miércoles, 9 de enero de 2008

-Napoleón en Burgos


Entre noviembre de 1808 y enero de 1809 Napoleón Bonaparte atravesó varios municipios de Castilla y León en persecución del ejército británico que huía hacia el norte.

El mayor error que he cometido es la expedición a España», reconoció Napoleón en 1819, ya preso en Santa Elena, después de que la derrota de su ejército en la Guerra de la Independencia y la pérdida de 200.000 soldados en el intento fallido de sumar España a su imperio supusiera el principio del fin de su sueño europeo. Por eso, en cuanto las cosas empezaron a no salir como esperaba -ya a mediados de 1808 la derrota francesa en Bailén, la resistencia de Zaragoza y las continuas rebeliones en el norte hacían peligrar su intención invasora- decidió acudir en persona, y escoltado por un gran ejército, a solventar los problemas a los que su hermano José I, «el rey intruso», no había podido hacer frente.

Así, Napoleón cruzó la frontera española por Bayona el 6 de noviembre de 1808 en dirección a Madrid, escoltado por un gran ejército, y «entra como un huracán», señala el escritor Miguel Ángel Martín Mas, con dos importantes batallas con el objetivo de «abrirle las puertas» de Burgos. Por un lado, el mariscal Soult derrotó al Conde de Belvedere en el barrio de Gamonal el 10 de noviembre y, por otro, el mariscal Víctor se enfrentó al inglés Blake en Espinosa de los Monteros, en la madrugada del 10 al 11 de ese mismo mes.

Tras estas batallas, Napoleón llegó a Burgos el 11 de noviembre, una de las ciudades que más sufrió durante la Guerra de la Independencia al ser lugar de paso de miles de soldados durante los seis años que duró el conflicto. Tan lamentable situación observó el emperador cuando se dirigía de regreso a París que designó como gobernador de toda Castilla la Vieja, con cuartel general en Burgos, al general Thiébault que atesora, entre otros logros, la limpieza de la ciudad, el cementerio extramuros y «el sepulcro del Cid y Doña Jimena de San Pedro Cardeña», después de que las tumbas de ambos fueran profanadas por soldados franceses, señala Martín Mas. Este hecho se destacó en una inscripción que desapareció en 1842, cuando los restos del Cid y su esposa se trasladaron a la Catedral.

En su estancia en Burgos, Napoleón se instaló en el Consulado y se proclamó dueño y señor de Burgos. Durante esos días inspeccionó el castillo y ordenó obras de fortificación en él, decretó medidas enérgicas para mantener el orden en la ciudad, disolvió los anteriores organismos oficiales nombrando nuevas autoridades afectas a su causa. Asimismo sustituyó el Ayuntamiento por la Junta de Municipalidad y Gobierno, que tomó posesión el 24 de noviembre, decretó la suspensión del culto en los templos y vendió los bienes de los conventos y monasterios para pagar a sus tropas.
Como medida para garantizar la seguridad del avance hacia el sur, ordenó la ocupación de Aranda, Lerma, Palencia y Valladolid.

Tras su estancia en Burgos, el 22 de noviembre Napoleón continúa el camino hacia el sur, sin producirse más batallas importantes hasta la frontera de Segovia con Madrid, en el puerto de Somosierra, con excepción de un pequeño enfrentamiento en Sepúlveda, el 28 de noviembre, donde un batallón español logró retrasar unas horas el avance de Bonaparte. La batalla de Somosierra (una de las pocas en las que participó el propio Emperador) dio la llave al ejército francés para entrar en Madrid y tomar la ciudad, rendición que se hizo efectiva el 3 de diciembre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario