Desde Quintanapalla, al noreste de Burgos, se accede a una ruta de casi seis kilómetros de una antigua vía romana -La Vía de Italia in Hispania o Via Aquitana- que entra en este término procedente de la Granja de las Mijaradas y discurre por el páramo en sentido este-oeste.
El trazado de esta calzada romana atraviesa en la provincia de Burgos, los términos municipales de Fresno de Río Tirón, Cerezo de Río Tirón, Belorado, Briviesca, Quintanilla San García, Bañuelos de Bureba, Castil de Peones, Quintana Vides, Santa Olalla de Bureba, Monasterio de Rodilla, Quintanapalla, Melgar de Fernamental, Villayerno-Morquillas, Burgos, Tardajos, Las Quintanillas, Villanueva de Argaño, además de los municipios de Isar, Padilla de Abajo, Sasamón, Grijalva, Hurones, Santa María del Invierno y Riocerezo.
El ingeniero romano era el encargado de diseñar un camino que fuera seguro, duradero y con una construcción lo más barata y cómoda posible. Por eso, trazaban el itinerario por lugares elevados (en el caso de Quintanapalla se levantó sobre un páramo para evitar la acción erosiva del agua, mucho más acentuada en las zonas de valle). Además, este terreno permite un trazado bastante recto que facilita la circulación. Y además, para contrarrestar el efecto del agua y conseguir perfiles llanos se construían potentes terraplenes. El aporte de tierra que estos requerían fue costoso, pero compensó con una calzada firme y duradera para el tráfico de carros, lo que explica conservación incluso hoy día.
La construcción de vías implicaba un proceso en el que participaban personas especializadas en distintos trabajos como el ingeniero, encargado de diseñar el trazado; el constratista y administrador, encargados de gestionar el dinero; y, por último, obreros especializados, encargados del aporte de material y mano de obra para la calzada.
A la hora de plantear la construcción se contaba con el material de la zona y para la realización de los terraplenes se colocaba en la base una capa de grandes bloques de piedra sobre los que se asentaban otros de menor tamaño, se echaba tierra y se finalizaba con una capa de cantos muy pequeños -gravilla- formando una superficie uniforme sobre la que se desplazaban los carros -nivel de rodadura-.
Su anchura era la suficiente como para que dos carros se cruzasen sin llegar a colisionar y la capa superficial facilitaba que los desplazamientos fuesen suaves y rápidos. Como todo camino, la vía dio lugar a pequeños núcleos de población como ventas y posadas que en muchos casos evolucionaron hasta convertirse en pueblos o ciudades, algunos de los cuales perviven como Briviesca.
Fuente: diariodeburgos.es
Leí lo del Diario. Sobre trazados de las calzadas, discrepo de esa opinión. Trazaban las calzadas por donde más fácil defensa tenían en caso de ataques, que eran los sitios elevados. El estudio más completo sobre las calzadas en Burgos es del profesor Abásolo, publicado por la Diputación en 1.975, que recomiendo a los interesados en el tema. Manzacosas
ResponderEliminar