La villa de Hacinas se encuentra en uno de los parajes más bellos y pintorescos del viejo
alfoz de Lara, a los pies de un pequeño montículo desde el que se domina el valle regado por el río
Arlanza. La comarca está dominada por una gran plataforma rocosa, la Peña de Carazo, fortaleza
natural que gozó de un gran valor estratégico en el pasado.
alfoz de Lara, a los pies de un pequeño montículo desde el que se domina el valle regado por el río
Arlanza. La comarca está dominada por una gran plataforma rocosa, la Peña de Carazo, fortaleza
natural que gozó de un gran valor estratégico en el pasado.
Este territorio, habitado desde la prehistoria, ha sido siempre una encrucijada de culturas. Los arévacos, tribu celta que ocupó estas tierras, dieron paso a la civilización romana, que extendió su hegemonía desde la cercana Clunia. Quedan también abundantes restos de la época visigótica (eremitorios como la cueva de San Marcos, tumbas antropomorfas de piedra que pueden contemplarse al lado de la iglesia de San Pedro).
Hacinas, que en el siglo X forma parte del Alfoz de Lara, se integra en el Fuero de Salas, otorgado por Gonzalo Gustios, padre de los Siete Infantes sobre los que versa el célebre romance castellano. Desde el siglo X, la villa formó parte del señorío de diversos nobles y entidades eclesiásticas hasta que en el siglo XIV pasó al señorío de los Velasco y en el XVI al de los condes de Monterrey. El trazado del pueblo es irregular y alargado y se divide desde el siglo XVI en cuatro barrios: Barrio de la Fuente, la Revilla, Barrio Nuevo y San Pedro, antes denominado la Calleja. No se conservan casas de blasones ni escudos nobiliarios.
A la entrada del pueblo se puede contemplar una curiosa colección de árboles fosilizados pertenecientes a la era secundaria con unos 120 millones de años de edad. Están considerados como unos de los fósiles vegetales mejor conservados de toda la Península Ibérica.
El castillo, en estado ruinoso, fue levantado entre finales del siglo IX y principios del X y tuvo una importancia destacada en las luchas con Navarra del siglo XI. Es un espléndido mirador desde el cual se contempla una vista privilegiada.
En la Plaza Mayor se sitúa la picota, levantada en el siglo XVI. Asimismo, de la plaza arranca una escalinata que conduce a la iglesia de San Pedro cuyo campanario, asentado directamente sobre la roca, otorga al pueblo una pintoresca silueta. La torre-campanario de Hacinas es uno de sus elementos emblemáticos. Es una espadaña natural de roca arenisca, de 20 metros de altura, con dos ventanales de arco de medio punto y la figura del Sagrado Corazón sobre ellos.
La iglesia, cimentada directamente sobre la roca, presenta una fábrica en la que se mezclan los estilos gótico y barroco, conservándose sólo seis capiteles de lo que fue el primitivo templo románico. Mientras las naves y la cabecera son góticas, la torre y la monumental portada, presidida por una escultura de San Pedro, son barrocas. En el interior hay cinco retablos también barrocos. En las afueras de la población se encuentra la ermita de Santa Lucía, construcción realizada en los siglos XVI y XVII.
Uno de los elementos más interesantes de la villa es su entramado urbano, que conserva uno de los más ricos repertorios de la arquitectura popular de la Sierra. Hay que destacar la presencia de las características chimeneas encestadas, así como la utilización de la piedra, como material constructivo básico, y de los entramados.
Hacinas es uno de los pueblos que mejor ha sabido conservar sus tradiciones. Entre sus fiestas hay que destacar la romería de Santa Lucía, que se celebra el domingo anterior a la festividad de San Mateo (21 de septiembre), y los carnavales, con la tarasca, la vaca adornada y sus comarrajos. Según la tradición, la imagen fue hallada en el hueco de una peña próxima a la actual ermita.
Fuente: turismoburgos.org
Se puede encontrar más información sobre la villa en la página web del Centro de Visitantes del Árbol Fósil de Hacinas http://arbolfosilhacinas.es/
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