jueves, 17 de julio de 2008

-Expedición internacional de 1958 en Ojo Guareña.


Bajo el murallón rocoso de la ermita de San Bernabé, a unos pocos minutos de la entrada vertical del mazico kárstico de Ojo Guareña, se instaló el campamento base de los espeleólogos que iban a protagonizar la mayor aventura subtarránea de todos los tiempos. Muchos habían leído a Julio Verne, y aunque sabían que en el centro de la tierra no había animales antediluvianos que pudiesen poner en peligro sus vidas, aquella aventura les iba a deparar numerosas sorpresas, como les ocurría a los protagonistas de la novela del gran escritor francés.

La empresa, bautizada OG-58 o ‘La mayor aventura subterránea del mundo’, fue un acontecimiento histórico de primer orden. En ella participaron, liderados por los miembros burgaleses del Grupo Edelweiss, espeleólogos franceses, italianos, monegascos y españoles pertenecientes a diferentes grupos montañeros del país (en plena vigencia del ‘Telón de acero’, el grupo polaco, que estaba invitado, no pudo asistir). En total, cerca de sesenta expertos. Del evento se hicieron eco todas las agencias de noticias nacionales y muchas internacionales que vocearon el acontecimiento por todo el mundo, así como emisoras de radio y periódicos.

Si la cobertura internacional fue amplia, en España no tuvo parangón, hasta el punto de que se rodó una película de varios minutos para el NO-DOLos integrantes de Edelweiss se convirtieron en los anfitriones después de haber participado, los dos años anteriores, en sendas expediciones de similares características en Francia y en Polonia. Agosto fue el mes elegido para iniciar tan singular peripecia. Con el fin de que todo estuviera a punto, meses antes se había hecho una primera incursión que no fue sino un precedente exitoso de la empresa que se desarrollaría en verano. Pero, además, Edelweiss tuvo que hacer frente al coste de los preparativos. Por un lado, la Diputación Provincial aportó 28.000 pesetas de la época; por otro, los espeleólogos recurrieron a firmas comerciales para que, a cambio de publicidad, enviaran sus productos, imprescindibles para la cuestión logística.
A los burgaleses José Luis Uribarri, Aurelio Rubio o Félix Rojo, almas de Edelweiss y autores del descubrimiento, dos años antes, del potencial de Ojo Guareña, se unió aquellos días un espeleólogo catalán que escribió un dietario, un cuaderno de bitácora describiendo aquellas jornadas memorables. Se llamaba José María Armengou. El 20 de agosto encabezó así sus notas: «Hoy es el día de la gran exploración. Es el día en que los diferentes equipos dejan las prospecciones para entrar de lleno en el trabajo de la exploración...». En aquella jornada se halló una vasija de cerámica y lo que parecía un dibujo de antílope o corzo, copiado por los expedicionarios usando papel celofán; además, avanzaron muchos metros por diferentes galerías. Los días siguientes fueron similares: se encontraron restos óseos, algunos humanos, más utensilios (una punta de lanza, un puñal...), se siguió avanzando y topografiando más y más metros, a la vez que se descubrían nuevos accesos y oquedades.

Durante aquella aventura se topografiaron casi 10 kilómetros que convirtieron a Ojo Guareña en el karst más largo de España, título que, todavía hoy, y con 100 kilómetros más descubiertos, sigue ostentando medio siglo después. «En ese momento llegaron a creer que estaban en la mayor cavidad del mundo, aunque poco más tarde se supo que había otras en Estados Unidos mayores», señala Miguel Ángel Martín, portavoz de Edelweiss. Además de los restos, se descubrieron los santuarios de Cueva Kubía, la Sala de la Fuente y la Galería Macarroni.

Alberto Rodrigo

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