jueves, 1 de mayo de 2008

-El siglo de oro burgalés.


A mediados del siglo XV, el semblante de los burgaleses cambia de nuevo, esta vez para bien. Se roturan nuevos campos, se amplía la cabaña ganadera, se organizan mejor los campos de cultivo y las zonas de pasto, se intensifica selectivamente el cultivo de la vid, mejoran las comunicaciones, se anima el mercado, sector en el que la ciudad de Burgos va a situarse en vanguardia durante más de un siglo, y se multiplican las actuaciones encaminadas a enriquecer el territorio cultural con notabilísimas obras de arte.

En este campo, las obras maestras se multiplican por doquier, tanto en el ámbito de la arquitectura como en el de la escultura y la pintura. Los estilos se suceden con cierto dinamismo, pasando del Gótico flamenco del siglo XV y principios del XVI – agujas y Capilla del Condestable de la catedral de Burgos, claustro del monasterio de San Salvador de Oña, Santa María de Aranda de Duero-- al Renacimiento –escalera dorada y cimborio de la Catedral de Burgos, palacios de las calles burgalesas Fernán González y Calera, Puerta de los Romeros del Hospital del Rey--.


En todo este frenesí creativo, las instituciones eclesiásticas compiten en iniciativas y afán renovador con la nobleza, como venía siendo habitual, grupos a los que ahora se unen las oligarquías urbanas, sobre todo la burgalesa, inmensamente enriquecida con el negocio de la lana y generosamente dispuesta a participar en el mecenazgo del arte burgalés.

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