Más de medio millón de cabezas de ganado, de un total de cinco en toda España, transitaban dos veces al año por la provincia. Una de octubre a noviembre para ir a Extremadura y otra de mayo a junio camino de la Sierra de la Demanda. Era uno de los destinos favoritos de los pastores trashumantes. No solo por la profusión de sus pastos, sino también por la riqueza de su naturaleza. Sus caudalosos y limpios ríos eran lugares magníficos para lavar una lana antaño valorada igual que preciada.
La Cañada Real Burgalesa cayó en desuso en las postrimerías del siglo XIX, aunque para hablar de sus orígenes hay que remontarse a hace 7.000 años; para recordar su impulso a 1273, con Alfonso X el Sabio, llegando a su máximo apogeo en 1300, y para revivir su época reciente de mayor trasiego a los años comprendidos entre 1775 y 1800. Bien es cierto que este verano ha visto pasar por alguno de sus tramos un rebaño de más de 2.000 cabezas de ganado, procedente de la localidad pacense de La Serena, en el propósito de la Asociación Concejo de la Mesta, creada en recuerdo de aquella institución medieval que organizaba la trashumancia, y de asociaciones rurales de la sierra de impulsar y restablecer esta actividad.
Pero para lograr ese objetivo, al que indudablemente ha de unirse el de la conservación de un patrimonio histórico e incluso el de un uso turístico, hay que empezar por recuperar las vías pecuarias. Esas antiguas rutas ganaderas que unían las zonas altas de la península, destinadas a pastos de verano, con la bajas, donde el ganado pasaba el invierno. Y eso es que lo que pretenden el Gobierno central y la Junta con un convenio de colaboración para ‘sacar a la luz’ esta cañada real que pasa también por las provincias de Valladolid, Palencia y Salamanca, adentrándose en Portugal antes de llegar a Extremadura. A este fin dedicarán 1,5 millones de euros.
De los 600 kilómetros que comprende todo el recorrido, 140 pertenecen a territorio burgalés y pasan por más de una veintena de pueblos localizados en zonas como el Valle de Valdelaguna, Tierra de Lara, Arlanza o La Ribera. Comienza en Monterrubio de la Demanda y termina en Tórtoles de Esgueva. Para los expertos se trata de una cañada «muy interesante» al extenderse, junto a la soriana-occidental que discurre paralela, de Este a Oeste en lugar de Norte a Sur. Una característica por la se la considera maestra, ya que permite el acceso al resto de vías nacionales -hay diez- al cortarlas en alguno de sus puntos.
Además de su situación estratégica, esta ruta y su destino, la Sierra de la Demanda, eran muy apreciados por los ganaderos debido a la riqueza de los pastos, la calidez del clima y las posibilidades que ofrecían sus ríos para lavar la lana, además de por su cercanía a Burgos cuando la capital se convirtió en el siglo XIV en puerto exportador de toda Castilla. «La lana merina que había en España se comercializaba a través del consulado burgalés, que decidía a dónde tenía que llevarse tras ser almacenada en el Páramo de Masa», apostilla el presidente de las asociaciones Concejo de la Mesta y Trashumancia y Naturaleza, Jesús Garzón.
Pero su importancia parece ser proporcional al grado de abandono que presenta. El origen de ese deterioro, según este experto, está ligado a la llegada del ferrocarril. «Se aprovechó el itinerario para meter la línea férrea que une Salamanca-Medina del Campo-Valladolid-Burgos», explica. Un revolucionario avance en las comunicaciones, hasta entonces a pie o en carro, que aprovecharon muchos ganaderos para trasladar el ganado. Y los que intentaron mantener la costumbre trashumante tuvieron que desistir en el empeño a consecuencia de los inconvenientes y peligros que provocaba la cercanía del nuevo transporte.
Lejos de las posibilidades históricas de hace siglos, la Cañada Real Burgalesa se hará visible con este proyecto. Para los expertos, su principal uso debe ser ganadero ya que de lo contrario al tratarse de un pastizal desaparecería. No obstante, este empleo no está reñido con otros como el turístico, aprovechando el patrimonio natural, artístico y arquitectónico que se encuentra en esta ruta.
Y precisamente en esos objetivos trabaja la Consejería de Medio Ambiente, que pretende «revalorizar el legado de las vías pecuarias de la región tanto para el fomento de la ganadería extensiva como para promocionar sus aspectos culturales y recreativos», según fuentes de este departamento. Se encargará de actuar en el principal tramo burgalés, ya que el Gobierno se ocupará del ramal que pasa por Royuela de Río Franco y Tordómar, y de los recorridos palentino y valisoletano. La Administración regional maneja un plazo de cuatro años para realizar labores de deslinde, que determinen lo que es propiedad pública y privada, así como un proyecto de amojonamiento y señalización del itinerario con un presupuesto de 757.000 euros.
La reciente noticia del convenio firmado entre el Gobierno y la Junta satisface aunque no del todo a Jesús Garzón, naturalista cántabro que en 2009 recibió de manos del Rey el premio Fondena de la Fundación para la Defensa de la Naturaleza por su contribución al medio ambiente. Su censura se dirige principalmente al Gobierno regional, al que acusa de haber tardado demasiado en cumplir la legislación vigente en cuanto a la protección de las vías pecuarias, que data de 1995 e incluye la cesión de competencias a las comunidades.
«No han hecho nada en quince años. Creo que es una dejación de funciones perseguible para la que debería haber un fiscal especial como existe en otros temas y como lo tenía Alfonso X El Sabio», subraya el que fuera director general de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura en los 80.
Para el presidente de las asociaciones Concejo de la Mesta y Trashumancia y Naturaleza, el futuro de Castilla y León está en la ganadería extensiva. Un sector olvidado para muchos pero que, a su juicio, puede convertirse en un importante «yacimiento de empleo con garantía de futuro», en un momento de crisis donde el paro se ha cebado con los más jóvenes. A modo de ejemplo, el naturalista cántabro destaca el trabajo que desde las agrupaciones que preside se está haciendo para recuperar la actividad trashumante en otros puntos de España desde hace 18 años: «Hemos logrado movilizar a más de 5.000 pastores y 100.000 cabezas de ganado».
Hablamos de una trashumancia del siglo XXI, que mantiene la esencia del pasado pero elimina parte de la dureza que sufrían sus protagonistas en esos largos desplazamientos. Ahora -detalla Garzón- son grupos de familias jóvenes que van en todoterrenos, llevan sus camiones y caravanas para dormir; disponen de rediles electrónicos que guardan el ganado y así no tener que velarlo por la noche, y al ser varios miembros rompen ese aislamiento que vivían los antiguos ganaderos.
La Asociación Concejo de la Mesta comenzó en 1992, a raíz de que la ONU aprobara en Río de Janeiro el Convenio de la Biodiversidad, que obliga a los estados a favorecer y conservar las tradiciones que son compatibles con el medio ambiente. «En España la gran tradición compatible con el medio ambiente es la trashumancia», apostilla Garzón.
Considera que Castilla y León tiene las materias primas necesarias para retomar esta forma de vida; variedad de ganado y rutas por las que transite -por su territorio pasan 8 de las diez vías pecuarias de España-. Tan solo por la provincia de Burgos discurren tres: la burgalesa, la soriana-occidental y la leonesa-oriental.
Fuente: www.diariodeburgos.es
Un rincón para conocer la historia, la naturaleza de Burgos y la magia de los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca.
sábado, 30 de octubre de 2010
lunes, 18 de octubre de 2010
-Capilla de San Olav en Covarrubias.
Ampliar las miras comerciales de su Reino empujó a Haakon IV de Noruega a entregar al linaje de los reyes de Castilla, concretamente al hermano de Alfonso X, Felipe, uno de sus bienes más preciados: su hija Kristina. Felipe, que había sido abad de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias, se instaló en Sevilla, pero la leyenda cuenta que la distancia y la pena mataron a Kristina en 1262, cuatro años después de contraer matrimonio. El infante decidió dar sepultura a su esposa en el templo que otrora gobernó, y allí fue donde se redescubrió su sepulcro, abierto para testar su contenido a finales de los 70.
Fue entonces cuando las relaciones entre Noruega, y más concretamente de las ciudades de Tonsberg y Bergen, y la villa rachela se estrecharon hasta crear un vínculo que ha trascendido hasta nuestros días y que tiene en el ciclo cultural ‘Notas de Noruega’ su máximo exponente. Ayer, como en los últimos quince años, San Cosme y San Damián acogió un concierto de lírica nórdica al que puso voz la soprano Isa Katharina Gericke y música el pianista Trygve Broske. Era el acto central de un día de hermanamiento completado con un mercadillos, exposiciones y la presencia, muy notable, de una representación de ciudadanos noruegos llegados hasta Covarrubias gracias a los autobuses fletados a tal efecto por la Embajada de Noruega.
Ocurre que a nadie sorprende ya ver a una familia noruega pasear por la villa como quien camina por su barrio. «Aquí se dice que no hay día sin noruegos», cuenta el alcalde, Miguel Ortiz. El regidor, acompañado por el recién estrenado embajador noruego ante España, Torgeir Larsen, presidió la ofrenda floral a la Princesa que, por vez primera, se hizo ante su sepulcro antes de repetir a los pies de la estatua que evoca su existencia frente a la Colegiata.
Hoy, la dama es querida por los vecinos de Covarrubias como una ‘patrona’ más y añorada por los noruegos, que llegan hasta tierras burgalesas siguiendo las rutas que organizan bajo el nombre de ‘los pasos de Kristina de Noruega’. Pronto tendrán un nuevo espacio de peregrinación: la capilla de San Olav (patrón de Noruega) que Felipe prometió a su esposa que construiría en Covarrubias. Su construcción se inició el año pasado y «estará terminada en primavera de 2011», calcula Ortiz, sabedor de que el cumplimiento de una anciana promesa amplificará la historia de la princesa que murió de pena.
Fuente: www.diariodeburgos.es
Fue entonces cuando las relaciones entre Noruega, y más concretamente de las ciudades de Tonsberg y Bergen, y la villa rachela se estrecharon hasta crear un vínculo que ha trascendido hasta nuestros días y que tiene en el ciclo cultural ‘Notas de Noruega’ su máximo exponente. Ayer, como en los últimos quince años, San Cosme y San Damián acogió un concierto de lírica nórdica al que puso voz la soprano Isa Katharina Gericke y música el pianista Trygve Broske. Era el acto central de un día de hermanamiento completado con un mercadillos, exposiciones y la presencia, muy notable, de una representación de ciudadanos noruegos llegados hasta Covarrubias gracias a los autobuses fletados a tal efecto por la Embajada de Noruega.
Ocurre que a nadie sorprende ya ver a una familia noruega pasear por la villa como quien camina por su barrio. «Aquí se dice que no hay día sin noruegos», cuenta el alcalde, Miguel Ortiz. El regidor, acompañado por el recién estrenado embajador noruego ante España, Torgeir Larsen, presidió la ofrenda floral a la Princesa que, por vez primera, se hizo ante su sepulcro antes de repetir a los pies de la estatua que evoca su existencia frente a la Colegiata.
Hoy, la dama es querida por los vecinos de Covarrubias como una ‘patrona’ más y añorada por los noruegos, que llegan hasta tierras burgalesas siguiendo las rutas que organizan bajo el nombre de ‘los pasos de Kristina de Noruega’. Pronto tendrán un nuevo espacio de peregrinación: la capilla de San Olav (patrón de Noruega) que Felipe prometió a su esposa que construiría en Covarrubias. Su construcción se inició el año pasado y «estará terminada en primavera de 2011», calcula Ortiz, sabedor de que el cumplimiento de una anciana promesa amplificará la historia de la princesa que murió de pena.
Fuente: www.diariodeburgos.es
domingo, 17 de octubre de 2010
-Manuela Sáenz de Azpiru, una heroina en América.
Manuela Sáenz de Azpiru, hija de un indiano nacido y criado en Villasur de Herreros, fue la amante, confidente y asesora de Simón Bolívar durante años y hasta la muerte del general.
Cuando en junio de 1822 Simón Bolívar, El Libertador de América del Sur, entró triunfante en la ciudad ecuatoriana de Quito, de entre la muchdumbre arracimada que daba la bievenida al héroe había una hermosa joven que, emocionada, decidió lanzar a ese Dios reencarnado una corona de rosas y laurel; lo hizo con tan buen tino que cayó en los brazos de éste. «Señora, si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España», le espetó el general con la mejor de sus sonrisas. Ella se ruborizó, ignorando que tan galante frase tendría en el futuro un significado más profundo: aquella damita llamada Manuela acertó de pleno puesto que conquistó para siempre el corazón del paladín de la libertad.Manuela Sáenz de Aizpuru no sólo ha pasado a la historia por ser la amante inseparable de Simón Bolívar; es hoy considerada una de las mujeres precursoras del feminismo en aquella América de las independencias y una de las heroínas de tan magno acontecimiento histórico. Su vida es una de las más apasionantes de aquella época turbulenta. Y el origen de ésta hay que buscarlo en un pueblo: Villasur de Herreros, en la provincia de Burgos. Allí nació su padre, Simón Sáenz de Vergara, en 1755. Cuando tuvo la mayoría de edad, se marchó a hacer las Américas, instalándose en la localidad colombiana de Popayán. Allí se casó en 1781 con una rica heredera de emigrantes vizcaínos llamada Juana María del Campo Larraondo. El matrimonio, que tuvo varios hijos, se instaló en Quito, donde el burgalés tuvo una proyección meteórica en el gobierno de la ciudad: fue teniente de milicias, regidor del Cabildo, alcalde y, finalmente, Oidor de la Real Audencia de Quito.
Fue en la capital ecuatoriana donde tuvo un romance con Joaquina de Aizpuru, una quiteña soltera.Fruto de esos amoríos nació en 1797 una niña: Manuela, quien creció en la casa paterna rechazada por la esposa de su padre dada su condición de bastarda. Manuela fue educada en el convento de Santa Catalina en Quito y luego vivió de nuevo con su progenitor, quien ya instalado en Perú consiguió ocultar la condición ilegítima de Manuela para arreglar su boda con un rico comerciante inglés 26 años mayor que ella: James Thorne. El enlace se celebró en Lima en 1817. En la capital del Virreinato de Perú, Manuela frecuentó los ambientes políticos que conspiraban contra la Corona española, llegando a desempeñar un papel activo en el derrocamiento del virrey José de la Serna y tomando parte activa de la declaración de Independencia del Perú, hecho que se produjo el 28 de julio de 1821 y que le valió el título de ‘Caballeresa de la Orden del Sol’.
Involucrada de lleno en la causa revolucionaria e independentista, al año siguiente abandonó a su marido y regresó a Quito, donde conoció a Bolívar. Fue un flechazo, y no se separían hasta la muerte del general, hecho acaecido en 1830. No sólo les unió el amor, también los ideales y el espíritu de lucha. Manuela fue, además de amante, condifente, asesora e incluso guardaespaldas del general; no en vano, gracias a valientes intervenciones la hija del indiano burgalés salvó varias veces la vida del militar. También por eso se la conoce como ‘La libertadora del Libertador’, sobrenombre con el que la bautizó el propio Simón Bolívar. Fue la suya una relación apasionada, tormentosa, que ha dejado para la historia una ingente producción epistolar, reveladora de su intensidad, llena de romanticismo y ardor.
Baste como muestra esta carta que le remite Bolívar a su amada tras ofrecer un discurso en el Congreso: Llegaste de improviso, como siempre. Sonriente. Notoria. Dulce. Eras tú. Te miré. Y la noche fue tuya. Toda. Mis palabras. Mis sonrisas. El viento que respiré y te enviaba en suspiros. El tiempo fue cómplice por el tiempo que alargué el discurso frente al Congreso para verte frente a mí, sin moverte, quieta, mía… Utilicé las palabras más suaves y contundentes; sugerí espacios terrenales con problemas qué resolver mientras mi imaginación te recorría; los generales que aplaudieron de pie no se imaginaron que describía la noche del martes que nuestros caballos galoparon al unísono; que la descripción de oportunidades para superar el problema de la guerra, era la descripción de tus besos. Que los recursos que llegarían para la compra de arados y cañones, era la miel de tus ojos que escondías para guardar mi figura cansada, como me repetías para esconder las lágrimas del placer que te inundaba. Y después, escuché tu voz. Era la misma. Te di la mano, y tu piel me recorrió entero. Igual… que los minutos eternos que detuvieron las mareas, el viento del norte, la rosa de los vientos, el tintineo de las estrellas colgadas en jardines secretos y el arco iris que se vio hasta la media noche. Fuiste todo eso, enfundada en tu uniforme de charreteras doradas, el mismo con el que agredes la torpeza de quienes desconocen cómo se construye la vida. Mañana habrá otra sesión del Congreso. ¿Estarás?
Aquel arrebatado delirio epistolar fue recíproco, claro. Hete aquí una encendida misiva firmada por Manuela: Sigo siendo bella, provocativa, sensual y deliciosa. ¡Ah! Mis encantos son suyos y cualquier sacrificio no sería nada, con la proximidad de usted. Tiene su recuerdo tal cúmulo de retratos que me hacen ruborizar pero de deseo, sin romper mi intimidad o mi modestia. Presto he terminado la lectura de su carta y me dedico a contestarle ésta en la invariable seguridad de que usted me seguirá escribiendo cartas de amor que son el pretexto de seguir con vida. Lo amo tanto que me sentí morir cuando partió. Yo no podría vivir sin siquiera recibir alguna noticia suya.
Ya apenas se separarían, a excepción de algunas campañas claves en la independencia de las regiones americanas. Manuela Sáenz estuvo a su lado en las de Perú y Colombia, llegando a incorporarse al Estado Mayor de Bolívar como encargada de los archivos personales del Libertador y recibiendo el grado militar de coronela por combatir en la campaña final por la independencia del Perú. En 1825, Manuela consiguió que su amor salvara la vida en un atentado nocturno: porfió valientemente con los asaltantes de su alcoba mientras el Libertador escapaba y se ponía a salvo de los matarifes.
Desterrado y enfermo en Santa Marta, esperando la llegada de su amada, Simón Bolívar falleció en diciembre de 1830. La muerte del libertador fue también la de Manuela. Quedó sumida en una tristeza terrible, y su situación en adelante fue un infierno: los enemigos del Libertador le hicieron la vida imposible. Pero ella no se arredró, y defendió con uñas y dientes el sueño de su amado, manteniendo su actividad política, publicando escritos y libelos que eran sancionados a la vez que defendidos por sectores cada vez más amplios de mujeres, que lejos de criticarla, defendían sus posiciones. Con todo, padeció la cárcel y el destierro (primero en Jamaica y luego en Perú), sobreviviendo de hacer los tejidos y bordados que aprendió de niña, de escribir cartas para los marinos analfabetos o de vender tabaco. Falleció en 1856, después de enfermar de difteria durante la epidemia que asoló a buena parte del Perú.
Tenía 59 años. Aunque fue enterrada en una fosa común, hubiese querido que en su tumba apareciera este epitafio: «Vivo, adoré a Bolívar. Muerto, lo venero». Desde el pasado mes de julio, unos restos simbólicos de la hija del indiano burgalés de Villasur de Herreros descansan junto al osario de Simón Bolívar. Amor más allá de la muerte.
También Simón Bolívar tenía sangre burgalesa. Su tatarabuelo materno, José Palacios Sojo y Ortiz de Zárate, había nacido en Miranda de Ebro y emigrado a Caracas en la segunda mitad del siglo XVII. Se casó con una caraqueña de buena familia y llegó a ser alcalde y contador general de la ciudad venezolana. Su primogénito, Feliciano de Palacios Sojo, también llegó a ser regidor capitalino. De su matrimonio en segundas nupcias con la caraqueña Isabel María Gil de Arratia nació un niño, llamado también Feliciano. Los Palacios representaban a la perfección la artistocracia nepotista que se ganó su privilegiada posición haciendo favores a la Corona. Ese Feliciano Palacios tuvo varios hijos. El cuarto fue una niña: María Concepción Palacios y Blanco, nacida en 1758 y casada en 1773 con Juan Vicente Bolívar, otro aristócrata 30 años mayor que ella. Diez años después del enlace, en la medianoche del 24 de julio, nació Simón José Antonio de la Santísima Trinidad. Simón Bolívar.
Fuente: R. Pérez Barredo www.diariodeburgos.es
martes, 12 de octubre de 2010
-El dueño de "Elvis" usaba bastón.
‘Elvis’, el neandertal encontrado en la Sima de los Huesos de los yacimientos de Atapuerca en la campaña de 1994, no era un hombre de 33 años como se pensaba inicialmente porque su edad rondaba los 45 y usaba bastón, por que sufría cierto grado de minusvalía locomotriz.
Son las conclusiones a las que ha llegado un grupo de paleontólogos del equipo de investigaciones de Atapuerca tras estudiar los restos fósiles de una porción del tronco y la pelvis de un anciano que sufría cierto grado de minusvalía locomotriz. Pelvis que fue bautizada como ‘Elvis’ en honor al cantante que popularizó esta parte del cuerpo y que se exhibe en el Museo de la Evolución Humana.
La pelvis encontrada en Atapuerca (en color amarillo) es mayor que la de un hombre actual (en verde), lo que da idea de la corpulencia de los neandertales.
Los autores de este estudio, publicado ayer online en la revista científica PNAS, concluyen que la presencia de un individuo mayor discapacitado en una población de más de 500.000 años, podría ser un indicio del cuidado social dispensado a los ‘mayores’ del grupo.
El equipo científico, formado principalmente por investigadores del Centro UCM-ISCIII de evolución y comportamiento humanos de Madrid y del que son coautores el profesor Juan Luis Arsuaga y nueve miembros más de Atapuerca, recuperó los restos fósiles de este individuo a lo largo de cinco campañas de excavación en la Sima de los Huesos, en una pequeña cavidad situada a 30 metros de profundidad. Los restos de la pelvis fueron objeto de un estudio previo publicado en 1999. Desde entonces, el trabajo en el laboratorio ha permitido reconstruir y asociar a esta pelvis su columna lumbar.
La investigación ha revelado que este esqueleto parcial, perteneciente a un varón de gran corpulencia física de una especie antepasada de los neandertales, padecía importantes enfermedades degenerativas desde mucho antes de morir, con más de 45 años de edad. Estas enfermedades tendrían manifestaciones posturales y dolorosas en las zonas lumbar y pélvica, que obligarían al individuo a adoptar una posición encorvada y, quizás, a usar un báculo para mantenerse erguido. Por ello, este individuo estaría impedido para cazar, entre otras actividades por ejemplo. Su supervivencia durante largo tiempo con estas discapacidades hace suponer que el grupo nómada del que formaba parte tendría una atención «especial» con sus ‘mayores’.
Los científicos han comparado también el conducto pélvico del anciano de la Sima con el de otras pelvis humanas fósiles de sexo femenino encontradas en otros yacimientos. Los resultados señalan que las diferencias entre los sexos de los individuos se asemejan a las encontradas entre los hombres y las mujeres actuales. Incluso, permite sostener la hipótesis de que las mujeres de estos humanos sufrirían alumbramientos difíciles.
Fuente: www.diariodeburgos.es
Son las conclusiones a las que ha llegado un grupo de paleontólogos del equipo de investigaciones de Atapuerca tras estudiar los restos fósiles de una porción del tronco y la pelvis de un anciano que sufría cierto grado de minusvalía locomotriz. Pelvis que fue bautizada como ‘Elvis’ en honor al cantante que popularizó esta parte del cuerpo y que se exhibe en el Museo de la Evolución Humana.
La pelvis encontrada en Atapuerca (en color amarillo) es mayor que la de un hombre actual (en verde), lo que da idea de la corpulencia de los neandertales.
Los autores de este estudio, publicado ayer online en la revista científica PNAS, concluyen que la presencia de un individuo mayor discapacitado en una población de más de 500.000 años, podría ser un indicio del cuidado social dispensado a los ‘mayores’ del grupo.
El equipo científico, formado principalmente por investigadores del Centro UCM-ISCIII de evolución y comportamiento humanos de Madrid y del que son coautores el profesor Juan Luis Arsuaga y nueve miembros más de Atapuerca, recuperó los restos fósiles de este individuo a lo largo de cinco campañas de excavación en la Sima de los Huesos, en una pequeña cavidad situada a 30 metros de profundidad. Los restos de la pelvis fueron objeto de un estudio previo publicado en 1999. Desde entonces, el trabajo en el laboratorio ha permitido reconstruir y asociar a esta pelvis su columna lumbar.
La investigación ha revelado que este esqueleto parcial, perteneciente a un varón de gran corpulencia física de una especie antepasada de los neandertales, padecía importantes enfermedades degenerativas desde mucho antes de morir, con más de 45 años de edad. Estas enfermedades tendrían manifestaciones posturales y dolorosas en las zonas lumbar y pélvica, que obligarían al individuo a adoptar una posición encorvada y, quizás, a usar un báculo para mantenerse erguido. Por ello, este individuo estaría impedido para cazar, entre otras actividades por ejemplo. Su supervivencia durante largo tiempo con estas discapacidades hace suponer que el grupo nómada del que formaba parte tendría una atención «especial» con sus ‘mayores’.
Los científicos han comparado también el conducto pélvico del anciano de la Sima con el de otras pelvis humanas fósiles de sexo femenino encontradas en otros yacimientos. Los resultados señalan que las diferencias entre los sexos de los individuos se asemejan a las encontradas entre los hombres y las mujeres actuales. Incluso, permite sostener la hipótesis de que las mujeres de estos humanos sufrirían alumbramientos difíciles.
Fuente: www.diariodeburgos.es
lunes, 11 de octubre de 2010
--Descubiertos en Atapuerca restos de un anciano con "minusvalía" cuidado por el grupo.
Un grupo de paleontólogos del equipo de investigaciones de Atapuerca ha estudiado los restos fósiles de una porción del tronco y la pelvis de un hombre senil que sufría cierto grado de minusvalía locomotriz. De acuerdo con los autores de este estudio, publicado hoy online en la revista científica PNAS, la presencia de un individuo anciano discapacitado en una población prehistórica de más de 500.000 años, podría ser un indicio del cuidado social dispensado en un pasado remoto a las personas mayores del grupo.
El equipo científico, formado principalmente por investigadores del Centro UCM-ISCIII de evolución y comportamiento humanos de Madrid, recuperó los restos fósiles de este individuo a lo largo de cinco intensas campañas de excavación en la Sima de los Huesos, una pequeña cavidad situada a más de 30 metros de profundidad en el interior de la Sierra de Atapuerca. Los restos de la pelvis fueron objeto de un estudio previo publicado en el año 1999. Desde entonces, el trabajo en el laboratorio ha permitido reconstruir y asociar a esta pelvis, su columna lumbar.
La investigación publicada hoy en la revista PNAS ha revelado que este esqueleto parcial, perteneciente a un varón de gran corpulencia física de una especie antepasada de los neandertales, padecía importantes enfermedades degenerativas desde mucho antes de morir, con más de 45 años de edad. Estas enfermedades tendrían manifestaciones posturales y dolorosas en las zonas lumbar y pélvica, que según los autores del estudio, obligarían al individuo a adoptar una posición encorvada y, quizás, a usar un báculo para mantenerse erguido. Por ello, este individuo probablemente estaría impedido para cazar, entre otras actividades. Su supervivencia durante largo tiempo con estas discapacidades, hace suponer a los autores que el grupo social nómada del que formaba parte este individuo, tendría una atención especial con sus mayores.
Las conclusiones de este estudio no se restringen solo a este individuo patológico; el equipo ha encontrado también en la Sima de los Huesos los restos de otras personas que no tenían deformidades en la columna vertebral ni en la pelvis. Gracias a ellos, los científicos han descubierto que esta población, al igual que los neandertales, poseía una columna vertebral con curvaturas menos marcadas que las que recorren nuestras espaldas. Es más, la forma característica de sus vértebras y su pelvis demuestra que sus cuerpos estaban diseñados, como los nuestros, para minimizar el gasto de energía necesario para mantenerse perfectamente erguidos.
En la especie humana, la pelvis presenta un diseño adaptado a una postura erguida y una locomoción bípeda. Estas adaptaciones compiten en las mujeres con la necesidad de dar a luz. Estas circunstancias, junto con el elevado tamaño encefálico de los recién nacidos, convierten el parto en un proceso complicado en la especie humana. En consecuencia, la forma del conducto pélvico de las mujeres presenta modificaciones que habilitan el paso del feto a término en el momento del alumbramiento. Retrocediendo en el tiempo, los científicos de este estudio han comparado también el conducto pélvico del anciano de la Sima de los Huesos, con el de otras pelvis humanas fósiles de sexo femenino encontradas en otros yacimientos del mundo. Los resultados publicados señalan que las diferencias entre los sexos de los individuos fósiles se asemejan a aquellas encontradas entre los hombres y las mujeres actuales. Este hallazgo ha permitido a los investigadores de Atapuerca sostener la hipótesis de que las mujeres de estos humanos extintos sufrirían presiones obstétricas, es decir, alumbramientos difíciles.
Fuente: www.diariodeburgos.es
El equipo científico, formado principalmente por investigadores del Centro UCM-ISCIII de evolución y comportamiento humanos de Madrid, recuperó los restos fósiles de este individuo a lo largo de cinco intensas campañas de excavación en la Sima de los Huesos, una pequeña cavidad situada a más de 30 metros de profundidad en el interior de la Sierra de Atapuerca. Los restos de la pelvis fueron objeto de un estudio previo publicado en el año 1999. Desde entonces, el trabajo en el laboratorio ha permitido reconstruir y asociar a esta pelvis, su columna lumbar.
La investigación publicada hoy en la revista PNAS ha revelado que este esqueleto parcial, perteneciente a un varón de gran corpulencia física de una especie antepasada de los neandertales, padecía importantes enfermedades degenerativas desde mucho antes de morir, con más de 45 años de edad. Estas enfermedades tendrían manifestaciones posturales y dolorosas en las zonas lumbar y pélvica, que según los autores del estudio, obligarían al individuo a adoptar una posición encorvada y, quizás, a usar un báculo para mantenerse erguido. Por ello, este individuo probablemente estaría impedido para cazar, entre otras actividades. Su supervivencia durante largo tiempo con estas discapacidades, hace suponer a los autores que el grupo social nómada del que formaba parte este individuo, tendría una atención especial con sus mayores.
Las conclusiones de este estudio no se restringen solo a este individuo patológico; el equipo ha encontrado también en la Sima de los Huesos los restos de otras personas que no tenían deformidades en la columna vertebral ni en la pelvis. Gracias a ellos, los científicos han descubierto que esta población, al igual que los neandertales, poseía una columna vertebral con curvaturas menos marcadas que las que recorren nuestras espaldas. Es más, la forma característica de sus vértebras y su pelvis demuestra que sus cuerpos estaban diseñados, como los nuestros, para minimizar el gasto de energía necesario para mantenerse perfectamente erguidos.
En la especie humana, la pelvis presenta un diseño adaptado a una postura erguida y una locomoción bípeda. Estas adaptaciones compiten en las mujeres con la necesidad de dar a luz. Estas circunstancias, junto con el elevado tamaño encefálico de los recién nacidos, convierten el parto en un proceso complicado en la especie humana. En consecuencia, la forma del conducto pélvico de las mujeres presenta modificaciones que habilitan el paso del feto a término en el momento del alumbramiento. Retrocediendo en el tiempo, los científicos de este estudio han comparado también el conducto pélvico del anciano de la Sima de los Huesos, con el de otras pelvis humanas fósiles de sexo femenino encontradas en otros yacimientos del mundo. Los resultados publicados señalan que las diferencias entre los sexos de los individuos fósiles se asemejan a aquellas encontradas entre los hombres y las mujeres actuales. Este hallazgo ha permitido a los investigadores de Atapuerca sostener la hipótesis de que las mujeres de estos humanos extintos sufrirían presiones obstétricas, es decir, alumbramientos difíciles.
Fuente: www.diariodeburgos.es
domingo, 10 de octubre de 2010
-Cantera de Hontoria, alimento de la Catedral.
Solo queda oscuridad y silencio donde hubo actividad durante mil años. Restos de botellón, de hogueras clandestinas y pintadas juveniles en el lugar del que salió el envoltorio pétreo de la joya del gótico burgalés a base de pico y pala, a lomos de bueyes y carretas, ya desde el siglo XI.
Las canteras de Hontoria languidecen sumidas en el más absoluto abandono 16 años después de que el Ministerio de Defensa dejara de usarlas como polvorín y cerrara el acuartelamiento que lo custodiaba en 1994.
Solo una de las cuevas conserva actualmente su actividad extractora, a cargo de la empresa Piedras y Mármoles. Otras están completamente vacías, sin ningún tipo de protección y a expensas de todo aquel que quiera recorrerlas. Y dos más, protegidas por vallas, están ocupadas por ganado.
El deterioro paulatino del entorno se extiende también al viejo cuartel por el que pasaron tantos reemplazos de reclutas. Las instalaciones han sido pasto de la rapiña, que ha arrasado con todo material aprovechable, y parece que hubieran pasado cuatro décadas en lugar de solo una y media desde que se marcharon los últimos miembros del ejército. Los vecinos del entorno recuerdan haber ido allí a escuchar misa, a trabajar en la cantera para ganarse unas perras o a transportar los bloques calizos en la dura subida a la Varga, camino de Burgos, pero todo son evocaciones y no realidades, ahora imposibles.
La ubicación de las cuevas, en un terreno comunero y propenso a los conflictos administrativos entre Hontoria y Cubillo del Campo, no favorece la rehabilitación. Tampoco existe ningún plan en marcha para su puesta en valor. En 1998, impulsado por Aurelio Rubio (concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Burgos y uno de los fundadores del grupo Edelweiss), surgió un Proyecto de Recuperación de las Canteras. Ese invierno se llegó a celebrar un concierto de música clásica en el interior de la cantera-polvorín, pero no tuvo continuidad y en los respectivos consistorios directamente afectados nada saben respecto a futuros planes de actuación.
Acompañados por Narciso Esteban, concejal socialista de Hontoria, conocedor de las canteras y ferviente defensor de sus posibilidades, DB ha recorrido las entrañas de estas Tierras de Lara, tocadas por el mágico encanto de los lugares abandonados.
Para llegar a ellas hay que tomar la vía que lleva hasta Tornadijo y que parte de la carretera de Soria. Apenas a un kilómetro del cruce aparece un arco de ladrillo con la leyenda ‘Destacamento militar’ y una bandera de España cuya franja inferior algún nostálgico de la Segunda República ha pintado de morado.
Aquella era la entrada al polvorín de Hontoria, una instalación que el ejército levantó para vigilar la cantera más antigua, la que desde el siglo XI parió la piedra caliza con la que, entre otros cientos de edificaciones, se levantó la Catedral de Burgos.
La extracción de caliza se remonta a la época romana cuando se trabajaba a cielo abierto, pero fue durante la Edad Media, con la apertura de canteras subterráneas, cuando se multiplicó la importancia de la piedra de Hontoria. Sin embargo, llegada la Guerra Civil, el enorme agujero excavado en la roca, ya sin producción, se convirtió en un lugar perfecto para guardar explosivos y para encerrar a los presos.
Las estancias para ellos y para sus guardianes se distribuyen a ambos lados de la entrada y muy pronto el hormigón deja paso a la roca viva, el terreno se empina en busca de la veta más aprovechable y se alarga como un pasillo interminable hasta la sorprendente cámara en la que termina.
En ese lugar, que alcanza los 10 metros de altura en algunos puntos, se llegó a organizar un concierto de música clásica en 1998, en el marco de los intentos de recuperación auspiciados por Aurelio Rubio. Narciso Esteban sigue convencido de que la cavidad arrancada al monte podría servir de perfecto escenario siempre que las administraciones se interesaran e invirtieran lo necesario para acondicionarla.
Pero por ahora los únicos invitados a ese reino de las tinieblas, el frío y la humedad son la basura dejada por sucesivos visitantes, pequeños fragmentos desprendidos del techo y, entre otras muchas, una pintada que dejaron en 1896 un tal Mariano y una tal Nieves, quizás amantes furtivos o quizás recatados esposos que ya habían formalizado su relación.
Volvemos al exterior para pasear entre los cuarteles donde vivieron contingentes de entre 40 y 50 militares desde 1937 hasta su abandono a mediados de los 90. Se conserva la barra del bar, los barracones de la tropa, las habitaciones, las garitas, una caseta para el perro decorada con modernos grafitis de Groucho Marx y Super Mario Bros, los almacenes, las cocheras... Sin embargo, solo ha sobrevivido lo que nadie se ha podido llevar. El cobre, los azulejos, el metal, las puertas, los sanitarios, las tuberías y los muebles han desaparecido de allí dejando un lugar fantasmal que parece haber sido pasto de la bomba atómica.
Tras comprobar el olor a ganado que emana de otra de las cuevas y que delata su uso actual, por una estrecha senda entre las encinas llegamos hasta la segunda gran cavidad, más espectacular si cabe que la primera. Los restos de un desprendimiento a mitad de camino obligan a adentrarnos con prudencia y nos entretenemos indagando entre cajas de madera de munición antigua, de las pocas que quedan tras haber sido muchas de ellas convertidas en leña fácil. En una de ellas se puede leer: «Fábrica Nacional de Valladolid. Petardos para carga de mina anticarro». Quién sabe de qué año sería. Al final espera otro espectáculo inerte repleto de claridad que contrasta con el resto de la cueva. Primero un tragaluz artificial, y luego una oquedad natural, aportan sol y aire limpio a la cantera más grande de todas, con una altura sorprendente y donde se aprecian a la perfección las cicatrices dejadas en las paredes por los bloques calizos de alrededor de un metro cúbico que el hombre fue arrancando a lo largo de los siglos.
El monte está salpicado por otras cuevas que los lugareños han bautizado como Del Pozo, la del Tío Pedrón o la de Los Murciélagos. Cada una de ellas encierra una historia milenaria de trabajo, sufrimiento, supervivencia y transformación del paisaje por la mano del hombre. Pero todas, excepto la única que conserva la actividad, esperan en silencio que alguna iniciativa las rescate, al menos para que la próxima generación recuerde que de allí salieron los cimientos de su ermita, su basílica, su palacio o la mitad de su ciudad.
Fuente: www.diariodeburgos.es
Las canteras de Hontoria languidecen sumidas en el más absoluto abandono 16 años después de que el Ministerio de Defensa dejara de usarlas como polvorín y cerrara el acuartelamiento que lo custodiaba en 1994.
Solo una de las cuevas conserva actualmente su actividad extractora, a cargo de la empresa Piedras y Mármoles. Otras están completamente vacías, sin ningún tipo de protección y a expensas de todo aquel que quiera recorrerlas. Y dos más, protegidas por vallas, están ocupadas por ganado.
El deterioro paulatino del entorno se extiende también al viejo cuartel por el que pasaron tantos reemplazos de reclutas. Las instalaciones han sido pasto de la rapiña, que ha arrasado con todo material aprovechable, y parece que hubieran pasado cuatro décadas en lugar de solo una y media desde que se marcharon los últimos miembros del ejército. Los vecinos del entorno recuerdan haber ido allí a escuchar misa, a trabajar en la cantera para ganarse unas perras o a transportar los bloques calizos en la dura subida a la Varga, camino de Burgos, pero todo son evocaciones y no realidades, ahora imposibles.
La ubicación de las cuevas, en un terreno comunero y propenso a los conflictos administrativos entre Hontoria y Cubillo del Campo, no favorece la rehabilitación. Tampoco existe ningún plan en marcha para su puesta en valor. En 1998, impulsado por Aurelio Rubio (concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Burgos y uno de los fundadores del grupo Edelweiss), surgió un Proyecto de Recuperación de las Canteras. Ese invierno se llegó a celebrar un concierto de música clásica en el interior de la cantera-polvorín, pero no tuvo continuidad y en los respectivos consistorios directamente afectados nada saben respecto a futuros planes de actuación.
Acompañados por Narciso Esteban, concejal socialista de Hontoria, conocedor de las canteras y ferviente defensor de sus posibilidades, DB ha recorrido las entrañas de estas Tierras de Lara, tocadas por el mágico encanto de los lugares abandonados.
Para llegar a ellas hay que tomar la vía que lleva hasta Tornadijo y que parte de la carretera de Soria. Apenas a un kilómetro del cruce aparece un arco de ladrillo con la leyenda ‘Destacamento militar’ y una bandera de España cuya franja inferior algún nostálgico de la Segunda República ha pintado de morado.
Aquella era la entrada al polvorín de Hontoria, una instalación que el ejército levantó para vigilar la cantera más antigua, la que desde el siglo XI parió la piedra caliza con la que, entre otros cientos de edificaciones, se levantó la Catedral de Burgos.
La extracción de caliza se remonta a la época romana cuando se trabajaba a cielo abierto, pero fue durante la Edad Media, con la apertura de canteras subterráneas, cuando se multiplicó la importancia de la piedra de Hontoria. Sin embargo, llegada la Guerra Civil, el enorme agujero excavado en la roca, ya sin producción, se convirtió en un lugar perfecto para guardar explosivos y para encerrar a los presos.
Las estancias para ellos y para sus guardianes se distribuyen a ambos lados de la entrada y muy pronto el hormigón deja paso a la roca viva, el terreno se empina en busca de la veta más aprovechable y se alarga como un pasillo interminable hasta la sorprendente cámara en la que termina.
En ese lugar, que alcanza los 10 metros de altura en algunos puntos, se llegó a organizar un concierto de música clásica en 1998, en el marco de los intentos de recuperación auspiciados por Aurelio Rubio. Narciso Esteban sigue convencido de que la cavidad arrancada al monte podría servir de perfecto escenario siempre que las administraciones se interesaran e invirtieran lo necesario para acondicionarla.
Pero por ahora los únicos invitados a ese reino de las tinieblas, el frío y la humedad son la basura dejada por sucesivos visitantes, pequeños fragmentos desprendidos del techo y, entre otras muchas, una pintada que dejaron en 1896 un tal Mariano y una tal Nieves, quizás amantes furtivos o quizás recatados esposos que ya habían formalizado su relación.
Volvemos al exterior para pasear entre los cuarteles donde vivieron contingentes de entre 40 y 50 militares desde 1937 hasta su abandono a mediados de los 90. Se conserva la barra del bar, los barracones de la tropa, las habitaciones, las garitas, una caseta para el perro decorada con modernos grafitis de Groucho Marx y Super Mario Bros, los almacenes, las cocheras... Sin embargo, solo ha sobrevivido lo que nadie se ha podido llevar. El cobre, los azulejos, el metal, las puertas, los sanitarios, las tuberías y los muebles han desaparecido de allí dejando un lugar fantasmal que parece haber sido pasto de la bomba atómica.
Tras comprobar el olor a ganado que emana de otra de las cuevas y que delata su uso actual, por una estrecha senda entre las encinas llegamos hasta la segunda gran cavidad, más espectacular si cabe que la primera. Los restos de un desprendimiento a mitad de camino obligan a adentrarnos con prudencia y nos entretenemos indagando entre cajas de madera de munición antigua, de las pocas que quedan tras haber sido muchas de ellas convertidas en leña fácil. En una de ellas se puede leer: «Fábrica Nacional de Valladolid. Petardos para carga de mina anticarro». Quién sabe de qué año sería. Al final espera otro espectáculo inerte repleto de claridad que contrasta con el resto de la cueva. Primero un tragaluz artificial, y luego una oquedad natural, aportan sol y aire limpio a la cantera más grande de todas, con una altura sorprendente y donde se aprecian a la perfección las cicatrices dejadas en las paredes por los bloques calizos de alrededor de un metro cúbico que el hombre fue arrancando a lo largo de los siglos.
El monte está salpicado por otras cuevas que los lugareños han bautizado como Del Pozo, la del Tío Pedrón o la de Los Murciélagos. Cada una de ellas encierra una historia milenaria de trabajo, sufrimiento, supervivencia y transformación del paisaje por la mano del hombre. Pero todas, excepto la única que conserva la actividad, esperan en silencio que alguna iniciativa las rescate, al menos para que la próxima generación recuerde que de allí salieron los cimientos de su ermita, su basílica, su palacio o la mitad de su ciudad.
Fuente: www.diariodeburgos.es
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