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Dicen los lugareños que la figura de la Virgen de Covadonga que se custodia en la parroquia de Cillaperlata es la auténtica Santina. Es el mayor secreto que guarda este pueblo, cercano a Trespaderne y Oña, que guarda también otros que, aún por demostrar, ponen este punto de la provincia como epicentro de la Reconquista.
La Virgen de Covadonga de Cillaperlata es una talla románica, muy anterior por lo tanto a la más moderna talla, del siglo XVIII, que se venera en la cueva cercana a Cangas de Onís; la historia cuenta que en esta parte de la provincia, se realizaron al menos dos esculturas de María sedente, con el Niño Jesús sobre sus rodillas y bendiciendo al pueblo con su mano derecha.
Y junto a la imagen de la patrona de Asturias, convive con ella una talla anterior que sí guarda misterio, admiración, devoción y un halo esotérico muy profundo. Es la Virgen del Negro Día o de la Encinilla.
Desde que se jubiló de su trabajo en Bilbao, Claudio Salcedo hace de guía, sacristán, ayudante y cuidador de la iglesia. Recuerda que es «reciente y poco conocida la Santina» de Cillaperlata. Pero que esta historia está documentada y repleta de secretos y misterios.
«Una comunidad de monjes benedictinos vivía en un monasterio cercano al pueblo de Cillaperlata, San Juan de la Hoz», apunta Salcedo. Y probablemente allí se esculpieron en madera las tallas. «Los monjes dejaron una virgen en su cenobio y, tras la fundación de otro monasterio en Asturias, allí llevaron la segunda virgen», asegura.
Esa imagen se quedó en la cueva de Covadonga. La leyenda otorga a la Virgen María los méritos de la Reconquista por obrar milagros frente a los musulmanes. Y en su honor, siglos después se erige la iglesia, junto a la 'cueva de la Señora', que eso quiere decir Covadonga, donde albergará desde entonces la talla de la virgen llevada desde Cillaperlata.
Un incendio en la Cueva de la Santina destruyó la original en 1777 y fue sustituida por otra que poco o nada tiene que ver con la primitiva y original.
Encinillas o el 'Negro día'
A la Virgen de Covadonga se le
atribuye el milagro de ayudar a vencer a las tropas cristianas de don
Pelayo contra los Omeyas de Córdoba; y poco más. Tampoco a la Santina de
Burgos se reconoce intercesión alguna. «Sin embargo sí a la Virgen de
las Encinillas, otra talla románica anterior hizo alargar la luz del día
para que los cristianos ganaran la batalla. Es la Virgen del Negro
Día'.
Salcedo recuerda que a esta virgen se le tiene más devoción por «lo que significa para el pueblo»; la parroquia está «dedicada a la Virgen de Covadonga y ésta que hizo milagros está en otro altar». Todo ello ha llamado la atención de astures y curiosos que se han desplazado hasta Cillaperlata. Lo hicieron con motivo del Centenario del monasterio neorrománico. E incluso las más altas autoridades del Principado vieron la original talla de su patrona.
En fechas recientes, el programa de Calleja 'Volando voy' estuvo en Las Merindades. Y grabó esta historia de la Santina de Cilllaperlata y su significado. Pero Salcedo lamenta que a él le informaron después de que «no se emitiría nada de Cillaperlata y la Santina, salvo unos planos del pueblo». Sospecha que «interesa que no se dé a conocer. Los asturianos sabrán por qué», lamenta.
¿Batalla de Covadonga en Tedeja?
Hay teorías que sitúan en el Desfiladero de la Horadada la batalla de Covadonga, descrita por Alfonso III y recogida en la Crónica Rotense. Si así fuera debiera llamarse Batalla de la Hoz de la Morcuera y no de Covadonga, porque se produce entre 140 y 150 años después de la ubicada –bien o mal— en Asturias.
Pero Alfonso sí fue contemporáneo a la Batalla de la Hoz de la Morcuera, en el desfiladero entre Oña y Trespaderne, y no a la de Covadonga –casi 150 años antes- por lo que ésta tiene muchas papeletas ser la que se narra en la Crónica Rotense primero y en la Crónica Sebastianiense, u Oventese después; y la librada en la provincia de Burgos sea la batalla de las batallas.
Lo cierto es que la de Morcuera se produjo en el año 865 y la de Covadonga en 722 (718 para otros historiadores). Y en este lugar se libró una sangrienta batalla. En ambas, los ejércitos cristianos se enfrentan a los poderosos Omeyas. El astur Pelayo, que era un noble o un príncipe astur, hizo frente a las tropas de Al Ándalus comandadas por Al Qama, en los valles de Cangas de Onís, o en Las Merindades. ¿Quién sabe?
Tiene su misterio y visos de ser realidad por la aparición, siglos después, del cenobio de San Juan de la Hoz donde los benedictinos veneraban la imagen de una pequeña virgen de la que había una copia que se llevaron a Asturias. Esa virgencita era la Santina de los astures.
Tedeja.
Tiene su lógica porque todo el norte de la provincia de Burgos marcaba la frontera de astures y musulmanes y era primera línea de defensa de los príncipes del norte; así que las montañas de Burgos fueron lugar en el que se pudieron librar batallas. Uno de los lugares de defensa y del que hay vestigios es el castillo de Tedeja, en Trespaderne, que es de la época visigótica y que ya existía siglos antes del inicio de la Reconquista.
Está ubicado en un lugar estratégico y sirvió desde el siglo VIII como altozano desde el que controlar el paso de enemigos por el Desfiladero de la La Horadada. Desde ahí se controlaba los términos de Cillaperlata y Tedeja al sureste; Mijangos al norte y Tartalés de Cilla al oeste. Y más aún, la entrada por La Bureba, por el Valle de Losa y por el bajo Ebro burgalés.
Tedeja hacía de frontera y de lugar para los vigías porque muchos cristianos acabaron refugiados tres las montañas del norte –los foramontanos- tras la Sierra de la Tesla al septentrión, la Engaña más aún al norte y los Obarenes, por la llegada del islam a sus territorios.
Las crónicas dicen que la guerra tuvo como inicio la negativa de los cristianos a pagar los impuestos que el gobernador de Córdoba quería hacer pagar a su imperio. Pero Pelayo era un estratega y decidió esperarlos en la cueva de Covadonga. La angostura del lugar hacia que el ejército Omeya no pudiera maniobrar; las fuerzas se igualaron y la batalla cayó del lado cristiano.
La historia contada por Alfonso III, recogida en la Crónica Rotense primero, escrita en latín bárbaro, y en la Crónica Sebastianiense, u Oventese, es mitad épica mitad realidad y cuenta que los musulmanes eran un ejército mucho mayor, unos 300 soldados de Pelayo contra una tropa de 185.000 omeyas. Cualquiera de los proyectiles de los musulmanes se volvían contra ellos, en lo que las crónicas dice «fue una intervención divina».
San Juan de Hoz
Aún queda algún resto de uno de los monasterios más antiguos de la cristiandad en España, porque la primera noticia escrita data del año 790; un cenobio para mujeres y hombres. Un escrito en el que se detalla una donación del abad Quilino. Desde el siglo XI pasa a depender de Oña tras la llegada de Trigidia, hija del conde Sancho García como abadesa de la villa condal.
Eran tan importante su dominio que abarcaba toda la cornisa cantábrica, con lo que llegaba hasta Asturias. Claudio Salcedo recuerda que «una hija de don Pelayo profesó en San Juan de la Hoz», lo que atestigua su larga vida. Es más, «por debajo del monasterio ya hubo uno anterior, lo que le da más antigüedad aún mayor», subraya el vecino.
Desamortizado, algunos de sus elementos prerrománicos y hasta alguna piedra de altar de San Juan de la Hoz se encuentran en el Museo de Burgos y en la parroquia del pueblo, como la Virgen de Covadonga.