miércoles, 16 de abril de 2008

-Ibeas de Juarros.


Los primeros documentos escritos que dan cuenta de su existencia se remontan al siglo x; a la época en la que se estaba formando Castilla, la primitiva y vieja Castilla. El más antiguo conocido es del año 921. Ese año, por el Becerro Gótico de Cardeña, consta la donación que hace el conde Gonzalo, hijo del fundador de Burgos Diego Porcelos, al Monasterio de Cardeña de unos molinos que poseía entre Villalbura y Castrillo del Val, exactamente, se dice, "en aguas de Ebeia". Ese mismo año, por otro documento, el Monasterio de Cardeña compraba al matrimonio Velasco y Vila una tierra que poseían "en la villa que llaman Ebeia, junto a nuestros molinos", por el valor de 10 sueldos de plata.

El siguiente documento es del año 970. El abad de un pequeño monasterio fundado en San Adrián de Juarros compra ciertos derechos sobre un molino que se conoce como Fuente Navarra, situado en el río de Ibeas, en términos de Cuzcurrita". A partir del año mil, ya en el siglo XI, se van haciendo más frecuentes las menciones de Ibeas, casi siempre tratándose de operaciones de compraventa o donaciones de tierras y de derechos sobre molinos construidos junto al cauce del río Arlanzón.

El lugar se denomina EBEIA. Ebeia, según los especialistas, es una voz de origen vasco, euskérico, derivada del vocablo IBAI-A que significa lugar junto al río o simplemente Vega. Eso sería etimológicamente Ibeas, un lugar junto al río. Más tarde - aparece por vez primera en 1032- se le añadiría el nombre común de Juarros, también derivado del vasco Zubarro o Zugarro que significa olmo.
Los orígenes de Ibeas hay que ponerlos, sin duda, en relación con el proceso de conquista y repoblación protagonizados por los cristianos del Norte, que, arrancando de Covadonga allá por el año 720, se expanden en lucha contra los árabes hasta llegar a estas tierras. Eso debió ocurrir entre los años 800 y 900. Es entonces cuando toda esta comarca del Alto Arlanzón se va llenando de asentamientos humanos estables y duraderos.
Es probable que antes hubiera habido grupos humanos más o menos inestables. No lejos de aquí, por Brieva, parece que pasaba una calzada romana que unía Lara con Briviesca, y más tarde, con los visigodos, algunos restos en la ermita de la Virgen del Cerro, junto a Cueva de Juarros, tal vez permitan pensar en un cierto grado de poblamiento anterior.

El asentamiento de Ibeas, con sus casas, corrales y huertos en torno a una pequeña iglesia, debió surgir en los primeros momentos, todavía en el siglo IX. Bien protegido frente a posibles ataques árabes por las fortalezas de Arlanzón, de Burgos y de Santa Cruz de Juarros, contaba con todo lo necesario para vivir con dignidad: buenas y abundantes aguas, al abrigo de los vientos y con productos variados que iban desde los cereales panificables como el trigo, la cebada o el centeno, al lino, para fabricar vestidos, o los productos de huerta y la ganadería, la caza o la pesca.

Ibeas vivió su primer milenio en el ambiente y en la norma castellana; supo además Ibeas mantenerse en el realengo y librarse de los señoríos particulares, incluso los eclesiales. Administrativamente Ibeas fue incluida en el alfoz de Santa Cruz de Juarros; en 1591 aparece en el partido de Juarros y la Mata, y por lo tanto en la merindad de Castrojeriz, donde Ibeas figura con el nombre de Aueas en el Libro famoso de las Behetrías en 1350. En él se dice que Ibeas estaba casi despoblada, pues sólo estaban habitados tres solares. Sólo contribuían al rey con monedas y servicios. En 1843 contaba Ibeas con 136 habitantes; escuela; tres molinos y dos fábricas de papel (de estraza y común). Ya en 1950 habitaban en Ibeas 445 personas.

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