sábado, 15 de septiembre de 2007

-Huesos hioides de Atapuerca




¿Desde cuándo hablan los hombres?, ¿cuándo adquirió el hombre la capacidad del habla?Pues, como mínimo, los individuos del género Homo, al cual pertenecemos todos aunque en algunos casos no lo parezca, hablamos desde hace al menos entre 800.000 y 900.000 años. Como mínimo. Según se desprende del hallazgo y posterior estudio de dos huesos hioides encontrados, cómo no, en los yacimientos de Atapuerca, la meca de la Paleoantropología en Occidente.
La «biblia» de la evolución
El estudio que así lo sostiene ha sido co-dirigido por Ignacio Martínez Mendizábal, profesor de Paleontología de la Universidad de Alcalá, y Juan Luis Arsuaga, catedrático de Paleontología de la Complutense y director del Centro Mixto (UCM-ISCIII) para el Estudio de la Evolución y el Comportamiento Humanos, y aparece hoy publicado en la revista especializada «Journal of Human Evolution», tal vez la más prestigiosa en el campo del estudio de la evolución humana.
El hioides, hueso propio de los mamíferos, se halla en la base de la lengua, justo en la cúspide de la laringe, y en él se insertan hasta once músculos que permiten múltiples funciones. Entre otras, permite casi todos los movimientos de la lengua y la laringe, tales como la correcta deglución de alimentos hacia el esófago, impidiéndoles que penetren por la tráquea.
En el hombre, el hioides permite además la producción del habla, una capacidad que nos pertenece en exclusiva. Por ello, el hioides humano es claramente distinto en su morfología del de nuestros parientes más próximos, chimpancés, orangutanes y gorilas.
Hasta hace apenas dos décadas sólo se conocía un hioides fósil perteneciente a un individuo del género Homo. Fue hallado en el yacimiento israelí de Kebara y perteneció a un neandertal de hace unos 60.000 años. Ese hioides es sensiblemente similar al del hombre moderno, y muy diferente del de los chimpancés. Eso sugirió a sus descubridores que los neandertales podían hablar, en contra de la opinión entonces generalizada en la Antropología, que sostenía que sus gargantas eran más parecidas a las de los primates, lo que les vedaba la capacidad de hablar. Eso, a su vez, habría contribuido a su extinción ante el Homo sapiens, mejor preparado para la competencia.
El segundo hioides fósil fue hallado en Etiopía. Perteneció a un ejemplar de Australopithecus afarensis, homínido que habitó esa región hace 3,3 millones de años. Su morfología se asemeja mucho a la del chimpancé, luego aquellos primeros homínidos no podían hablar.
El tercer hioides fue localizado en el yacimiento asturiano de la cueva del Sidrón. Como el israelí, pertenecía a un neandertal, en este caso de unos 40.000 años de antigüedad, y era del tipo del humano moderno.
El oído humano
Los antropólogos de Atapuerca, mientras tanto, ahondaban en una línea de investigación propia relacionada con la capacidad del habla. Los restos fósiles hallados desde hace veinte años en la Sima de los Huesos han permitido determinar que el oído de aquellos Homo heidelbergensis, antecesores de los neandertales, era hace medio millón de años similar al oído del hombre actual. Es decir, estaba adaptado a percibir con la mayor sensibilidad posible el abanico de frecuencias en las que se propaga el sonido de la voz humana, el habla, mientras que el oído de los primates «trabaja» en las frecuencias correspondientes a sus voces y gritos de llamada.
Si aquellos neandertales estaban especializados en percibir esas frecuencias, habrá que concluir que también producían ese tipo de sonidos, es decir, hablaban.
Apenas tres hioides fósiles no es gran cosa. Martínez Mendizábal explica a ABC que no es extraña esa carencia de más muestras, ya que el hueso en cuestión «es muy frágil, muy pequeño, y en cuanto su tabla externa, finísima, se fractura el tejido interno, que es esponjoso, se deshace como un azucarillo... ocurre algo parecido con las falanges».
El caso es que el cuarto y el quinto hioides fósiles fueron hallados en la inagotable Sima de los Huesos, en Atapuerca. Uno de ellos pertenecía sin duda posible a una mujer, y del otro se puede decir que también era de un adulto. Ambos, en cualquier caso, son los más antiguos conocidos del género Homo: datan de hace 500.000 años. Es decir, eran de Homo heidelbergensis, antecesor remoto de los neandertales. Su morfología era análoga a la del hombre de hoy. Nada que ver con la de los primates. Establecido ya que oían en nuestra misma frecuencia, queda ahora claro que emitían los mismos sonidos. No como Demóstenes, tal vez, pero hablaban.
Nuestras primeras palabras
La misma línea evolutiva en el hioides de neandertales y heidelbergensis, por una parte, y en la del Homo sapiens, por otra, lleva a una conclusión obligada. No es posible que ambas líneas evolucionaran en la misma dirección por separado. Ergo, ambas ramas del género Homo recibieron el hioides como herencia de un antepasado común: el Homo antecessor, que habitó Atapuerca hace entre 800.000 y 900.000 años. También él emitía sonidos como los nuestros. Y eso, como mínimo, porque tal vez el regalo pudo proceder de un ancestro aún más remoto. Pero eso, por ahora, son palabras mayores. Poco científicas. Sea como fuere, nuestras primeras palabras vienen de muy atrás.


Fuente: ABC.es S. BASCO

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