viernes, 18 de septiembre de 2009

-Homínidos vegetarianos a carnivoros.

El desarrollo de los humanos está muy relacionado con la nutrición. Hace 4 millones de años nuestros antepasados eran vegetarianos, pero un cambio en el clima provocó que los homínidos de hace 2 millones de años introdujeran más carne en su dieta. Este cambio en la alimentación produjo un aumento del tamaño del cerebro y el desarrollo de las primeras herramientas, según aseguró ayer el director del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, José María Bermúdez de Castro, durante la conferencia ‘Desarrollo y nutrición de los homínidos’, con la que se inauguraron las actividades de la Cátedra Tomás Pascual-CENIEH.

Bermúdez de Castro destacó que los ecosistemas en los que han vivido nuestros antepasados a lo largo de los años han condicionado en todo momento su dieta. «Los homínidos de hace 4 millones de años vivieron en un ambiente forestal, más húmedo y arbóreo. De modo, que eran más vegetarianos aunque su sistema digestivo también estaba preparados para asimilar proteínas de origen animal al igual que el de los chimpancés. No en vano compartimos con estos primates un antecesor común, que vivió en África hace 6 millones de años, y casi el 99% de nuestro genoma», apuntó.

La dieta vegetariana estaba compuesta por frutas, hojas tiernas y verduras, que complementarían con pequeños invertebrados o la caza de algún pequeño animal.
Sin embargo, los cambios climáticos producidos hace 3 millones de años alteraron de manera drástica los ecosistemas del planeta y, muy en especial, los del continente africano. Hay regiones más templadas y oscilaciones entre invierno y verano. No hay tantos productos vegetales y tienen que recurrir a la carne. «Los homínidos que explotaron todo su material genético para adaptarse a las nuevas condiciones y consumieron algo más de carne sobrevivieron y dieron lugar al género homo. A partir de ese momento se prolonga el desarrollo, aparece la niñez y la adolescencia. La dieta se convierte cada vez en más carnívora, lo que trae como consecuencia la caza, la recolección y el fuego», subrayó.

En el caso del género homo esta adaptación fue decisiva para desarrollar un cerebro de mayor tamaño y complejidad. Hace 2,5 millones de años el cerebro creció un 40%. «Los cambios en el desarrollo de nuestro cerebro han condicionado la aparición de una tecnología y de unas culturas diferentes como el Neolítico, la agricultura o la ganadería, así como las primeras herramientas», añadió Bermúdez de Castro.

El canibalismo también está presente en los humanos desde tiempo inmemorial, aunque no esté documentado. También se daba entre los chimpancés. En el caso de la Sierra de Atapuerca se han encontrado evidencias de hace 1,2 millones de años en la Sima del Elefante y con anterioridad de hace 800.000 años en Gran Dolina.
Bermúdez de Castro indicó que el equipo de investigación de los yacimientos de Atapuerca podría abrir una línea de investigación relacionada con el canibalismo.

El ciclo de conferencias de la Cátedra Tomás Pascual continuará el 14 de octubre en el Museo de la Ciencia de Valladolid, donde el investigador del CENIEH Jesús Rodríguez hablará sobre ‘La gran extinción de Edad del Hielo’ y concluirá el 12 de noviembre en la Universidad de Salamanca con la investigadora Ana Mateos y su ponencia ‘Historia de fósiles: humanos por descubrir’.

Fuente: diariodeburgos.es

domingo, 6 de septiembre de 2009

-Mandíbula "Jimena"


El Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH), inaugurado a principios de verano por la Reina, ha comenzado el estudio de la mandíbula "Jimena" correspondiente a un individuo de Homo Antecessor que debió estar en la sierra de Atapuerca hace unos 900.000 años.

Se trata de una mandíbula que fue encontrada en el nivel TD-6 de Gran Dolina, correspondiente a una antigüedad de hace unos 900.000 años, hace dos campañas de excavación, aunque su estudio no se ha podido iniciar hasta ahora porque se encontraba dentro de un bloque muy cimentado.

Ese ha sido el motivo por el cual ha requerido una restauración "muy delicada", según ha informado a Efe la antropóloga María Martinón, responsable del equipo de Antropología dental del CENIEH.

El equipo de Atapuerca tiene la costumbre de bautizar con nombres propios los restos más importantes que aparecen en los yacimientos, como los cráneos "Miguelón" y "Agamenón", la pelvis "Elvis" o la lasca "Excalibur", pero en esta ocasión, por primera vez, han querido dar a un fósil un nombre que se identifique claramente con la historia de Burgos, como es el de la esposa de Mio Cid.

El estudio de la mandíbula acaba de comenzar, aunque María Martinón se ha mostrado convencida de que permitirá extraer conclusiones importantes en los próximos meses, por lo que "muy probablemente", ha dicho, será objeto de algún artículo en una publicación científica internacional.

Fuente: EFE

-El tesoro del Castillo

El reciente rechazo de la Dirección General de Patrimonio al proyecto de construcción de un aparcamiento subterráneo en una de las laderas del Castillo está argumentada en los restos arqueológicos que descansan bajo las mismas. La fortaleza -o, mejor dicho-, los restos que quedaron tras la voladura criminal que perpetraron los franceses durante la Guerra de Independencia y que fueron rehabilitados hace unos años no difieren demasiado de otros fortines medievales. Sin embargo, la vieja barbacana burgalesa destaca por su impresionante entramado subterráneo, una red de extensas galerías excavadas en la tierra que siguen siendo hoy un laberinto que subyuga a investigadores y curiosos. Los enigmas en torno a las razones por las que existen tantas cavidades no han sido despejados del todo, o al menos no existe una teoría que satisfaga completamente a los estudiosos.

Si en sus más de mil años de historia hubo una persona que trató de desentrañar éste y otros misterios fue Leopoldo Centeno Jiménez-Peña, general de la Guardia Civil, quien durante casi un cuarto de siglo recorrió sus entrañas obsesionado con la existencia de un tesoro que, aseguraba, en su precipitada huida no pudieron llevar consigo los franceses. Nacido en Sevilla en 1861, el General Centeno se convirtió en un popular personaje de la sociedad burgalesa a partir de 1925, año en el que por primera vez solicitó al Ayuntamiento de Burgos los permisos pertinentes para perforar en el cerro sobre el que se asentaba la fortaleza castellana.

Sin embargo, esa fama no se tradujo en el apoyo económico que reclamó siempre el buscador del tesoro, a pesar de que tratara de llamar la atención de los burgaleses con sugestivos mensajes en la prensa de la época. En ese cerro del Castillo, que con tanta indiferencia se le mira, hay oro en cantidad insospechada, y el conocer su volumen ha de causar sensación. A presencia mía se han hecho estudios por cultivadores de las ciencias geofísicas, eminentes prospectores, uno español y tres extranjeros, y los cuatro han coincidido en situación y naturaleza de los cuerpos explorados. Las radiaciones electromagnéticas captadas acusan la existencia de un yacimiento de oro de un metro cúbico aproximadamente.

Lo único que consiguió el General Centeno fue despertar la expectación de la sociedad y, sobre todo, pulirse todo su patrimonio, ya que las suscripciones populares que ingenuamente abriera no fueron nunca respaldadas por los burgaleses, que asistieron quizás más divertidos que intrigados a las excavaciones que trataban de desvelar el misterio del tesoro oculto.

El tesoro del que hablaba Centeno no era baladí. Según él, constaba de unas 400.000 monedas de oro, más 200.000 de plata, la lujosa vajilla que perteneció a Pedro I de Castilla, del siglo XIV, así como perlas y diamantes. El obstinado general sostenía que el pozo del Castillo no era la única cavidad horadada en las entrañas del cerro, y que en alguna de esas galerías debieron esconder las tropas napoleónicas el fastuoso botín. Lo cierto es que meses después de iniciar las perforaciones, en mayo de 1929, Diario de Burgos anunciaba con entusiasmo la noticia de la aparición de las galerías y abundaba en los misterios que aguardaban en los sótanos de la fortaleza, alentando la empresa de Centeno. La fantasía tiene ya una base y un principio para continuar sus derroteros. Los escalones descubiertos es probable que sigan, ¿hasta dónde? Del final de esta escalera es de suponer que arranque otra galería ¿en qué dirección?, y sobre todo, ¿adónde irá a parar?

Pero el tesoro no apareció, a pesar de la tozudez de Centeno, que diez años después de sus primeras investigaciones aseguraba haber encontrado la entrada a una nueva cámara, por lo que pedía más paciencia a la sociedad. Ítem más: pocos días antes de la sublevación militar de julio de 1936, Leopoldo Centeno volvió a dirigirse al alcalde de la ciudad pidiendo soporte económico para continuar excavando. No dejar de tener su gracia el paralelismo entre la idea peregrina de Leopoldo Centeno, obsesionado con adentrarse tierra adentro días antes del golpe, con la de don Cosme Herrera, el personaje de la afamada novela de Óscar Esquivias Inquietud en el Paraíso quien también días antes de la asonada militar propone un viaje a las entrañas de la Catedral con destino, en el caso de esta ficción, al mismísimo Purgatorio.

La vehemencia de Centeno pudo derivar en esquizofrenia, o al menos en disparate cuando, en 1948, casi 25 años después de su primera solicitud, requiriera por última vez el apoyo del consistorio capitalino. En esta ocasión, las posibles riquezas que decía se escondían en los subterráneos de la fortaleza eran inmensamente más importantes. Así, el general, que ya parecía perdido en un laberinto más mental que físico, aseguraba que en algún lugar de las galerías se encontraba enterrado el archivo con toda la documentación de la ocupación francesa entre 1808 y 1813; los citados bienes de Pedro I de Castilla, ¡una tumba egipcia!, oro sepultado en dos cámaras romanas y estaño acumulado en otras dos cavidades. El general Centeno aseguraba en su carta al regidor de la ciudad que, de ser este tesoro hallado, «España podría, quizá, convertirse en el país más solvente de Europa, pudiendo así volver la vida normal y de prosperidad que todos anhelamos».

La red de galerías subterráneas halladas durante el pasado siglo XX bajo el castillo es realmente impresionante. Destaca el llamado Pozo, una singular construcción de origen medieval (posiblemente siglos XII ó XIII) que consta de un cilindro hueco de más de 60 metros de profundidad con escaleras de acceso hasta el fondo. Junto al Pozo se encuentra la Galería Principal, bautizada como Cueva del Moro, con 60 metros de longitud y un sinuoso recorrido a 10 metros bajo tierra; la Galería de la Carretera, llamada de esta manera porque discurre bajo la vía actual, consta de 13 metros de longitud; la Galería de la Cavidad, a 30 metros bajo tierra, discurre en dirección a San Esteban; por último, en esta obra de ingeniería medieval, destaca la Galería de los bomberos, así bautizada por haber sido este Cuerpo quien lo descubriera y desescombrara; está a 10 metros de profundidad y su trayecto es de 15 metros.

Fuentes: El castillo de Burgos. José Sagredo. Ayuntamiento de Burgos. 1999. El pozo y galerías del castillo de Burgos. Una gran obra de ingeniería. Clemente Sáenz y Luis María García. Revista de Obras Públicas. 2001. Revista Estampa. Julio de 1936.

Fuente: diariodeburgos.es

viernes, 4 de septiembre de 2009

-Puesta en valor del castillo de Miranda.

La existencia de importantes restos del primitivo castillo de Miranda en el cerro de La Picota ya no sólo se puede constatar a través de la documentación histórica y arqueológica. A partir del día 16 de este mes se podrán realizar visitas guiadas a los restos que un equipo arqueológico ha estado exhumando durante las últimas semanas.
En concreto se podrá visitar toda la zona de la barbacana, que es la zona de entrada a la primitiva fortaleza. Los restos de esta parte de la construcción defensiva han sido descubiertos prácticamente en su totalidad. Así, han salido a la luz parte importante de los muros de esta zona defensa de la fortaleza ante un posible ataque.













De los trabajos realizados por el equipo arqueológico de la empresa Ondare Babesa se ha determinado que la barbacana contaba con «un patio de más de 400 metros cuadrados que servía para aumentar la capacidad de defensa del castillo con un foso de más de 2 metros de profundidad», explicó ayer el alcalde Fernando Campo, adelantando los resultados «provisionales» de los arqueólogos.
Las visitas no sólo servirán para ver los restos de muros y torres encontrados en la zona, sino que además pretenden explicar a los visitantes la historia de la fortaleza, sus orígenes, su permanencia en el tiempo y los muchos avatares sufridos en los últimos siglos como su desmantelamiento ordenado por el Ayuntamiento o la construcción sobre sus restos de varios depósitos de agua.

También se explicó que el recinto excavado a visitar va a ser objeto de un acondicionamiento para posibilitar que las visitas sean cómodas, y que la zona estará de manera permanente vallada y cerrada al público, estando sólo abierta para las visitas programadas. También se prometió que la documentación existente, así como varias fotografías de las excavaciones, serán volcadas en la página web municipal parea ser consultada.

Del análisis arqueológico también se han extraído otras conclusiones «muy interesantes» que van a servir para saber más sobre la historia de la ciudad, aseguró el primer edil. «Alguna sorpresa se ha dado en los trabajados. Han aparecido restos de construcciones más antiguas que el castillo, aproximadamente del siglo VIII o siglo X, cuando históricamente se supone que fue el origen de Miranda, porque el asentamiento original estuvo en La Picota, y eso ha salido gracias al trabajo realizado para el castillo», defendió.

En el avance del informe se concreta de manera menos severa que «podríamos haber descubierto restos de la presencia de la primitiva aldea de Miranda hacia el siglo VIII», y además no se descarta «la presencia de asentamientos de épocas anteriores».
Otros descubrimientos «han permitido la localización de restos inéditos de la Miranda medieval asentada en el cerro con una secuencia cronológica que arrancaría en el año mil», dijo.

Fuente: diariodeburgos

martes, 1 de septiembre de 2009

-Descubierta antigua bodega medieval.


La localidad de Caleruega podría albergar la bodega más antigua de la Ribera del Duero. El hallazgo se produjo la semana pasada en el despoblado del Coto de la Quiñonera y, a la espera de una datación exhaustiva, algunos historiadores apuntan que podría tratarse de las bodegas de Alfonso VIII, que ya existían en el siglo XII -un documento de 1.179 guardado en el monasterio calerogano dice que «habíase 4.000 cántaras en las bodegas reales de San Martín de Bañuelos, de don Alfonso»- , e incluso otros autores estiman que su origen podría ser anterior y remontarse a la época imperial ya que en las proximidades existen los restos de una villa y discurre la calzada que unía Clunia con el Valle del Arlanza.

La cava, cuya entrada llevaba oculta desde hace seis décadas por un desprendimiento, fue descubierta siguiendo las indicaciones de Fernando Martín Gil, El Rojo, un pastor que nació en el Coto de la Quiñonera y que ha sido el impulsor de esta excavación.
El alcalde calerogano, José Ignacio Delgado, se muestra entusiasmado porque se han encontrado la cava en un perfecto estado de conservación pese a que ha llegado a estar en ocasiones completamente inundada.
Excavada en la roca, dispone de una única nave con orientación oeste-este trazada en sentido descendente hacia la puerta para permitir la salida del agua que mana en el fondo y se recogía en una pila tallada en la piedra. Tiene una longitud de 30 metros, una altura de cerca de cinco metros y una anchura de cuatro. A lo largo de ambos lados dispone un total de 12 cabañones o nichos, donde se colocaban las cubas, aunque la gran altura de los más profundos hace pensar que albergaron tinajas.

La bodega, según Delgado, fue utilizada hasta los años 40 por los obreros del Coto de la Quiñonera, ya que el señor tenía la suya propia, al parecer también de origen medieval aunque se cree que algo posterior y remodelada en el siglo XIX, amenazada de ruina, con un arco de medio punto en la entrada y de cuyo conjunto se conserva también parte del lagar.
El Ayuntamiento ha limpiado la bodega y está consolidando la entrada para evitar nuevos desprendimientos. Paralelamente se ha dado aviso a la arqueóloga provincial para que se acerque a visitarlo y determine si es necesario realizar alguna prospección y documentar con exactitud los restos.
A partir de ahí la idea es poner en valor este patrimonio, a ser posible en colaboración con el Consejo Regulador de la Denominación de Origen o con algún bodeguero de la zona, e integrarlo en una ruta de senderismo.
Fuente: diariodeburgos