el título de abad lo ostentaron algunos Papas: «Clemente VII y Gregorio XII, tienen el título de abades de Foncea y precisamente en el vestuario de Canónigos de la Catedral de Burgos se conserva el cuadro de Clemente VII como abad de este lugar», asegura Lázaro.
En los documentos más antiguos aparece el nombre de Foncea derivado de ‘Adaluceia’, ‘Adaluceta’, ‘Arlucea’, ‘Franlucea’ y ‘Foncea’. Se trata de un fonema de origen íbero. En el convento se veneraba al patrón San Miguel Arcángel y a la virgen de Santa María: «Aquí se recupera una historia de siglos muy unida a nuestro pueblo», afirma Ramón del Hoyo, obispo de Cuenca y natural de la localidad. Especial y místico es el enclave donde se erigió el templo, encrucijada de caminos, paso obligado de la calzada romana que unía Lara con Villafranca Montes de Oca -‘Auca’- y Briviesca -’Virovesca’-.
Se trata también de una vía paralela al primitivo Camino de Santiago, el que llegaba a Burgos por la carretera de Logroño, por el barrio de Capiscol, en lugar de por la calle Vitoria y la Real y Antigua: «Hay documentación abundante de los Reyes que pasan por este camino yendo a Logroño o Pamplona y pasando siempre por Arlanzón», asegura el fabriquero de la seo.
Lo cierto es que no se sabe por qué se ubicaron en este lugar, probablemente escondiéndose de todas las razas de los árabes porque en Arlanzón seguramente hubo una pequeña colonia judía al ser una localidad con su importancia comercial dentro del Camino de Santiago: «Sabemos que hay nombres de origen francés y otros de origen judío que viven en el pueblo, incluso hay una casa que por las trazas, podría ser la sinagoga», aventura Lázaro.
Desde Arlanzón para arriba todo es territorio de minas y de pozos. Había cobre, plata y otros minerales. Los romanos, al construir sus vías, se encontraron con una mina de plata y la explotaron. En el siglo XII, Alfonso VIII dona la mina al Cabildo para que extraigan toda la plata que puedan en favor de la Catedral. Toda la zona está plagada de pequeñas ermitas: San Mamés, San Andrés, La Magdalena...
Fuente: Diariodeburgos
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