Un rincón para conocer la historia, la naturaleza de Burgos y la magia de los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca.
viernes, 13 de mayo de 2011
miércoles, 11 de mayo de 2011
-Novela. Una diosa para el Rey, de Mari Pau Domínguez
Hay amores que pese a resultar imposibles son tan verdaderos que la llama que los aviva no llega a extinguirse nunca, y perviven en la memoria, en la piel y en el corazón de los amantes hasta el final de sus días. Así fue la pasión que durante quince años unió a Felipe II y a Isabel de Osorio: puro, verdadero y desgarrador. Una relación histórica y documentada que ahora cobra actualidad a través de la ficción de la mano de la escritora Mari Pau Domínguez, que ayer presentó en Burgos Una diosa para el Rey (Editorial Grijalbo) novela que narra la bella y tormentosa historia de dos seres condenados a la cadena perpetua de una pasión tan intensa como prohibida.
El escenario elegido por la autora para la puesta de largo de la obra no pudo ser más acertado: el Palacio de Saldañuela, edificio renacentista que hizo construir para ella el joven monarca y que fue testigo físico del amor de los protagonistas. «Estoy convencida de que algo parecido a las esencias, a los espíritus y a las almas de Felipe e Isabel siguen pululando por aquí», declaró una emocionada autora, que aseguró que esta obra es una reivindicación de la figura de Isabel de Osorio, víctima de un «injustificado olvido». La escritora, que ha novelado ya otros pasajes de la rica e intensa vida de Felipe II, dejó claro que Una diosa para el Rey es una historia de amor puro como posiblemente no volvió a sentir en su vida el monarca español.
Aunque Felipe II tuvo cuatro mujeres y muchísimas amantes, ninguna le marcó tanto como la Osorio, a quien conoció cuando todavía era un príncipe. En este sentido, Mari Pau Domínguez afirmó que Isabel «se sintió reina en el corazón de Felipe porque fue el único trono al que pudo acceder. Se sintió su esposa aunque no reinara nunca». Las zonas de sombra que siempre hay en cualquier hecho histórico son iluminadas en la novela por la imaginación de la escritora. «En la historia de Isabel de Osorio hay muchos eslabones que se han tenido que cubrir con la imaginación. Me parece fascinante haber convertido en ficción esta historia partiendo de una base real muy sólida».
La escritora contó que se topó con tan interesante personaje leyendo entre líneas: en casi todas las biografías sobre Felipe II aparecía citada de pasada. Domínguez investigó y se encontró con una mujer fundamental en la vida del monarca: quince años de relación, dos hijos bastardos y un palacio a mayor gloria de su amor. «Tengo la sensación de que con esta novela he dado un paso importante, he madurado como escritora y he amado más si cabe al personaje que llevo estudiando años, que es Felipe II. Una diosa para el Rey es una obra multidisciplinar porque partiendo de la literatura me he acercado también a la pintura y a la música».
Tiziano, a quien Felipe II encargó dos obras en las que su amada fue retratada en dos cuadros como las divinidades mitológicas Diana y Venus (ambas obras se muestran el Museo del Prado), y Diego Pisador, músico que jugó un papel esencial en esta historia, desfilan también por la novela. «Son personajes importantes, casi héroes en la vida de Felipe II que no acababan de encontrar su sitio en la historia», explicó Domínguez, para quien Felipe II es el personaje histórico español más literario por haber aunado en su persona poder, importancia y una vida privada intensísima. Aunque ha manejado a todos los historiadores del monarca español, ninguno le ha sido tan valioso como Geoffrey Parker, confesó la autora, quien la ha asesorado personalmente en la tarea de documentación de la novela.
Isabel y Felipe eran almas gemelas: ambos cultos (ella había sido dama de la madre del primero), su relación se cimentó sobre una sintonía especial: «aparte de una gran pasión había entre los dos una enorme sintonía que fortaleció ese amor». Aunque sostiene la escritora que ese amor no se acabó nunca, afirma que ambos sabían que tenía que acabar. «Ella era muy consciente de con quien estaba.
Quiso aclarar la escritora que el cruel apodo de ‘la puta del Rey’ con la que se le conoció en tierras burgalesas nada tuvo que ver con la relación de ésta con el monarca, que era tan natural como visible a ojos de sus vecinos. «No fue por su condición de amante sino por el poder que llegó a atesorar con el tiempo». No en vano, explicó Domínguez, el Señorío en que se convirtió Saldañuela (Saldaña, Sarracín, Olmosalbos y Cojóbar) había sido de dominio público: la gente llevaba su ganado a pastar, cazaba, pescaba... Para ganar intimidad, ordenó cerrar las tierras y litigó sin parar. Siempre ganó, obteniendo así la enemiga del pueblo.
Domínguez señaló que tras la ruptura Osorio vivió en Saldañuela treinta años, hasta su muerte. Que ordenó construir un monasterio frente al palacio para ser enterrada en él, donde descansa. «En esos treinta años Isabel no tuvo vida ni relación con ningún otro hombre. Fue una manera de vivir para la memoria de aquella persona a la que amó».
Fuente: www.diariodeburgos.es
El escenario elegido por la autora para la puesta de largo de la obra no pudo ser más acertado: el Palacio de Saldañuela, edificio renacentista que hizo construir para ella el joven monarca y que fue testigo físico del amor de los protagonistas. «Estoy convencida de que algo parecido a las esencias, a los espíritus y a las almas de Felipe e Isabel siguen pululando por aquí», declaró una emocionada autora, que aseguró que esta obra es una reivindicación de la figura de Isabel de Osorio, víctima de un «injustificado olvido». La escritora, que ha novelado ya otros pasajes de la rica e intensa vida de Felipe II, dejó claro que Una diosa para el Rey es una historia de amor puro como posiblemente no volvió a sentir en su vida el monarca español.
Aunque Felipe II tuvo cuatro mujeres y muchísimas amantes, ninguna le marcó tanto como la Osorio, a quien conoció cuando todavía era un príncipe. En este sentido, Mari Pau Domínguez afirmó que Isabel «se sintió reina en el corazón de Felipe porque fue el único trono al que pudo acceder. Se sintió su esposa aunque no reinara nunca». Las zonas de sombra que siempre hay en cualquier hecho histórico son iluminadas en la novela por la imaginación de la escritora. «En la historia de Isabel de Osorio hay muchos eslabones que se han tenido que cubrir con la imaginación. Me parece fascinante haber convertido en ficción esta historia partiendo de una base real muy sólida».
La escritora contó que se topó con tan interesante personaje leyendo entre líneas: en casi todas las biografías sobre Felipe II aparecía citada de pasada. Domínguez investigó y se encontró con una mujer fundamental en la vida del monarca: quince años de relación, dos hijos bastardos y un palacio a mayor gloria de su amor. «Tengo la sensación de que con esta novela he dado un paso importante, he madurado como escritora y he amado más si cabe al personaje que llevo estudiando años, que es Felipe II. Una diosa para el Rey es una obra multidisciplinar porque partiendo de la literatura me he acercado también a la pintura y a la música».
Tiziano, a quien Felipe II encargó dos obras en las que su amada fue retratada en dos cuadros como las divinidades mitológicas Diana y Venus (ambas obras se muestran el Museo del Prado), y Diego Pisador, músico que jugó un papel esencial en esta historia, desfilan también por la novela. «Son personajes importantes, casi héroes en la vida de Felipe II que no acababan de encontrar su sitio en la historia», explicó Domínguez, para quien Felipe II es el personaje histórico español más literario por haber aunado en su persona poder, importancia y una vida privada intensísima. Aunque ha manejado a todos los historiadores del monarca español, ninguno le ha sido tan valioso como Geoffrey Parker, confesó la autora, quien la ha asesorado personalmente en la tarea de documentación de la novela.
Isabel y Felipe eran almas gemelas: ambos cultos (ella había sido dama de la madre del primero), su relación se cimentó sobre una sintonía especial: «aparte de una gran pasión había entre los dos una enorme sintonía que fortaleció ese amor». Aunque sostiene la escritora que ese amor no se acabó nunca, afirma que ambos sabían que tenía que acabar. «Ella era muy consciente de con quien estaba.
Quiso aclarar la escritora que el cruel apodo de ‘la puta del Rey’ con la que se le conoció en tierras burgalesas nada tuvo que ver con la relación de ésta con el monarca, que era tan natural como visible a ojos de sus vecinos. «No fue por su condición de amante sino por el poder que llegó a atesorar con el tiempo». No en vano, explicó Domínguez, el Señorío en que se convirtió Saldañuela (Saldaña, Sarracín, Olmosalbos y Cojóbar) había sido de dominio público: la gente llevaba su ganado a pastar, cazaba, pescaba... Para ganar intimidad, ordenó cerrar las tierras y litigó sin parar. Siempre ganó, obteniendo así la enemiga del pueblo.
Domínguez señaló que tras la ruptura Osorio vivió en Saldañuela treinta años, hasta su muerte. Que ordenó construir un monasterio frente al palacio para ser enterrada en él, donde descansa. «En esos treinta años Isabel no tuvo vida ni relación con ningún otro hombre. Fue una manera de vivir para la memoria de aquella persona a la que amó».
Fuente: www.diariodeburgos.es
martes, 10 de mayo de 2011
lunes, 9 de mayo de 2011
jueves, 5 de mayo de 2011
miércoles, 4 de mayo de 2011
-Burgos. Ciudad arbolada. Ciudades para el siglo XXI.
-Documental emitido en La 2 de TVE.
Primera parte.
Primera parte.
Segunda parte.
Tercera parte.
martes, 3 de mayo de 2011
lunes, 2 de mayo de 2011
domingo, 1 de mayo de 2011
-Juan de Salazar y Espinosa.
Juan de Salazar y Espinosa nació en 1508 en Espinosa de los Monteros.
En 1534 formó parte de la Expedición de Pedro de Mendoza al Río de la Plata.
Luego de que Mendoza enviase a Juan de Ayolas y Domingo Martínez de Irala a explorar el Paraná en busca de alimentos, y ante la desaparición de éste, Salazar de Espinosa y Gonzalo de Mendoza fueron, a su vez, enviados en busca de Ayolas y sus hombres, mientras Pedro de Mendoza le aguardaba a bordo de sus buques, ya que Buenos Aires había sido incendiada. Salazar y Gonzalo de mendoza exploraron el río Paraguay, deteniéndose sobre la costa para construir un fuerte, para amparo y reparo de la Conquista, el 15 de agosto de 1537. Según la costumbre de bautizar los fuertes según las fechas marcadas por el santoral. el fuerte recibió el nombre de Nuestra Señora de Santa María de la Asunción.
Desde Asunción, Salazar subió las aguas del río Paraguay y halló en La Candelaria a Irala, quien aún aguardaba el regreso de la expedición de Ayolas. Después de buscar a Ayolas sin ningún resultado y considerándolo muerto, Irala, Salazar y Gonzalo de Mendoza regresaron a Asunción. En Asunción, Salazar se desempeñó como capitán y alcaide y, después de creado el Cabildo de Asunción, como alcalde de primer voto.
Después de la rebelión contra Cabeza de Vaca y como éste le nombrase Gobernador en lugar suyo, Salazar fue expulsado a España, aunque regresó al Río de la Plata en 1547, en una nueva expedición, con el cargo de Tesorero Real. Entre 1550 y 1555 dirigió una expedición de colonización al Paraguay.
Juan de Salazar falleció en Asunción en el año 1568.
En 1534 formó parte de la Expedición de Pedro de Mendoza al Río de la Plata.
Luego de que Mendoza enviase a Juan de Ayolas y Domingo Martínez de Irala a explorar el Paraná en busca de alimentos, y ante la desaparición de éste, Salazar de Espinosa y Gonzalo de Mendoza fueron, a su vez, enviados en busca de Ayolas y sus hombres, mientras Pedro de Mendoza le aguardaba a bordo de sus buques, ya que Buenos Aires había sido incendiada. Salazar y Gonzalo de mendoza exploraron el río Paraguay, deteniéndose sobre la costa para construir un fuerte, para amparo y reparo de la Conquista, el 15 de agosto de 1537. Según la costumbre de bautizar los fuertes según las fechas marcadas por el santoral. el fuerte recibió el nombre de Nuestra Señora de Santa María de la Asunción.
Desde Asunción, Salazar subió las aguas del río Paraguay y halló en La Candelaria a Irala, quien aún aguardaba el regreso de la expedición de Ayolas. Después de buscar a Ayolas sin ningún resultado y considerándolo muerto, Irala, Salazar y Gonzalo de Mendoza regresaron a Asunción. En Asunción, Salazar se desempeñó como capitán y alcaide y, después de creado el Cabildo de Asunción, como alcalde de primer voto.
Después de la rebelión contra Cabeza de Vaca y como éste le nombrase Gobernador en lugar suyo, Salazar fue expulsado a España, aunque regresó al Río de la Plata en 1547, en una nueva expedición, con el cargo de Tesorero Real. Entre 1550 y 1555 dirigió una expedición de colonización al Paraguay.
Juan de Salazar falleció en Asunción en el año 1568.
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