El ciclo expansivo iniciado a mediados del siglo XV se quiebra en la década de los ochenta
del siglo XVI, dando paso a un periodo de atonía y recesión generalizada, con descenso de la
producción, retroceso demográfico y ralentización de los intercambios, en cuyo sector se dejaba notar la quiebra del mercado de la lana castellana con Flandes. La ciudad de Burgos pierde la mitad de su población, descenso también apreciable en Miranda de Ebro y Aranda de Duero, en este caso de manera más llamativa, dado el relativo buen tono de la economía de La Ribera gracias a la buena marcha del negocio del vino a lo largo de todo el siglo XVII.
del siglo XVI, dando paso a un periodo de atonía y recesión generalizada, con descenso de la
producción, retroceso demográfico y ralentización de los intercambios, en cuyo sector se dejaba notar la quiebra del mercado de la lana castellana con Flandes. La ciudad de Burgos pierde la mitad de su población, descenso también apreciable en Miranda de Ebro y Aranda de Duero, en este caso de manera más llamativa, dado el relativo buen tono de la economía de La Ribera gracias a la buena marcha del negocio del vino a lo largo de todo el siglo XVII.
De esta atrofia general, que se va a prolongar a lo largo de todo el siglo XVII y comienzos del XVIII, se libra también, en parte, la comarca de La Sierra, donde la boyante ganadería y la carretería compensan la caída de la producción agraria. Particularmente destacado, en el mismo ambiente de atonía general, es el contraste que ofrece la villa de Lerma a comienzos del siglo XVII, gracias al empuje urbanístico y constructivo del Duque de Lerma, auténtico artífice de la imagen más rutilante y esbelta de la villa a lo largo de su historia.
De acuerdo con estas pautas, la producción artística también se ve afectada por la crisis, cuyo síntoma más evidente es la disminución de la construcción de edificios, para refugiarse
selectivamente en la escultura y en la pintura. Salvo en casos aislados, más frecuentes en las zonas antes citadas de menor incidencia de la crisis, el barroco, estilo artístico dominante en la época, se refugia en el interior de los edificios, fundamentalmente religiosos, alumbrando un riquísimo patrimonio artístico, que se plasma en retablos, esculturas y pinturas de gran fuerza expresiva e impacto visual.
Andando el siglo XVIII, la tendencia vuelve a cambiar de signo, alumbrando un nuevo periodo de crecimiento, que traerá consigo novedades de significado histórico trascendental. En el ámbito de la ideología, La Ilustración, alentadora de una cultura de signo laicista y vocación rupturista respecto al pasado. En el ámbito de la economía, las primeras experiencias de empresas fabriles –en Burgos, Pradoluengo, Frías, Espinosa de los Monteros, Valdenoceda y Melgar de Fernamental--, de las que tan sólo las pañerías de Frías y de la capital, y, sobre todo, de Pradoluengo, consiguieron asentarse en el panorama económico provincial.
Con las ideas ilustradas llegaron el intervencionismo estatal en materia de enseñanza del arte y la implantación de unas consignas estéticas de corte academicista y desangelado, que tomaron forma con el Neoclasicismo. Estas formas aún inspiran algunas construcciones religiosas, entre las que destaca la iglesia monasterial de Santo Domingo de Silos, aunque su proyección se deja notar con mayor nitidez en buena parte de los edificios públicos levantados en la segunda mitad del siglo, entre los que destaca un buen número de Casas Consistoriales --Burgos, Sotillo de la Ribera, Miranda de Ebro…--, cárceles, alhóndigas, posadas, hospitales, hospicios, escuelas o teatros.
Fuente: turismoburgos.org
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