Los dos húmeros muestran signos inequívocos del proceso de
canibalismo que tuvo lugar en la cueva hace 900.000 años. El húmero del
adulto fue quebrado con un golpe certero para obtener la médula. El
impacto, seguramente producido con una piedra, se aprecia a simple
vista. La fractura de la diáfisis tiene forma en espiral y es una clara
evidencia de que la rotura se produjo en el hueso fresco. Las marcas de
descarnado para extraer las masas musculares son numerosas y espectaculares.
Además, las dos cóndilos de la epífisis distal, donde se insertan
números músculos que permiten flexionar el brazo y los dedos, fueron
destrozados a golpes para separar las masas musculares.A pesar de los daños, aún es posible estudiar varias de sus características anatómicas. El húmero ATD6-148 corresponde a un brazo izquierdo. Es muy robusto y presenta inserciones musculares muy desarrolladas. Sin duda, el brazo de este joven adulto fue tan potente como el de nuestro Rafa Nadal. De ahí el nombre con el que hemos querido bautizar el fósil, y que también quiere ser un guiño a los enormes éxitos del deporte español en un momento tan particular, sobre el que no me parece necesario dar más explicaciones. No podemos determinar si este húmero era de un hombre o de una mujer. Las dimensiones no son concluyentes. Pero este detalle no es importante. El húmero RAFA pasará a la historia de la evolución humana con todos los honores.
Sin querer entrar en detalles complejos, la anatomía de los dos húmeros (que se suma a otras evidencias anatómicas) sugiere que la especie 'Homo antecessor' está relacionada con los neandertales y sus antecesores del Pleistoceno Medio. 'Homo antecessor', 'Homo heidelbergensis' y 'Homo neanderthalensis' serían especies hermanas, hijas de un mismo «padre», que posiblemente evolucionó durante milenios en el sudoeste de Asia. Los homínidos que colonizaron Europa llegaron en momentos distintos y parecen conservar una herencia genética común, que nos permite rastrear tanto su origen como sus relaciones de parentesco filogenético.
Fuente: www.elmundo.es Jose María Bermúdez de Castro
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