miércoles, 31 de octubre de 2007

-Monte Hijedo.


En pleno Alfoz de Santa Gadea, en el extremo noroccidental de Las Merindades, se encuentra el Monte Hijedo, una de las masas forestales caducifolias mejor conservadas de Castilla y León. La vegetación se extiende como una frondosa mancha verde por una ondulada orografía.
Entre la masa boscosa se intercalan verdes praderas en las que pastan libremente vacas y
yeguas con sus crías. En las 9.500 hectáreas de bosque del Monte Hijedo destacan, sobre todo, dos especies de robles, robur y petrea. Pero en este singular bosque atlántico también crecen hayas, abedules, alisos, arces, acebos y tejos.

El bosque encierra en su umbrío y profundo corazón una llamativa sorpresa: un magnífico y singular conjunto de tejos milenarios. El follaje verde oscuro de estos mágicos árboles destaca con fuerza entre los árboles caducifolios. Formando misteriosos rincones, los grandes tejos tienen la peculiar querencia de crecer sobre las rocas.
Entre la fauna de este paraje único encontramos lobos, corzos, jabalíes, gatos monteses y desmanes de los Pirineos. Entre las aves destacan águilas reales, gavilanes, azores y, especialmente, pitos negros, una especie en vías de extinción.
En medio del bosque se encuentra la llamada Cabaña de Hijedo, una airosa construcción compuesta por palacete y ermita, que se encuentra en regular estado de conservación. Otra construcción singular es la casa-torre de Riopanero, del siglo XVIII, en donde está previsto albergar un centro de interpretación de Monte Hijedo.

martes, 30 de octubre de 2007

-Puertas de la Catedral de Burgos.


La catedral de Burgos consta de cuatro puertas principales de entrada:

- Puerta de Santa María o Real o del Perdón.
Es su puerta principal. Terminada a mediados del siglo XIII, está situada en la fachada principal y antiguamente constaba de tres grandes arcos decorados con iconografía mariana. Tuvo que ser reconstruida en el siglo XVIII, desapareciendo gran parte de la original ornamentación gótica. Aún se conservan cuatro estatuas, organizadas de dos en dos a ambos lados de la puerta, representándose en ellas a Alfonso VI, el Obispo Asterio, Fernando III y el Obispo Mauricio.-


-Puerta del Sarmental.
Construida en torno al año 1230. Es uno de los grandes ejemplos de la escultura gótica española. Consta de un tímpano, rodeado por tres arquivoltas en la que se representan los ancianos del Apocalipsis y varios coros de ángeles. En el tímpano se encuentra la figura de Jesús en majestad, flanqueado por los símbolos de los Tetramorfos (cuatro evangelistas). Bajo el tímpano un dintel con doce figuras sentadas representando a los apóstoles. La puerta está dividida por un parteluz en la que aparece una moderna estatua (sustituyendo a la deteriorada original) en la que se representa un obispo, tradicionalmente se dice que es Don Mauricio, aunque bien pudiera ser don Asterio de Oca o San Indalecio. En las jambas se encuentran esculpidas seis figuras, cuatro de las cuales representan a Moisés, Aarón, San Pedro y San Pablo.

-Puerta de Pellejería o Corralejo.
Fue mandada construir por Juan Rodríguez de Fonseca en 1516 a Francisco de Colonia para que por ella pudieran entrar al templo los habitantes del barrio de pellejeros. De estilo renacentista aunque con algún que otro recuerdo del ya extinto por entonces arte gótico. En ella tenemos relieves a modo de retablo esculpido en piedra representando a San Juan Bautista, San Juan Evangelista, Santiago y San Andrés, así como dos relieves de dos martirios y una representación del obispo Fonseca arrodillado ante la Virgen.

-Puerta de Coronería o Cordelería o Alta o de los Apóstoles.
Está fechada en 1250 y su autor el maestre Enrique. En el tímpano se representa la escena del Juicio Final, con Cristo en trono rodeado de La Virgen y San Juan Bautista, en su parte inferior se encuentra una representación de San Miguel pesando las almas y separando a ambos lados los salvados y los condenados al infierno. Tres arquivoltas rodean al tímpano representando ángeles y escenas del Juicio Final. Unas amplias jambas tienen esculpidas imágenes de los doce apóstoles. Esta puerta estuvo abierta hasta el año 1786 y por ella entraban los habitantes los peregrinos del Camino de Santiago que venían por el camino Francés y gentes del barrio de Coronería y barrios altos de la ciudad cruzando a través de ella y bajando por la escalera dorada. Se cuenta que fue Napoleón el último en pasar por ella y bajar la escalera dorada cuando venía de pernoctar en el palacio de Castilfalé, situado frente a esta puerta.

lunes, 29 de octubre de 2007

-La alimentación de los celtíberos.


La alimentación Celtibérica del siglo II a de C era rica en componentes vegetales y frutos secos (como la bellota), y también incluía vaca, cabra, oveja, ciervo, corzo, jabalí, perdiz, codorniz, hongos, la famosa “Caelia Celtibérica (cerveza de trigo)”, vino (adquirido a los mercaderes que remontaban el Duero) e hidromiel (vino fabricado a base un fermento de agua y miel, muy abundante en la Celtiberia del Alto Duero).

Junto a la ganadería de cabras, vacas y ovejas, y a la agricultura del cereal, los bosques proporcionaban el resto de los elementos que servían de base para la alimentación de los celtíberos, abundantes frutos, bellotas (con las que se fabricaban harinas, al igual que con los cereales) y otros vegetales, componentes fundamentales de la dieta de los celtíberos, así como abundantes setas y hongos, de consumo frecuente. Los pescados se limitaban habitualmente a los de agua dulce que habitaban los ríos.


Por lo tanto, básicamente comian carne y pan y bebían vino con miel, como nos
indica el texto de Apiano: “Comen carnes variadas y abundantes y como bebida toman vino con miel, pues la tierra da miel suficiente y el vino lo compran a los mercaderes que navegan hasta allí”. A través de este texto se pueden apreciar las relaciones de esta zona con los vacceos del Duero Medio.
La falta de vino era sustituida por la denominada caelia, su bebida preferida, que, según Orosio, se hacía de trigo fermentado, extrayendo por medio del fuego el jugo del grano de la espiga humedecido, seco después y reducido a harina y mezclándolo con un jugo suave, cuyo fermento le daba sabor áspero y un calor embriagador.
“Cenan sentados en semicírculo en unos bancos construidos contra la pared; dan el primer asiento a la edad y al honor; comen en rueda...”: aunque Estrabón refiere este texto a los montañeses del Bajo Duero, es aplicable a los de esta zona. De hecho, esta costumbre -de comer en círculo en torno a un recipiente único por riguroso orden con una cuchara de hueso o madera y un pequeño cuchillo o navaja, con la que pinchaban la carne y se cortaba sobre el pan- ha sido característica en los pueblos de esta zona.

Los celtíberos no utilizaban cubiertos, tal como los conocemos hoy en día. La comida se colocaba en el centro y, ayudados por sus cuchillos o puñales, "pinchaban" la comida que se consumía con la ayuda de las tortas de harina de cereal o bellotas... y las manos. También utilizaban rudimentarias cucharas de madera pero, por ejemplo, no utilizaban tenedores o instrumentos parecidos.

domingo, 28 de octubre de 2007

-Covarrubias



La villa de Covarrubias se halla emplazada a orillas del Arlanza, con los sugerentes relieves
calizos de la Sierra de las Mamblas como telón de fondo. La multitud de cavidades de color ocrerojizo
que se abren en las paredes rocosas del entorno, debidas a los procesos de karstificación de la
caliza, han dado su nombre a Covarrubias.

Estas tierras fueron habitadas por el hombre desde tiempos del paleolítico. De la Edad del Bronce quedan restos de un hacha plana. Los primeros pobladores conocidos de Covarrubias fueron los Turmódigos, tribu ibérica pre-romana extendida por gran parte de la provincia de Burgos, como otras tribus de filiación celtibérica. Ellos fueron los primeros en habitar en el entorno inmediato de la Villa. Muchos de sus castros se hallaban ubicados en los altos, podemos ver los restos de un poblado protegido por una incipiente muralla de piedras apiladas en la Muela, en la cercana sierra de Mamblas.
Cerca de Quintanilla de las Viñas, existen vestigios de un poblado celta, como celtas son las estelas funerarias de Lara.
Una vez romanizada, se estableció un castro defensivo y en el llano una pequeña población de la que se han encontrado restos de cerámica, monedas, una ara votiva dedicada al dios Júpiter y restos de inscripciones en las cercanias de la ermita de Redonda y en torno a la iglesia de Santo Tomás.
La huella romana subsiste en el puente que accede a la villa, en el severo torreón ciclópeo -de base probablemente ibera- y en los descubrimientos del Llano de Redonda. La relativa proximidad de la fabulosa Clunia, tuvo que dejar necesariamente muestras de su influencia iberica y romana.
Se mantiene la creencia de que durante la época visigoda es la primitiva iglesia de San Cosme y san Damián. Mandada levantar por el Chindasvinto en el siglo VII, hacia el año 645. Así como el levantamiento de la muralla que rodeaba a la población que quedó arrasada unos años más tarde, hacia el año 737, por los árabes, después de dar muerte a los religiosos del monasterio y a su abad Astorgio.
Durante los decenios siguientes, la meseta se convierte en una tierra de nadie, despoblada y abandonada hasta finales del siglo IX, cuando aparece la inmensa figura de Fernán González, Conde Soberano de Castilla.
El joven conde Fernán González gustaba de descansar en esta villa, en el palacio que tenía su madre Munniadonna. A lo largo de su vida, aunmentó considerablemente su relación con Covarrubias.
Garcí Fernández, su hijo, tomó el relevo en la reconquista a los sarracenos y la unificación de Castilla. A él se debe el engrandecimiento de Covarrubias.
En el año 972 los abades Velasco y Martín con los demás monjes de Valeránica ceden la iglesia y la villa de Covarrubias al conde Garci Fernández a cambio de las aldeas cercanas de San Román, Licinio y Cornelianos, y funda el Infantado de Covarrubias, con lo que la villa se convierte en capital de un extenso territorio eclesiástico, civil e independiente.
En un principio, sería disfrutado por su hija Urraca. La infanta gobernadora sería la única con poder pleno sobre todo lo ubicado en tal demarcación: la que resolvería cuanto fuera preciso a tenor de sus amplísimas atribuciones, la que, en suma, anularía la autoridad del Conde Soberano de Castilla o del mismo rey. Todos cuantos habitaran en tal jurisdicción pasarían a ser vasallos directos de la Infanta. Como los dominios del Infantado iban a dispersarse por un área muy amplia (gran parte de las provincias actuales de Burgos, Santander, Alava, Logroño y Palencia) sus habitantes podrían circular por toda Castilla con entera libertad.
En sus comienzos el infantado de Covarrubias comprendería setenta villas e iglesias, veinte monasterios, infinidad de caserios, quintas, montes, prados, pozos de sal, etc.
El infantado atravesó una grave crisis a la muerte de doña Sancha, infanta de Covarrubias, y del rey de Castilla Sancho III. Nadie podía ocupar la vacante, y Alfonso VIII confió al Arzobispo de Toledo la célebre institución. Pero Fernando III el Santo -nieto de Alfonso VIII- consumó la restauración a instancias de su madre doña Berenguela. Este soberano reunió los miembros separados, devolvió su autonomía primitiva y no habiendo en Castilla Infanta, instauró en su gobierno al Infante don Felipe.
Fue don Felipe uno de los varios hijos que Fernando III tuvo Beatriz de Suavia. Vivió durante sus primeros años bajo la tutela de su abuela doña Berenguela, y queriendo ésta que el niño se inclinára por la carrera eclesiástica le puso por maestro al Arzobispo de Toledo, don Rodrigo. En 1248 quedó vacante la abadía de Covarrubias y don Fernando III presentó a su hijo para esta dignidad. Pero la aparición de la princesa Kristina de Noruega, hija del rey Haakon Haakonson, en Castilla, segó la vida religiosa de Felipe. Ambos se casaron el día 31 de Marzo de 1258 en Valladolid.
Pero la dulce princesa nórdica, muere de melancolía en Sevilla, tras cuatro años de matrimonio, encerrada en su palacio, añorando los fiordos noruegos, y su vida en Tönsberg. Fue enterrada en la colegiata de Covarrubias.
Pero fueron los siglos XV y XVI los siglos de plenitud para esta localidad. En esta época experimentó un gran desarrollo urbano, ampliándose con tres arrabales situados en las salidas de los caminos principales que parten de Covarrubias. La prosperidad de la abadía y de la villa así como la situación de privilegio con la que contaban, aparece una clase acomodada de clérigos e hidalgos cuyas empresas dejarán su impronta en la vida pública de España. Durante el siglo XV se reedifica la iglesia de Santo Tomás y la nueva colegiata, mostrando la riqueza del gótico burgalés. En el siglo XVI se añade el claustro sustituyendo al románico anterior. En Covarrubias nace en 1524 el “Divino” Vallés, médico personal de Felipe II.
A mediados de siglo se restaura el palacio de Fernán González y unos años más tarde se comienza la construcción del Archivo del Adelantamiento de Castilla, creado por una orden de Felipe II. Durante los últimos años del siglo XVI, Covarrubias vio reducida su población por una mortal epidemia que asoló a toda España. Así en 1590 Francisco Valles mandó demoler sus murallas para una mejor ventilación de la villa. A partir de 1759, y con la desaparación de la Abadía, los privilegios quedaron anulados, y si alguno de carácter civil logró subsistir, solamente alcanzó al reinado de Isabel II, durante el que fueron abolidos todos definitivamente.
Son años de decadencia, en los siglos siguientes, XVII, XVIII y XIX apenas hay hechos significativos. Ya en el siglo XX, un gran incendio amenaza con la destrucción de la Colegiata, pudiéndose salvar todo el tesoro gracias a la rápida actuación de los vecinos.
Los escenarios no han cambiado demasiado. Aún podemos contemplar la Villa tal y como la viera el buen conde Fernán González desde el Piélago, cuando volvía del monte de Retuerta de cazar.

viernes, 26 de octubre de 2007

-Caries y poco desgaste en los dientes de los homínidos de Atapuerca de hace 4.000 años



Los homo sapiens que hace entre 4.400 y 4.100 años habitaban la Cueva El Mirador de Atapuerca (Burgos) padecían caries y sarro (placa bacteriana), pero sus dientes sufrían poco desgaste porque consumían alimentos muy procesados.

Así se desprende del estudio realizado por Marina Lozano, investigadora del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), con sede en Tarragona y del Equipo Internacional de Atapuerca (EIA).

La investigación se ha basado en el análisis de 65 dientes correspondientes a seis individuos descubiertos en el yacimiento durante los años 1999 y 2000, aunque sólo han sido de utilidad las 30 piezas posteriores (premolares y molares) halladas, ya que 'son los dientes con los que masticamos y, consecuentemente, son los que tienen más contacto con la comida', ha explicado hoy a Efe Marina Lozano. El estudio de estas piezas indica que estos individuos 'se desenvolvían en una sociedad agraria y ganadera de la edad de Bronce, controlaban procesos culinarios, como el hecho de hervir la comida, y conocían la cerámica, con la que podían cocer los alimentos'.

El desgaste dental observado y la presencia de placa bacteriana y de caries indican que comían carne y vegetales y, gracias a 'las evidencias arqueológicas' se sabe que, en concreto, se nutrían de ovicápridos, ciervos y jabalíes, así como de cereales, como el trigo, y algunas leguminosas como los guisantes', ha agregado Lozano.

'Los alimentos estaban muy procesados y elaborados porque no han dejado casi desgaste en los dientes', señala Lozano, quien añade que 'la cocción que practicaban de los productos facilitaba que al comérselos éstos estuvieran ya muy blandos, fueran poco abrasivos y, por ello, no desgastaban demasiado los dientes'.

La investigadora ha comparado la dentición de los antiguos habitantes de El Mirador con otro estudio de 1999 sobre los dientes descubiertos en otros yacimientos de Atapuerca, concretamente de las piezas posteriores de los individuos de la Sima de los Huesos, correspondientes a la especie homo heidelbergensis, de unos 400.000 años de antigüedad.

Los resultados obtenidos 'constatan una gran cantidad de estrías en el esmalte dental', lo que significa que tenían una dieta integrada por carne y alimentos de origen vegetal, como raíces, tubérculos y hoja, 'muy abrasiva, con una importante presencia de alimentos poco procesados'.

'Esta diferencia en la dieta responde a las diversas maneras de procesar los alimentos que tenían ambos grupos', recuerda Lozano, que apunta que 'los 300.000 años que los separan fueron claves para aprender a controlar y utilizar el fuego, elaborar los objetos cerámicos con los cuales cocinar y acceder a productos cultivados'.

De la comparación de ambos estudios se desprende que la dentadura de los homo sapiens de hace 4.000 años 'era muy similar a la nuestra, con poco desgaste y problemas como la caries', mientras que hace 400.000 años 'la situación era la contraria, ya que casi no se apreciaba la corona de los dientes, que, en cambio, no tenían enfermedades'.

La ausencia de caries o sarro en esa época se debe a 'la práctica inexistencia de carbohidratos y azúcares en la dieta', unas sustancias que empezaron a aparecer en la comida a partir del Neolítico.


Fuente: Terra.es - EFE

jueves, 25 de octubre de 2007

-Aranda de Duero

La villa de Aranda de Duero se encuentra situada en el extremo sur de la provincia de Burgos.
Su tradicional vitalidad y privilegiada situación geográfica le han convertido en la capital de la Ribera del Duero. Desde sus orígenes, se configuró como un lugar de paso al encontrarse muy próxima a las capitales de provincia de su entorno como Burgos, Valladolid, Palencia o incluso Madrid.
En cuanto a los orígenes de la población, carecemos de testimonios escritos o arqueológicos que puedan certificar un posible asentamiento prehistórico o romano, lo que nos obliga a fechar su nacimiento en los momentos posteriores a la llegada de los cristianos a la línea del Duero en el 912.
Aranda ofrece una peculiaridad respecto a las más notables villas de su entorno ya que no consta
que naciera como plaza militar fortificada, sino, más bien, como enlace de comunicación entre las tierras del Norte y el Sur del Duero. Por eso, su nacimiento y, sobre todo, su consolidación como villa debemos relacionarlo con el momento en que los castellanos se sentían seguros más allá del río, lo que no sucedió sino en las décadas posteriores a la muerte de Almanzor y a la posterior
desmembración del califato de Córdoba, en la década de los treinta del siglo XI. Cuando, tras la
conquista de Toledo en el 1085, la línea fronteriza cristiano-musulmana se trasladó definitivamente a la línea del Tajo, la Meseta Norte se sintió dueña de su destino y sus aldeas, villas y ciudades pudieron desplegar su vitalidad sin trabas ni ataduras exógenas. Fue éste el momento en que Aranda se afirmó como una villa dinámica y próspera.

El primer dato documental de la existencia de Aranda nos lleva al año 1088, cuando se celebró el Concilio de Husillos, en el que las diócesis de Burgos y la de Osma se enfrentaron por el poder territorial de esta villa ribereña. La cuestión no se solucionó hasta 1136, cuando se acordó integrar estas tierras en la diócesis de Osma.
Hasta el siglo XIII no vuelven a encontrarse referencias de Aranda; en concreto, existe un documento conservado en el Archivo Municipal arandino donde Fernando III dona ciertas heredades en el término de Aranda. En 1291, el rey Sancho IV expide un documento en el que se reafirma la condición de villa realenga de Aranda, situación que se mantendrá a lo largo de todos lo siglos medievales y modernos. La reina Juana, consorte de Enrique IV, se convirtió en señora de Aranda en 1461, tras conocer en esta villa que se encontraba embarazada de la futura Juana La Beltraneja.

En 1473, Aranda vivió uno de sus momentos más importantes al elegirse la iglesia de San Juan como lugar de celebración el Concilio Provincial de la Archidiócesis de Toledo, presidido por el obispo Alonso Carrillo de Acuña. En sus sesiones se trataron asuntos de interés tanto religioso como político, y, entre éstos, uno de los más importantes fue la unificación de criterios para apoyar la causa de la reina Isabel en su disputa por el trono de Castilla frente a los partidarios de La Beltraneja.
Además del templo de San Juan, a finales del siglo XV se levantó la magnífica iglesia de Santa María, en la que destaca su deslumbrante portada principal, obra tardogótica atribuida a Simón y Francisco de Colonia, y el conjunto arquitectónico del edificio.
Podemos decir que los siglos XV y XVI fueron unas centurias muy prósperas para Aranda, que se convirtió en foco de atracción para las familias nobles de la comarca, que se animaron a construir sus palacios y casas solariegas en la villa, como fue el caso de los Acuña, Rojas, Avellaneda, etc, destacando entre todas la casa de los Berdugo.

El esplendor alcanzado por la villa se pone de manifiesto también en su desarrollo urbanístico, imparable a lo largo de toda la Edad Media. Entre los siglos XI y XII se fortificó mediante una cerca o muralla que contaba con una serie de entradas, de las que sólo se conserva la puerta del Duero. Fuera de este espacio comenzaron a desarrollarse importantes arrabales en la zona que se conoce como Plaza del Trigo, dedicada al comercio de dicho cereal, y la Plaza Nueva (actual plaza Mayor), donde se celebraban los mercados y ferias, al amparo de los privilegios concedidos por la reina Juana. Muchas calles reciben el nombre de los productos que en ellas se vendían (Aceite, Sal, Miel...) o de sus establecimientos (Hospicio y Boticas). En los siglos XIV y XV, se procedió a la construcción de una segunda muralla, para incorporar los espacios anteriores, dejando fuera otros (barrio de San Gregorio, San Francisco, Tenerías, Fuenteminaya...). La Plaza Mayor, la calle San Francisco o la Plaza del Trigo quedaron porticadas para favorecer el desarrollo de las actividades comerciales, además de proteger del frío y la lluvia. Una magnífica imagen de la villa la tenemos en el plano de la localidad, fechado en 1504, que se conserva en el Archivo de Simancas, en el que se ven las principales plazas, calles y edificios del lugar, muchos de los cuales aún se conservan.

En las afueras de Aranda de Duero se encuentra la Ermita de Nuestra Señora de las Viñas,
patrona de la Villa, renovada a mediados del siglo XVI y muy reformada en tiempos modernos. Su origen se relaciona con la supuesta aparición milagrosa, en tiempos de Ramiro I, de una imagen de Nuestra Señora a un labrador, en una viña. En este lugar, según la tradición, los habitantes arandinos levantaron una pequeña ermita donde venerar esta efigie mariana.

miércoles, 24 de octubre de 2007

-Dolmen del Moreco. Huidobro.



El túmulo de El Moreco, datado en el 3.200 a.C, es el más espectacular de todos los de La
Lora. Se encuentra situado en las proximidades de la Hoya de Huidobro, en un amplio valle seco. De planta circular, llegó a medir más de 27 metros de diámetro por más de 2 metros de altura. Su estructura presenta un modelo complejo en el que el recinto megalítico aparece protegido por varias capas a modo de coraza. Los numerosos saqueos a los que ha sido sometido han hecho que tan sólo se conserven cinco ortostatos de la cámara, de los cuales dos presentan pinturas de color rojo que representan de manera esquemática figuras humanas con una finalidad ritual. Asimismo, debido al expolio, únicamente fueron encontrados unos cuantos restos óseos y de ajuar. Gracias al hallazgo de una madera de roble quemada en la base del monumento, fue posible conocer su fecha mediante un análisis de carbono 14.

martes, 23 de octubre de 2007

-Alfonso I El Católico.



Si con el nombramiento de Pelayo como rey de los astures en el año 718 se daba origen legendario al primer núcleo de resistencia frente al Islam en el norte de la península, será con su yerno Alfonso I con quien el reino astur se consolide y dirija sus miras hacia los territorios del sur. Los cristianos de la cornisa cantábrica ven despejado su horizonte y se marca un punto de inflexión en su trayectoria, de ahí la importancia que para la historia de nuestro país tiene este monarca, apodado "El Católico" por su interés en potenciar la religión cristiana en sus dominios.

Alfonso I sucede a Favila, hijo de Pelayo, cuyo reinado duró apenas dos años, del 737 al 739. El final de sus días llegó de forma terrorífica, cuando un oso le despedazó mientras disfrutaba de unas jornadas de caza, a las que era muy aficionado. El joven monarca apenas tuvo tiempo para consagrar la ermita de la Santa Cruz, construida en Cangas de Onís, capital del reino, como recuerdo del triunfo de su padre en Covadonga.

Nacido en el año 693, Alfonso I era hijo del dux Pedro de Cantabria. Se casó con Ermesinda, hija de Pelayo, con lo que a la muerte de Favila, se convirtió en único heredero del trono, lo que constata la tradición matrilineal propia de la sociedad gentilicia astur.
De esta manera se unirán a los territorios originarios del reino, los dominios de su padre Pedro, dando lugar a una extensión formada por Cangas de Onís, Liébana, Transmiera, Sopuerta, Carranza y Bardulia, que según la Crónica de Alfonso III, correspondía a la primitiva Castilla, que se situaba en el norte de la actual provincia de Burgos, cuyo límite meridional quedaría fijado por el río Ebro, en territorio fronterizo con los vascones.
El inicio del reinado de Alfonso I, en el año 739, coincide con un enfrentamiento civil en Al-Andalus entre bereberes y árabes. Los primeros, que estaban al frente de las guarniciones de la Meseta Norte, abandonan sus posiciones dejando el terreno libre para un hábil Alfonso, que viendo una gran oportunidad para afianzar su territorio, se lanza hacia el oeste incorporando a su reinado la diócesis de Iria Flavia, con lo que abre sus dominios a la costa gallega, que desde entonces, queda incorporada al reino astur.
Hacia el 750, una enorme hambruna y una epidemia de viruela merman los territorios del valle del Duero, ya de por sí despoblados, lo que favorece las incursiones de los astures. La Crónica de Alfonso III nos dice que acompañado de su hermano Fruela, "llevó a cabo muchos combates contra los sarracenos y capturó muchas ciudades que éstos habían ocupado. Esto es, Lugo, Tuy, Oporto, Braga, Viseo, Chaves, Ledesma, Salamanca, Zamora, Ávila, Segovia, Astorga, León, Saldaña, Mave, Amaya, Simancas, Oca, Veleya, Alavense, Miranda, Revenga, Carbonera, Abalos, Briones, Cenicero, Alesanco, Osma, Clunia, Arganda, Sepúlveda, con todos sus castros, con villas y aldeas..."
Muy optimista se mostraba el cronista, en la Albeldense, se nos dice simplemente que "invadió victorioso las ciudades de León y Astorga, poseídas por los enemigos, asoló los Campos que llaman Góticos hasta el Duero y extendió el reino de los cristianos..."
Sin tomarlas al pie de la letra, el relato de ambas Crónicas nos permite trazar los límites entre Al-Andalus y el reino astur durante el reinado de Alfonso I. Saldaña, Mave, Amaya, Oca y Miranda constituirían una primera línea fronteriza, que los musulmanes protegerían con centros fortificados más alejados, como Astorga, León, Clunia y Osma. En el Valle del Ebro, las fortalezas de Miranda, Revenga, Carbonera, Abalos, Briones, Cenicero y Alesanco constituirían el limes de los territorios vascones.
El objetivo de las incursiones dirigidas por Alfonso I sería el de crear una gran franja fronteriza, en su mayoría despoblada, que supusiera un cordón de seguridad frente a los musulmanes. Esto explica que, según la Crónica de Alfonso III, se dedicara a eliminar los núcleos de población musulmana y a llevarse a los habitantes cristianos hacia las zonas más seguras del norte peninsular.
Este fenómeno permitió la introducción de formas de vida visigodas en los núcleos poblaciones de la cordillera cantábrica y la costa gallega, que dejaron una cierta influencia en la centralización del poder y en el régimen de servidumbre, claves para entender el futuro desarrollo del reino astur. Así también, en este fenómeno encontramos la base del surgimiento del neogoticismo, que inculcó entre los astures la idea de Reconquista.

A pesar de sus incursiones, Alfonso I no consiguió establecer un dominio estable sobre las zonas del Valle del Duero, pero sí que logró despoblar de enemigos extensas franjas del norte peninsular. Desde entonces, los musulmanes establecieron tres marcas fronterizas, las de Zaragoza, Toledo y Mérida, altamente fortificadas. El Valle del Duero se convirtió en escenario de continuas escaramuzas bélicas entre los reinos cristianos del norte y Al-Andalus.
De su matrimonio con Ermesinda, Alfonso I tuvo tres hijos: Fruela, Vimarano y Adosinda. Tras enviudar, engendró otro vástago de una cautiva, al que llamó Mauregato. A su muerte, fue su hijo Fruela quien le sustituyó, reinando desde el año 757 hasta el año 768.
A parte de las incursiones militares, Alfonso I mostró una gran preocupación por engrandecer y enriquecer la capital de su reino, Cangas de Onís, potenciando a su vez la vida cristiana, lo que le valió el apelativo posterior de "El Católico". Fundó el monasterio de San Pedro de Villanueva, junto a Cangas, y el de Santa María de Covadonga, cuyo aspecto se desconoce, pero que bien pudieron ser la incipiente muestra de un estilo arquitectónico propio, que comenzaría a gestarse en este momento y que alcanzaría su mayor esplendor a partir del reinado de Ramiro I.
Alfonso I murió en el año 757, rodeado de una aureola de santidad y sus restos reposan en la santa Cueva de Covadonga, junto a su mujer Ermesinda.


Fuente:ARTEGUIAS: Mario Agudo












domingo, 21 de octubre de 2007

-Hasta siempre, Juan Antonio Cebrián.



Hoy nos ha dejado un genio, una de esas personas que dejan su huella en nuestro corazón, una persona que sin conocerla le consideras como un amigo del alma.
Nos ha dejado un gran comunicador, una excelente persona, un amigo de todos, un amigo de la vida y un poeta de la historia.
Los que no pudimos estudiar historia nos interesamos en ella gracias a tí.
La semilla que has plantado germina en nuestras mentes y en nuestros corazones.
Hasta siempre amigo Cebrian

"No contempleis mis cenizas con tristeza.

Ya no estoy aquí.

Ahora formo parte del Universo.

Soy polvo de estrellas,

Soy el rumor de los vientos,

Soy el resplandor de un diamante en la nieve

Soy la luz del sol que hace madurar el grano,

Soy la suave lluvia del otoño.

Cuando os desperteis al alba silenciosa,

Soy el viento que eleva a los pájaros tranquilos,

Soy la estrella suave que resplandece en la noche.

No acompañeis mis cenizas con nostalgia.

Ya no estoy aqui.

No lloreis por mi.

Me tendreis con vosotros en las pequeñas cosas. "

sábado, 20 de octubre de 2007

-Conjunto Megalítico de la Paramera de la Lora.

Desde el IV milenio a.C, las poblaciones neolíticas de una buena parte del entorno mediterráneo y de la fachada atlántica europea adoptaron la costumbre de enterrar colectivamente a sus muertos en el interior de grandes construcciones de piedra conocidas como dólmenes o construcciones megalíticas. La extensión de este fenómeno por la Península Ibérica fue extraordinaria, exceptuando únicamente el curso inferior del río Ebro, el litoral valenciano y el sector oriental de la submeseta sur.
Uno de los espacios donde encontramos una notable cantidad de monumentos megalíticos es en la Paramera de la Lora burgalesa. A partir del II Milenio, los megalitos fueron perdiendo su sentido funerario, aunque su atractivo perduró a lo largo de la historia como lo demuestra la existencia en ellos de objetos de época romana, medieval y moderna.

Los megalitos son considerados como la primera huella visible y perdurable de tipo constructivo dejada por el hombre en el territorio. Éstos tenían una finalidad muy clara: convertir la tumba en un elemento destacado del entorno. Por ello, siempre aparecen en lugares prominentes y con potencialidades agrarias, pues su ubicación no es azarosa, sino que responde a intereses estratégicos y socioeconómicos. Así se explica su presencia cerca de manantiales y siempre en espacios susceptibles de ser cultivados, para asegurar la vida de las poblaciones allí asentadas.
Hoy día los dólmenes están al lado de parcelas cultivadas, lo cual es bien significativo siendo el terrazgo existente en la Paramera escaso y discontinuo, por la poca aptitud de la mayor parte del terreno para su aprovechamiento agrícola.

Los dólmenes se componen de dos elementos bien diferenciados funcionalmente: uno “interno”, estrictamente megalítico, que actúa como recinto funerario principal, y otro “externo”, denominado túmulo, cuyo objetivo es dar consistencia y resaltar todo el conjunto. En la Península Ibérica presentan siempre planta circular, y en concreto, los de La Lora responden, en su mayoría, al denominado sepulcro de corredor. Reciben este nombre porque a la dependencia principal o cámara, más o menos circular, se añade un pasillo de acceso, el corredor, construido con bloques de menor tamaño, que comunica el área funeraria con el exterior.

Fueron lugares de enterramiento colectivo, como lo demuestran la formación de grandes depósitos de huesos en su interior. Los enterramientos tienen diferente cronología. Esto indica que los megalitos se utilizaron de forma ininterrumpida durante varios siglos. Muchos han sufrido un expolio sistemático y al ser excavados, los osarios se hallan muy revueltos. Frecuentemente, junto a los enterramientos hay una serie de objetos de piedra, hueso y cerámica, a modo de ajuar funerario.
Los monumentos conservados que han sido restaurados y señalizados para su visita turística son el Dolmen de la Cabaña en Sargentes de la Lora, el de Las Arnillas, en el término de Moradillo de Sedano, el magnífico túmulo de El Moreco, en Huidobro, La Cotorrita, en Porquera de Butrón y el dolmen de Valdemuriel, en Tubilla del Agua.

viernes, 19 de octubre de 2007

-El puente de Malatos


El Puente de Malatos es un hermoso puente de piedra exclusivamente peatonal, que atraviesa el río Arlanzón a la altura del Parque del Parral, situado entre el Monasterio de las Huelgas y el Hospital del Rey. Está documentado ya a principios del siglo XIII, aunque parece que fué construido en 1165.


Desde tiempos remotos, se convirtió en un elemento importantísimo en el Camino de Santiago a su paso por Burgos, ya que permitía atravesar fácilmente el río una vez atravesada la ciudad. Los peregrinos jacobeos y caminantes llegaban a él tras salir por la Puerta de San Martín y atravesar el Barrio de San Pedro de la Fuente. Posteriormente los viajeros podían dirigirse, desde allí, al Monasterio de las Huelgas, al Hospital del Rey o tomar su camino hacia Santiago, hacia Valladolid o Palencia.

El nombre de este puente parece que proviene de su proximidad al famoso Hospital del Emperador, fundado en 1085 por el rey Alfonso VI para acoger leprosos o malatos. Se sabe que a lo largo de su historia se reconstruyó en distintas ocasiones, siendo especialmente significativas las transformaciones que sufrió en los siglos XVI y XVIII.
A comienzos del siglo XX fue casi destruido por una riada, levantándose casi totalmente nuevo, aunque manteniendo muchos de sus caracteres originales. Recientemente ha sido limpiado y restaurado, presentando, en la actualidad un magnífico aspecto.

Fuente: Turismoburgos.org

jueves, 18 de octubre de 2007

-El Alfoz de Burgos en 1528




----Núcleos de población de la comarca de Burgos, Ubierna y Arlanzón en 1.528.

-Menos de 10 vecinos:
Castañares, Cayuela, Cojóbar, Hiniestra, Huérmeces, Humienta, Ibeas, Mansilla, Medinilla, Marmellar de Arriba, Olmos Albos, Pedrosa de Muñó, Quintanilla de las Carretas, Salguero Sauce, San Juan de Ortega, San Mamés, San Martín del Rio,Sotopalacios, Temido, Villalval, Villamorico, Villayerno y Villayuda..

-Entre 10 y 25 vecinos:
Arenillas de Muñó, Arroyal, Brieva de Juarros, Cardeñajimeno, Cardeñuela Riopico, Celada de la Torre, Cueva de Juarros, Cuzcurrita, Galarde, Gamonal, Hurones, Las Rebolledas, Olmos de Atapuerca, Páramo de Arrollo, Peñahorada de Fuera, Quintanadueñas, Quintanaortuño, Quintanilla Riopico, Renuncio, Ruyales, San Pedro Samuel, Sta María de Tajadura, Santiuste, Sarracín, Sotrajero, Ubierna, Villacienzo, Villalvilla, Villalonquejar, Villanueva de Argaño, Villabáscones, Villanueva Matamala, Villarmentero, Villarmero, Vivar, Zalduendo, Zumel, Cótar, Villavieja de Muñó y Salguero de Juarros.

-Entre 25 y 37 vecinos:
Agés, Albillos, Cardeñadijo, Celadilla Sotobrín, Fresno de Rodilla, Hornillos del Camino, Las Celadas, Lodoso, Los Tremellos, Modúbar de la Cuesta, Modúbar de la Emparedada, Modúbar de San Cibrián, Mozoncillo de Juarros, Marmellar de Abajo, Palazuelos de la Sierra, Robredo de Temido, Ros, Rubena, San Millán de Juarros, Santovenia, Villagonzalo Pedernales, Villamiel Muñó, Villamiel de la Sierra, Villanueva de Ubierna, Villariezo, Vilviestre de Muñó, Villaverde Peñahorada y Villagutiérrez.

-Entre 37 y 50 vecinos:
Atapuerca, Avellanosa del Páramo, Barrios de Colina,
Cubillo del Campo, Estépar, Isar, La Nuez de Abajo, Mazuelo, Palacios de Benaber, Quintanilla Somuñó, Revillaruz, Riocerezo, San Adrián de Juarros y Urrez.

-Entre 50 y 75 vecinos:
Buniel, Cabia, Frandovinez, Hontoria de la Cantera, Pedrosa de Urbel, Quintanapalla, Rioseras y Villasur de Herreros.

-Núcleos con más de 75 vecinos:
Arcos, Celada del Camino, Hormaza, Los Ausines, Revilla del Campo, Sta Cruz de Juarros, Santibáñez Zarzaguda, Tardajos y Arlanzón.

-Granjas, casi todas desaparecidas hoy.
Cabrera, en Urrez, Caprúz en Agés, Cendrera en Sotopalacios, Escobilla en Burgos junto al río de Cardeñadijo, Espinosilla en Palacios de Benaber, Espinosilla en Villatoro, Hospital Yermo en Castrillo del Val cerca del puente de los desterrados a Ibeas, Lagarejos en Hormaza, La Portilla en Urrez, Mijaradas en Hurones, Morquillas en Villayerno-Morquillas, Ocharro en Agés, Ojuela o Villahumada en Barrios de Colina, Quintanar en Villasur de Herreros, Quintaniza en Atapuerca, Requejo o Rucabia en Albillos, Saldañuela en Saldaña, Salguero en Revilla del Campo, San Martín de la Bodega en Burgos hacia Villalonquejar, San Martín del Rio en el Priorato de San Medel, San Miguel de Espinosa en Espinosa de Juarros, San Miguel de la Sierra en Urrez, San Millán en Barrios de Colina, San Torcaz en Gamonal junto al río Pico, San Vicente de Juarros en Salgüero de Juarros, San Vicente de Río Cabia en Villariezo, Santa Lucía de Escobar cerca de Villalonquejar, Santa María de Barruelo en Atapuerca, Santa María de Villallano en Villalval, Torralba en Villalonquejar, Valoria en Marmellar de Arriba, Villargamar en Burgos cerca del Hospital del Rey, Villolda en Arcos y Villaramiro en Villalonquejar.


-Poblados desaparecidos en el siglo XV:
Castrillejo, Castrillo de la Vega, Celada de Juarros, Celadilla de Husa, Espinosa de Riocerezo, Gulpejares, Hontoria de Yuso, La Mata, La Puente de la Tabla, Modular Zahalanes, Páramo de Suso, Pelilla Cerca de Muñó, Quintana, Quintana de los Cojos, Quintanapuercas, Quintanaseca, Quintanayud, Revillasuso, San Andrés de Pedernales, San Antolín, San Asenjo, San Helises, San Pedro de Tajadura, San Román de Muñó, Sotobrín, Torre, Villa Aurraldo, Villalonga, Villarmios, Villatruedo, Villota, Villoria,

miércoles, 17 de octubre de 2007

-Dolmen de la Cotorrita


El monumento megalítico de La Cotorrita, en Porquera de Butrón, fechado hace 5.500 años, se emplaza en el borde meridional de una meseta situada en el centro de una pequeña cubeta, en un terreno de gran fertilidad. En el momento que se emprendió su excavación, en 1969, estaba totalmente arrasado, pero en su entorno se conservaban lajas de piedra dispuestas circularmente que parecían delimitar el perímetro. El corredor estaba totalmente hundido, y fue restaurado. En su interior se localizaron gran cantidad de huesos dispersos pertenecientes al menos a 15 individuos.


El hallazgo antropológico más importante de dicho túmulo es un enterramiento en posición fetal acompañado por un cuenco liso de cerámica, localizado en el punto de encuentro entre la cámara y el corredor. Asimismo, tenía un abundante ajuar neolítico compuesto por una colección de cuchillos de sílex, un punzón de hueso y dos hachas ulimentadas de ofita.

-Los Foramontanos.

Con la invasión árabe y, especialmente, con las campañas del siglo VIII, la cuenca del Duero quedó convertida en desierto. Se arruinaron villas, los castros, las antiguas ciudades romanogodas. La tierra quedó yerma, la población huyó, replegándose sobre la cordillera del norte.
Consecuencias de todo ello son la consolidación del reino astur, con un aumento importante de la población en los valles cántabros al recibir a los hispanogodos y mozárabes, que llegaban huyendo del invasor desde las llanuras del Arlanza, Pisuerga y Duero. Esto conlleva un cambio de las formas de vida de los cántabros, astures y vascones, asimilando las instituciones hispanogodas y transformando sus comportamientos culturales, sociales y económicos, hasta entonces muy atrasados, fundando cenobios y monasterios, especialmente en territorio de Liébana y Bardulia: Santo Toribio, Santa María de Cosgaya, Aguas Cálidas en la Hermida, Piasca, Castrosiero, Valpuesta y un largo etcétera documentado, en los siglos VIII, IX y X.
Pasaban los años y la tierra no podía sostener a tanta gente. Un pueblo denso, pobre, hambriento y agobiado se amontona en los angostos valles cantábricos.

Esta miseria es la que los castellanos quieren sacudir cuando se deciden a emprender la gran aventura: salir fuera de las montañas. Hacia el 814 se inicia la empresa. "En la era 853 (rezan los Anales Castellanos) salieron los foramontanos de Malacoria y vinieron a Castilla". Una masa de gentes atenazadas por el hambre y dispuestos a jugárselo todo, se desgaja de las estribaciones orientales de los Picos de Europa, bajan buscando la llanura hacia el sur y el este, desalojan a los moros y empiezan a asentarse en las tierras y valles del norte de Burgos, en el alto Ebro por Bricia, Villarcayo, Espinosa de los Monteros, Amaya, Valdegobia y Medina de Pomar; en la antigua Bardulia, que pronto se empezará a llamar Castilla.

Impulsores de tan impresionante aventura fueron gentes humildes y, tras ellos, reyes, condes y abades. A estos últimos, les interesa ocupar las zonas deshabitadas y ponerlas en cultivo, lo que supondría por parte de las autoridades dar todo tipo de facilidades a quienes quisieran repoblar aquellos territorios. La tierra pertenece al rey y cualquiera puede hacerse dueño de ella por el simple hecho de roturarla u ocuparla sin más, fenómeno que se conoce con el nombre de presura; ésta se hace efectiva no cuando se ocupa, sino cuando se trabaja y explota. Con ello, los primeros repobladores van a convertirse en pequeños propietarios libres. La repoblación concejil será, más tarde, un nuevo paso hacia el sistema organizado, lo que originará núcleos de población bien definidos, dando lugar a los municipios con sus límites perfectamente marcados por los reyes y condes, que los enriquecerán con fueros y cartas-pueblas.
Esta repoblación singular de hombres libres, que se da en el territorio que con el tiempo se llamará Castilla, comienza hacia el año 800, abarcando, en un primer momento, las márgenes del Ebro.
Repoblación que se ve detenida por Abderramán I, hasta que el conde Rodrigo reorganiza el movimiento repoblador tras la ocupación de las fortalezas de Amaya, Mave (Cildá) y Saldaña.
La supervivencia de estos hombres libres o villanos dependía, en alguna medida, de la existencia de la nobleza o de las iglesias y monasterios importantes, así como de su necesidad para defender los intereses de los monarcas en los territorios de frontera. Se traduce todo ello en privilegios, libertades, exención de impuestos y cargas fiscales para favorecer la expansión.

Los condes levantan sus fortalezas y castillos para defender a quienes trabajan en el llano. Los monjes hacen una repoblación monástica con predominio de la riqueza ganadera sobre el cultivo. Hombres destacados en esta época primera son el abad Vitulo, en el valle de Mena, obispo Juan, en la diócesis de Valpuesta, y el conde Munio Núñez.


Lentamente van de norte a sur hacia el desierto del Duero, buscando sus amplios horizontes en un despliegue de avance y retroceso, cultivando tierras y defendiéndolas tras las fronteras naturales de ríos como Arlanzón, Arlanza, Pisuerga, Ebro y Duero, viviendo a la sombra de los castillos que refuerzan esas mismas rayas fronterizas.
Aquí quedaron como poblados de referencia Sasamón, Villadiego, así como la vieja ciudad cántabra de Amaya y su inexpugnable fortaleza, como garantía para la seguridad de Valdeolea, Valdeprado, Valderredible, amén de la línea de fortalezas del Ebro como Virtus, Orbaneja, Valdenoceda, Medina, Tedeja, Frías, Pancorbo; algunas llegadas hasta nosotros reformadas y de otras sólo nos quedan sus ruinas, su recuerdo o nada...




domingo, 14 de octubre de 2007

-Monasterio de Taranco de Mena.


Es en el año 800 cuando va a aparecer por primera vez la palabra Castilla escrita en un documento. Se trata de la fundación del monasterio de San Emeterio y San Celedonio de Taranco de Mena (15-IX-800).
Estudiando la carta de fundación se pueden reproducir un poco la historia de la repoblación del territorio del Valle de Mena, en aquel tiempo diferenciado del territorio de Castilla, que comprendía la zona en torno a Espinosa de los Monteros. La fundación del monasterio de San Emeterio de Taranco es llevada a cabo por el abad Vítulo y su hermano Ervigio.

Parece ser que los padres de ambos, Levalus y Momadonna ya había realizado la repoblación en la zona de Burceña a fines del siglo VIII. Pero es ahora cuando sus hijos van a asentar su dominio en la zona.
Primeramente construyen con sus propias manos la iglesia de San Esteban en Burcenia (Burceña), realizando también presuras alrededor y recuperando varios molinos. Desde allí pasan el río Ordunte camino de Taranco de Mena donde fundan el monasterio de San Emeterio y realizan presuras alrededor incluyendo los núcleos de Fauzes (Hoz de Mena) y Ordelione (Ordejón de Ordunte) entre otros.

Posteriormente se encaminan siguiendo la vía romana que va entre Iulobriga (Reinosa) y Flaviobriga (Castrourdiales) hacia el territorio de Castilla, pasando el monte Cabrío encuentran las ruinas de una antigua población romana llamada Area Patriniani, posiblemente al actual pueblo de Agüera. Allí levantan la iglesia de San Martín, realizan presuras en los campos de alrededor y construyeron molinos en el río.
El centro de este núcleo de repoblación será el monasterio de San Emeterio de Taranco. A este monasterio donan Vítulo y Ervigio todas las tierras que han recuperado en la carta del 15-IX-800.
Un documento del 11 de noviembre de 807 nos informa acerca de la adhesión de las iglesias de San Andrés y San Félix situadas en el territorio de Area Patriniani, entre Pando y Nozeto (Noceco) al monasterio de San Emeterio y San Celedonio de Taranco. Estas iglesias habían sido reconstruidas por el presbítero Eugenio y sus socios Belastar y Gersius el Nonna.

En el año 812 el abab Vitulo ya había muerto. Regía la comunidad su hermano Ergivio. Se unieron a la comunidad los presbíteros Armentario, Íñigo, Sisenando, Apre y Pedro, que tenían posesiones en Taranco, Hoz, Villasana y otros lugares del valle de Mena. Los tres primeros fueron abades posteriormente.
Lamentablemente el antiguo monasterio ha desaparecido, no conociendose que haya dejado siquiera ruinas que hayan llegado hasta nosotros.



jueves, 11 de octubre de 2007

-Sancho III El Deseado.



Sancho III El Deseado nació en Toledo en 1134 y fué Rey de Castilla en 1157-58, hijo de Alfonso VII y de Berenguela. Su padre, al morir, repartió sus estados entre sus dos hijos: Fernando II, a quien otorgó León, y Sancho III a quien dejó Castilla. Sancho no pensó en anexionar León y concertó con su hermano un tratado de paz y amistad en Sahagún (1158). Por un tratado firmado el mismo año con Ramón Berenguer IV de Barcelona, éste ratificó al castellano el vasallaje por el reino de Zaragoza que ya había prestado anteriormente a Alfonso VII.


Sancho había contraído matrimonio 1151, con Blanca de Navarra, hija del monarca navarro García Ramírez IV el Restaurador, y biznieta del Cid Campeador. Este matrimonio, había sido concertado por Alfonso VII en 1140 para poner fin a la lucha que sostenía con el navarro, aunque no pudo consumarse hasta 1151, ya que los contrayentes eran aún muy niños.
Blanca tuvo fama de ser muy hermosa y de piel tan blanca que bien tenía merecido el nombre que le pusieron. En 1155, a la edad de 20 años, moría de parto al alumbrar al que sería Alfonso VIII de Castilla. No llegó a ser reina, por haber fallecido un año antes de que su esposo fuese proclamado rey. Fue enterrada en el Real Monasterio de Nájera. Sancho murió prematuramente y dejó el reino a su hijo Alfonso VIII, de tres años de edad.

miércoles, 10 de octubre de 2007

-Sabinares del Arlanza


Los sabinares de sabina albar (Juniperus thurifera) son considerados como relictos testimoniales de los bosques esteparios pre-glaciales que tuvieron su esplendor en períodos más áridos que los actuales. Esta herencia esteparia confiere a la sabina albar una gran capacidad de sobrevivir a las bajas temperaturas invernales y a las sequías estivales, por lo que actualmente las principales masas arbóreas las podemos encontrar en zonas con un duro clima continental.


En estas tierras burgalesas se encuentran los más extensos y mejor conservados sabinares de todo el planeta. Se trata de bosques más o menos abiertos de sabina albar, especie caracterizada por ser un árbol de forma cónica, resinoso y siempre verde, generalmente de mediana talla, aunque los ejemplares más antiguos pueden llegar a alcanzar los 20 metros de altura.

Su tronco es grueso, con la corteza resquebrajada en tiras, y las hojas de color verde oscuro y débilmente denticuladas. Su aspecto rudo y fuerte casa muy bien con la austeridad que demuestra ante la pobreza de los suelos y la crudeza del clima.

La historia evolutiva de esta especie está condicionada fundamentalmente por los cambios climáticos y los movimientos tectónicos que afectaron a la Tierra. Su origen se remonta al terciario, hace a proximadamente 80 millones de años, cuando las condiciones tropicales que afectaban al Mediterráneo fueron desapareciendo. Así, debió expandirse de forma amplia y uniforme por todo el territorio antes de la elevación de los grandes sistemas montañosos africanos y europeos.
Durante el cuaternario, su área de distribución se redujo mucho, por lo que estos bosques son muy valiosos debido a su condición de enclave.
Las sabinas tienen un sistema radicular muy potente que extienden a su alrededor, lo que explica la laxitud de los sabinares y su condición de montes claros. La separación natural de los individuos permite optimizar los recursos hídricos y alimenticios en suelos pobres y pedregosos. En ocasiones la sabina se asocia con otras especies afines, capaces también de soportar las condiciones extremas del hábitat, como encinas, enebros, quejigos, algunos arbustos xerófilos y un estrato herbáceo ralo y más bien escaso.

En cuanto al uso de estos montes de cortos pastos, tan sólo la ganadería de ovino ha sido capaz de aprovecharlos.

Tradicionalmente la madera de sabina, de crecimiento lento e intenso aroma, ha sido considerada de gran calidad por su dureza y sobre todo, por su incorruptibilidad. Esta madera rojiza y noble se ha utilizado en vigas, entramados y sobre todo en arcones para guardar la ropa, por sus propiedades antipolilla. Al uso maderero se une el apícola y el cinegético.
A pesar de la pérdida de los “usos tradicionales” y de las erróneas repoblaciones de pinos tan de moda en otras épocas, se puede afirmar que los sabinares del Arlanza gozan, en la actualidad, de una excelente salud.

martes, 9 de octubre de 2007

-Monasterio de Santo Domingo de Silos


Presidiendo la villa de su mismo nombre, y en el paraje conocido ya en un documento silense de 954 como Valle de Tabladillo, se alza la abadía benedictina de Santo Domingo de Silos. Su origen podría encontrarse en un modesto cenobio visigótico del siglo VII, dedicado a San Sebastián y fundado por una comunidad monacal eremítica. Se sabe que fue refundado por el Conde Fernán González, que le otorgaba fueros en 954. Las excavaciones arqueológicas han descubierto la existencia de un edificio mozárabe.

Conocemos los nombres de algunos de sus primeros abades: Gaudencio (929-943), Placencio (...-954), Blas (978-979) y Nuño de Doñasantos (1019-...).
En el siglo X, a medida que los condes castellanos lograron repoblar estos territorios, se recobró la vida monacal, aunque todavía expuesta a los ataques de los musulmanes cordobeses a lo largo de todo el siglo X. Por todo ello, la configuración plenomedieval del cenobio silense fue resultado de las reformas llevadas a cabo en pleno siglo XI por el abad Domingo, restaurador y figura central de la historia de Silos. Recibió su cargo de manos del rey Fernando I de Castilla el 24 de enero de 1040, y su labor fue tan importante que desde el mismo momento de su muerte fue considerado como santo, pasando el monasterio a llamarse de Santo Domingo de Silos.
Santo Domingo se encargó durante 33 años de restaurar el cenobio, planificó un nuevo edificio y revitalizó el antiguo scriptorium. Todo ello convirtió al monasterio en un referente cultural, religioso, económico y político, del reino castellano. Tras la muerte del abad en 1073, su sucesor, el abad Fortunio, se encargó de impulsar las obras del claustro y la iglesia.
Después de la canonización de Santo Domingo de Silos en 1076, el monasterio de Silos se hizo más famoso. Por eso, reyes, nobles, y toda clase de gentes dieron donaciones al monasterio para motivos sociales, políticos, o espirituales. El Cid donó tierra de Frescinoso y Peñacoba que está cerca de Silos. También, el Rey Alfonso VI otorgó a los monjes de Silos el derecho de pastos y leña que son alrededor del monasterio, y Valnegral y Villanueva de Jarama que son lejos de Silos.


Todo lo expuesto sobre el Monasterio de Silos justifica que entre el siglo XI y el XV se convirtiera en uno de los lugares más influyentes, con gran actividad interna y externa, y centro de peregrinaciones y de vida cristiana en torno al sepulcro de Santo Domingo. Posteriormente, en 1512, se adhirió a la Congregación Benedictina de Valladolid.


En el siglo XVIII la iglesia románica fue destruida y reconstruida por el arquitecto Ventura Rodríguez en estilo neoclásico. Afortunadamente nos quedó el claustro, de finales del siglo XI y todo el XII. Lo más destacable es la calidad en arte y simbolismo de los 64 capiteles del claustro bajo, con una colección delirante de encestados, zarcillos, acantos, sirenas y grifos, leones, centauros, dragones y aves fabulosas.


En 1835 se interrumpió la vida monástica en Silos a consecuencia del decreto de exclaustración que se vio continuado con la Desamortización del ministro Mendizábal, en 1836. Ello provocó el abandono de las dependencias monásticas y de todos sus manuscritos, obras de arte y demás objetos de valor. Afortunadamente, en 1880 un grupo de monjes benedictinos franceses, de la Abadía de Ligugé, dirigido por el monje Don Ildefonso Guépin, salvó a Silos de la ruina al establecerse en dicho lugar. De esta manera, fueron restaurando el monasterio y también recuperaron parte de sus restos culturales, hasta llegar a convertirse en una de las comunidades más importantes de la Orden Benedictina actual.

En el museo se puede admirar una arqueta relicario fechada entre los siglos XII y XIII, con cubierta a dos vertientes y figuras grabadas y cinceladas. Es un buen ejemplo de lo que fue la importante escuela de esmaltes silenses. Otras piezas conservadas son una cabeza romana (siglo III o IV), probablemente originaria de la ciudad de Clunia, una paloma eucarística (siglo XII o XIII) y un báculo abacial.
Es relevante, asimismo, el archivo del monasterio, en el que se guardan fragmentos del Beato del siglo X, una hoja de la Biblia de Oña, otros fragmentos de manuscritos visigóticos y fragmentos musicales de unos veinte códices en notación aquitana.
En 1964 fue descubierto, formando parte de la cimentación de la iglesia actual, un tímpano
románico del templo primitivo, que puede fecharse en torno al año 1200.


En cuanto a la Botica, fue fundada en el año 1705 para suplir el deficiente servicio médico
que ofrecía la farmacia existente en el pueblo de Silos.
Se componía de un jardín botánico especializado, de un laboratorio bioquímico, de una biblioteca y de un mueble barroco en el que se guardaba el botamen. Este último está constituido por trescientos setenta y seis tarros realizados en cerámica de Talavera, decorados con el escudo de armas del monasterio.
En la biblioteca se pueden admirar más de cien mil volúmenes, muchos de un valor incalculable, algunos del siglo XVI, y sobre todo de los siglos XVII y XVIII. Destaca un magnífico Dioscórides, de 1525, con excelentes dibujos de animales y plantas. Destacan algunos textos latinos, que llevan escritas en sus márgenes notas aclaratorias en romance, de finales del siglo XI. Son las llamadas Glosas Silenses, escritas en un homiliario, hoy en el Museo Británico, y en otros dos libros religiosos del monasterio.
Es asombroso que tantas documentaciones fueron salvadas por los años porque el monasterio de Silos ha tenido muchos incendios. Había fuegos en 1254, 1352, 1442, 1751, y 1970.

Asimismo, el laboratorio está espléndidamente dotado con un gran número de matraces y otras vasijas de cristal, alambiques y una serie de morteros. Entre 1957 y 1967, son recuperados tres lotes de anaqueles, tarros y cajonería que pasan a formar parte del conjunto que se aprecia en la actualidad.

Los benedictinos de Silos tienen una larga tradición hospedera. Este es el único monasterio de España en el que los monjes hacen sus plegarias, oraciones y oficios completamente en gregoriano.

domingo, 7 de octubre de 2007

-La Yecla


El espectacular desfiladero de La Yecla, de tan sólo 300 metros de longitud, es una profunda y estrecha garganta excavada en los potentes bancos de calizas que configuran el relieve de las
Peñas de Cervera. Desde hace décadas, una serie de pasarelas, escaleras y puentes, permiten recorrer el angosto cañón, que en algunos tramos tiene una anchura de pocos metros.


La sorprendente configuración paisajística de este enclave natural encierra tras sí un interesante pasado geomorfológico. Después de mucho millones de años, el desgaste erosivo debido a la árstificación de la caliza y la existencia de una primitiva línea de fractura, favorecieron que el arroyo del Cauce, pequeño curso fluvial afluente del río Mataviejas, se abriera paso a través de la grieta. Los procesos de disolución del carbonato cálcico permitieron poco a poco ir profundizando el lecho entre las paredes verticales del macizo calcáreo. Como si de un profundo tajo se tratase, el desfiladero es tan estrecho en algunos tramos que incluso es posible tocar al mismo tiempo con las manos ambas paredes.
A lo largo del desfiladero se observan sumideros por los que el agua penetra alimentando los acuíferos subterráneos. También se forman cascadas y rápidos que el río debe salvar, debido al
desplome de grandes bloques desde las partes altas.
Desde el punto de vista botánico, aparecen diferentes especies que habitan en las repisas y resquebraduras del roquedo (pumilo, siempreviva...) y en los canchales y pedreras que desembocan en La Yecla (pudio, heléboro, endrino...).

Entre la rica y variada fauna que habita en la zona podemos encontrar especies como el buitre leonado, águila real, perdicera y calzada, halcón peregrino, gavilán, azor, alimoche, búho real, lobo, corzo, jabalí, nutria, gato montés, gineta, y aves acuáticas.

Por otro lado, cabe señalar la gran importancia arqueológica de su entorno inmediato. En lo más alto de los cantiles rocosos se han localizado numerosos restos y elementos que atestiguan la presencia humana desde hace al menos 3.500 años.
Distintos hallazgos pertenecientes a la Edad de Bronce confirman esta temprana ocupación de los castros fortificados de La Yecla, los cuales siguieron utilizándose durante toda la Edad de Hierro e incluso se convirtieron en el refugio de gentes tardorromanas y visigóticas.

sábado, 6 de octubre de 2007

-La Caetra, el escudo de los Celtíberos.


El escudo circular fue característico de la Península Ibérica durante todo el período íbero y celtíbero. Era de forma redonda, con unas dimensiones que oscilaban entre los 50 y 70 centímetros de diámetro, estaba fabricada en cuero o en madera forrada de piel. Podía llegar a pesar hasta 8 kilos. Es similar en forma y estructura al escudo griego, pero de menor tamaño.


En las representaciones aparecen estos escudos con una empuñadura central y, en algunos casos, como una serie de círculos concéntricos.
Junto a los escudos de cuero existían otros de madera, decorados al exterior con grandes tachones de bronce repujado, láminas finas que no añaden apenas protección ni llegan al borde del escudo, pero que resultarían imponentes. Estas decoraciones aparecen en toda la Península desde el S. V a.C.
Obviamente el escudo de cuero era demasiado liviano y los de madera eran los más utilizados, al menos desde el S. IV a.C., según muestran los arqueólogos.
Al morir el guerrero el escudo ardía en la pira funeraria.
Reconstruyendo la cara interna de una caetra ibérica de hacia 350 a.c obtenemos un escudo que mide unos 60 cm de diámetro, con un alma de madera encolada y cubierta de cuero o fieltro al exterior.
La manilla metálica interna asegura el conjunto, y la almohadilla de lana protege los nudillos. El telamón o correa sirve para el transporte, pero se enrolla a la muñeca como un fiador durante el combate.
A pesar de que se pueda pensar de que la caetra es pequeña, era suficiente para proteger adecuadamente el torso del guerrero.
La decoración exterior que adornaba los escudos no cumplía una mera función decorativa, sino que servía para identificar a los diferentes clanes, al menos es lo que lleva a creer las fuentes literarias del gran historiador del imperio Romano Tito Livio.
En las estatuas este sistema defensivo es representado esquemáticamente con una X labrada en torno a la muñeca izquierda.

viernes, 5 de octubre de 2007

-Exposición 'El Cid, del hombre a la leyenda'



Para conmemorar el VIII centenario del Cantar del Mío Cid, se muestra la exposición 'El Cid, del hombre a la leyenda', que permanecerá hasta el próximo mes de noviembre en el claustro bajo de la catedral de Burgos. En ella se pretende recrear el contexto sociológico en el que coexistieron los diferentes reinos hispánicos. Como curiosidades, mostrará varios dinares y un capitel califal procedentes del Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba.


El Ayuntamiento de Burgos aporta en esta muestra un total de once obras que procede del Arco de Santa María, el Monasterio de San Juan, el Museo Marceliano Santa María y el propio edificio del Ayuntamiento y algunas de las más conocidas son el cuadro 'Figuras de romance' o 'El descanso del guerra'.
La muestra burgalesa, estructurada en cinco apartados, comienza con 'Ego Ruderico', que busca situar al visitante ante la figura del Cid para, a continuación, pasar a 'La vida cotidiana en las espadas del Cid y del Cantar' (siglos XI-XIII), donde por medio de cerámicas, vidrios, armas, monedas, textiles, documentos, estelas o relieves se pretende recrear el contexto sociológico en el que coexistieron los diferentes reinos hispánicos, desde el Cid (siglo XI) hasta el del Cantar (siglo XIII).

'El Cantar de Mío Cid' será el tema central del tercer espacio expositivo que mostrará, por medio de manuscritos originales, la épica medieval a través de un recorrido que comienza por el Cid Campeador para seguir por Roncesvalles-Roldán, Fernán Gonzalez, Condes de Castilla, Don Rodrigo y la Reconquista y el Cid y otros héroes épicos en el Romancero.

En el penúltimo apartado, bajo el epígrafe 'La imagen del Cid Campeador. De la Edad Media a la Ilustración', se mostrará la imagen que ha perdurado de Díaz de Vivar y de personajes relacionados con su figura mientras que la última de las secciones, bajo el título 'Lo cidiano en las artes. De Goya a Dalí', muestra representaciones pictóricas como un grabado de Goya del Cid lanceando un toro.

El último episodio se completa con una serie de pinturas españolas sobre diferentes episodios de su vida, finalizando el recorrido cronológico por los siglos XIX y XX con los artistas burgaleses Marceliano Santa María y José Vela Zanetti, con abundante obra de temas 'cidianos' aunque es un grabado de Dalí sobre el Campeador la pieza que cierra la exposición.
En total, 280 piezas cedidas por 70 instituciones integran la exposición «El Cid, del hombre a la leyenda»

-Calzada Romana de Irús.

Los romanos invadieron la Península Ibérica,­ Hispania, como ellos la llamaron,­ en el año 218 antes de Cristo, y su dominio imperial directo duró hasta el 411 de nuestra era. Fue más de medio milenio de romanización, que exigió la construcción de una red de carreteras o calzadas de vocación comercial, económica y militar.
Una de las vías más importantes comunicaba Astorga, en León, con Burdeos, atravesando los Pirineos por el actual Roncesvalles. Un ramal de esa vía principal se desviaba desde Herrera de Pisuerga (en latín, Pisorica), en tierras palentinas, para dirigirse a Reinosa, donde se ubicaba la ciudad romana de Juliobriga. Desde ésta bajaba al Valle de Mena, Balmaseda, Avellaneda y, finalmente, el puerto de Flaviobriga, la actual Castro Urdiales, atravesando la tierra de los autrigones.

En el pueblo menés de Irús la calzada se conserva en perfecto estado en algunos de sus tramos y va paralela al río de la Hijuela. Presenta robustos muros de contención en los márgenes y un firme con más de cuatro metros de anchura, adoquinado y con un cordón central longitudinal de piedras.
Además de varios puentes —el de las Ahorcadas cerca de Hornes es uno de los mejor conservados— y alcantarillas, destacan, sobre todo, los miliarios de El Berrón y Nava de Mena. Estas dos piedras conmemorativas fueron levantadas en el siglo III de nuestra era —años 238 y 251—, en tiempos de los emperadores Maximino y Decio, y en sus respectivas inscripciones hacen referencia al arreglo y mejoras efectuadas en las infraestructuras de la vía.
A finales del siglo VIII también sería utilizado por los primeros foramontanos que repoblaron la primitiva Castilla: Lebato, Muniadona, Vitulo y Ervigio.
Esta calzada fué utilizada como vía secundaria del Camino de Santiago a partir del siglo XI.
A lo largo del recorrido se puede disfrutar de las cascadas que forma el río Hijuela (en época de invierno y primavera).

miércoles, 3 de octubre de 2007

-Urraca I de Castilla


Fue la primera mujer que reinó sola en Castilla y León. Fogosa, valiente e indómita, protagonizó una tumultuosa relación sentimental con su segundo esposo, el rey Alfonso I de Aragón y Navarra, mientras mantenía a toda costa su empeño por ser una soberana libre y despojada de cualquier yugo masculino.


Nace el 24 de junio de 1081 en León, y es hija de Alfonso VI de Castilla y Constanza de Borgoña.

Es prometida e 1087 al Conde francés Raimundo de Borgoña, quien ha venido acompañando a su tía Constanza para su matrimonio con el rey castellano. Urraca no ha cumplido aún los 7 años.

Contrae matrimonio con el conde francés en 1090, recibiendo como dote el Condado de Galicia.

Con este primer esposo tuvo dos hijos: Sancha y Alfonso, futuro Alfonso VII. Casó en segundas nupcias con el rey de Aragón y Navarra Alfonso I el Batallador.

Cuando el rey Alfonso murió, delegó en su hija, Urraca, la facultad de reinar en Castilla y León. A efectos de consolidar su corona, aceptó desposarse con Alfonso I «el Batallador», rey de Aragón y Navarra.

Durante los casi cinco años que duró el matrimonio, doña Urraca y su esposo protagonizaron encendidas discusiones que acabaron en episodios de malos tratos, encierros y reconciliaciones ardorosas ante la perplejidad de sus súbditos, los cuales no tenían claro qué facción debían defender en cada momento de la perenne riña conyugal. En 1114 ocurrió lo inevitable, y Alfonso I repudió a su esposa, y volvió a Aragón. Ésta, aliviada por el hecho, reinó en solitario sin querer desposarse por tercera vez, aunque sostuvo diversos romances con nobles de su corte.

Después de la separación, la reina se declaró enemiga de Alfonso el Batallador, que a su vez intentaba una y otra vez recuperar el gobierno sobre León y Castilla. Mientras, el obispo de Santiago, Diego Gelmírez, aprovechó la situación para intrigar en su beneficio, tratando de apoderarse de la voluntad del futuro rey Alfonso. Hubo incluso un intento de coronación anticipada en Toledo. A pesar de todas estas intrigas, doña Urraca y su hijo llegaron a entenderse y se unieron en contra de todos estos enemigos.

El 8 de marzo de 1126 Urraca I falleció en la ciudad de Saldaña (Palencia) después de, según parece, haber dado a luz a su tercer hijo, cuyo padre era el conde don Pedro González de Lara, último amante oficial de la monarca. Por expreso deseo suyo, fue enterrada en el monasterio de San Isidro, en León, aunque posteriormente su cuerpo sería trasladado a la catedral de Palencia, donde reposa en la actualidad.

La sucedió su hijo Alfonso, con el nombre de Alfonso VII de León y Castilla, más tarde apodado el Emperador.

-Iglesia de Santa María de Siones



Protegido por los Montes de la Peña, se sitúa el pequeño pueblo de Siones. A su entrada se
encuentra la maravillosa iglesia románica de Santa María, construida en el último cuarto del siglo XII y que se cree perteneció a los templarios, aunque no hay mucha documentación acerca de su
fundación.




Declarado Monumento Nacional en 1931, se sitúa en un ramal del Camino de Santiago.

No se conserva apenas documentación que acredite la historia de este monumento, tan solo se cita en el libro de las Bienandanzas e Fortunas, que durante los siglos XIV y XV recoge la vida y costumbres de las gentes de esta zona, y se sabe a través de él que a mediados del siglo XIV la Iglesia era propiedad de la familia de los Salazar.
Aunque el conjunto de Santa María de Siones se fecha a finales del siglo XII, sufrió diferentes
restauraciones a lo largo de la historia, especialmente a finales del siglo XIX. A pesar de las
modificaciones de algunos elementos, no se puede afirmar que haya llegado a nosotros muy
deformada o falsificada.

martes, 2 de octubre de 2007

-Pancorbo



Los Montes Obarenes se alzan como una especie de inmenso murallón rocoso frente a las llanas tierras de La Bureba. Uno de sus pocos pasos franqueables lo constituye el estrecho y alargado desfiladero de Pancorbo. Esta sombría y espectacular garganta ha sido el camino obligado para todos los pueblos que desde tiempos inmemoriales se han trasladado por el continente europeo con dirección al corazón de la Península Ibérica.
Pancorbo, con sus roquedos y sus castillos, fue un bastión para la Castilla de Las Merindades y fue su Extremadura, como se la llama en un documento del año 893.


La importancia del desfiladero de Pancorbo como vía de tránsito entre la meseta superior y el valle del Ebro es permanente a lo largo de toda su historia, y hay que suponer que también lo fue en su prehistoria. Sin embago los restos hallados hasta la fecha son escasos y poco representativos. No obstante, tanto en el desfiladero como en su entorno inmediato, están documentados asentamientos de época prehistórica que abarcan un amplio periodo comprendido entre el Calcolítico y el Hierro II.
Cuando los cartagineses y romanos llegaron a estas tierras las encontraron pobladas por la tribu de los cántabros autrigones. A esta época pertenecen algunos castros y fortificaciones del entorno de Pancorbo. Estrabón les designó como "Kantabroi Konikoi". Eran agricultores y ganaderos y muy buenos guerreros, especialmente a caballo. Con frecuencia pelearon como mercenarios tanto para los cartagineses como en las legiones romanas. Y en las guerras sertoriano-pompeyanas tomaron partido por Pompeyo. De ellos se han encontrado restos de cerámica y manufacturas metálicas sobre todo fíbulas, hebillas puñales, espadas bocados de caballo y espuelas. Su romanización fue relativamente pacífica y consiguieon mantener cierta autonomía respecto a Roma.

En la Época alto imperial se trazaron por Pancobo la Vía de Hispania in Aquitaniam ab Asturica Burdigalam o Via Aquitana que unía Astorga con Burdeos.
En Pancorbo, conocida como Antecuvia en sus orígenes, también confluían otras calzadas secundarias como la que procedía de Cerezo de Río Tirón (Segisamunclo) o la que procedía de Varea.
Por la via Aquitana penetraron también los vándalos, suevos y alanos en el siglo V.
Recibe entonces el nombre de Ponticurvo, por el puente romano que existía, hoy conocido como Puente de la Magdalena y ubicado a la entrada de la localidad.

En el año 1029 tras la muerte del rey García Sanchez, Pancorbo pasó a formar parte de Navarra. Tras la batalla de Atapuerca (1054) regresó el rey castellano Fernando I.
Lo recuperaron en el 1068 los navarros y pasó definitivamente a formar parte de Castilla en 1076, reinando Alfonso VI. El rey Alfonso VII dotó de fuero a la villa de Pancorbo (8 de Marzo de 1147) y confirmó su alfoz quedando anexionada como villa raelenga a la corona. Pancorbo prosperó, se le otorgó el privilegio de hacer un mercado los lunes, se constituyo en capital de la Merindad de la Bureba, se estableció una importante aljama judía.

Existía mucha documentación medieval, aunque desperdigada, sobre el Pancorbo de esta época. Hasta cinco poblamientos sumó Pancorbo a su villazgo: Cuevagallegos, Fuentemiel, Hoyuelo, San Juan y Villanueva de los Judíos. Tuvo ferias y mercados, un campo defensivo y escarpado; fue cabeza de la Merindad de Bureba; prestó sus senderos al Camino de Santiago; alzó templos y ermitas y fue autónomo en pan y vino, en ovejas, tejidos y tenerías y supo hacer del Oroncillo un río de molinos; y supo además buscar y contratar artistas para sus templos y casonas.
En el desfiladero se encuentran dos ermitas: una semirrupestre dedicada a la Virgen del Camino y la del Santo Cristo de Barrio.
El nombre de la villa, con una curiosa e interesante etimología, aparece en un documento fechado el 1 de julio del año 957 procedente del monasterio riojano de San Millán de la Cogolla.

La decadencia de Pancorbo comenzó en el s.XIV cuando Enrique II nombró a Briviesca capital de la Bureba y posteriormente, Juan I donó la villa a la ciudad de Burgos (1379).
A la decadencia política le siguió la decadencia económica y la pérdida de población, y a esto se sumó la epidemia de peste bubónica que vino de Flandes a finales del s.XVI. Otra peste llegó desde Milán en el año 1630. Entre el año 1597 y 1631 Pancorbo perdió el 40% de su población y siguió descendiendo durante el s.XVII. En el s.XVIII los vecinos de Pancorbo se dedicaban principalmente a la agricultura, la ganadería, el comercio y el transporte de mercancías entre Castilla y los puertos de Bilbao y Santander.
En 1793 España declaró la guerra a la República Francesa. Los franceses invadieron Las Vascongadas, por lo que el gobierno decidió construir en Pancorbo el fuerte de Sta.Engracia, al que se dotó con 173 piezas de artillería, 600 caballos y 10.000 hombres. Tras la alianza hispano-francesa de 1796, la fortaleza fue abandonada. En 1808, con la Guerra de la Independencia, Napoleón tomó posesión del fuerte de Pancorbo, poco antes de la batalla de Gamonal en Burgos. En 1813 el destacamento francés del fuerte de Sta.Engracia se rindió ante la tropa española. Desde Marzo de 1808 hasta Junio de 1813, Pancorbo estuvo tomado por las tropas francesas. Pero desde sus serranías no dejaron de atacar las partidas de guerrilleros como la de Benito, el cura Merino, Cuevillas o la de San Millán. En 1823 volvieron los franceses con el duque de Angulema y sus 100.000 hijos de S.Luis y arrasan la fortaleza de Pancorbo. Durante la primera guerra carlista, Pancorbo se mantuvo con los liberales, pero tuvo que soportar el asedio de los tradicionalistas que llegaron a incendiar el castillo de Sta. Marta (castillo moro) el 10 de Agosto de 1835.Pocos días después del alzamiento del 18 de Julio de 1836, fuerzas falangistas tomaron el pueblo y asediaron a su corporación republicana en el edificio del Ayuntamiento. En la refriega murió uno de los falangistas. Los ediles consiguieron huir pero fueron capturados en los campos y posteriormente fusilados.En 1856 la Compañia de Caminos de Hierro del Norte de España inició las obras del ferrocarril Madrid-Irún. En Agosto de 1862 pasó el primer tren regular por Pancorbo.

Fuente: http://www.pancorbo.es/

-Los cañones del Ebro y Rudrón.


Los cañones de los ríos Ebro y Rudrón se encuentran situados entre las comarcas del valle de Sedano y las Loras en el norte de la provincia de Burgos. Abarcan un extenso territorio en el que podemos observar desde las desoladas y solitarias parameras calizas, hasta los más fértiles y escondidos vallejos, pasando por profundos y espectaculares cañones excavados por ríos con una fuerte personalidad.
Los rios Ebro y Rudrón han tallado a su paso por el macizo calizo de las parameras de La Lora unos espectaculares cañones que en algunos puntos alcanzan una profundidad superior a los 200 metros. Su relieve, la diversidad botánica y una increíble riqueza faunística convierten a estas serpenteantes gargantas burgalesas en uno de los espacios naturales más bellos, impresionantes y de un mayor valor ecológico de toda la Península Ibérica.

La diversidad de especies es consecuencia de la ubicación de los cañones en una zona de transición entre las regiones biogeográficas atlántica y mediterránea. Mientras que encinas, quejigos, arces, enebros, hayas, tejos, acebos y madroños cubren las empinadas laderas de la garganta; alisos, sauces, chopos y tilos forman el alargado bosque de galería que acompaña el discurrir del río.
Entre la variada fauna que habita este magnífico espacio destaca, por su valor como especie amenazada, la nutria. En este tramo del Ebro y, sobre todo, en las frías y cristalinas aguas del Rudrón, se concentra una de las mayores poblaciones de nutria de la Península Ibérica. Otros mamíferos que habitan este aislado cañón, son el corzo, el jabalí, el gato montés, el lirón gris y el zorro; incluso el lobo ibérico frecuenta esta zona, procedente de los cercanos páramos de La Lora.
Las aves, sobre todo las rapaces, disfrutan en este enclave de uno de sus más importantes santuarios. A la abundancia de buitres leonados hay que sumarle la presencia de alimoches, búhos reales, halcones peregrinos, águilas reales e, incluso, alguna de las últimas parejas españolas de águila perdicera.

La profundidad del cañón del Rudrón es incluso mayor que la del Ebro, pues en el tramo de su encajamiento la paramera conserva otro piso calizo del Cretácico superior, resultando el perfil de sus paredes más abrupto y complejo, por la sucesión de dos cantiles verticales calizos y dos taludes cubiertos de vegetación. El contraste cromático de caliza desnuda y exuberante vegetación acrecienta la belleza de este paisaje de perfiles rotundos.

Las formas de relieve debidas a la erosión kárstica son un atractivo más de los cañones.
Bellos ejemplos de modelado kárstico ruiniforme se encuentran en las proximidades de Covanera, localidad situada en el valle del Rudrón, y en el pueblo de Orbaneja del Castillo, en el cañón del Ebro.
Pináculos, oquedades, cuevas y formas caprichosas son resultado de la erosión provocada por el agua en contacto con la caliza. El protagonismo de estas formas kársticas es tan notorio en el caso de Orbaneja, que es precisamente el perfil de ese relieve ruiniforme en lo alto del cañón lo que ha otorgado apellido a un pueblo que nunca tuvo castillo.
Localidades como Valdelateja o Pesquera de Ebro, y pueblos abandonados como Cortiguera, atesoran un importante patrimonio arquitectónico, tanto de casonas blasonadas como de vivienda popular.
La naturaleza caliza de la paramera de la Lora, hace que toda el agua de lluvia caída en
superficie, se filtre rápidamente, dada la gran porosidad de esta roca. Este hecho impide la escorrentía superficial en lo alto de la paramera, siendo, por el contrario, muy importante la
circulación de aguas subterráneas y la abundancia de fuentes y manantiales, algunos de gran entidad y caudal, sobre todo en primavera. Entre las surgencias más destacadas se encuentran el Pozo Azul, en Covanera, y la fuente de la Cueva del Agua, en Orbaneja del Castillo, ambas creadoras deentornos de gran belleza y calidad paisajística.

En este mágico espacio podemos descubrir otros bellos enclaves: La Hoya de Huidobro, el desfiladero de Tudanca, el desfiladero de Las Palancas, la Garganta de los Hocinos, la hoz de La Horadada, la hoz de Sobrón, así como un conjunto dolménico de los más importantes de Europa Occidental fechados hace unos 5000 años.
Esta comarca atesora además un conjunto de arte románico de los más ricos y personales de España: Iglesia de Escalada, Ermita de Tablada de Rudrón, Pila Bautismal de Bañuelos, Iglesia de Gredilla de Sedano; en fin, un lugar ideal para perderse en el tiempo, dejarse llevar por el sonido de la Naturaleza y disfrutar de las ventajas de una vida tranquila conociendo pueblos con mucho sabor popular y cargados de historia y tradiciones.