miércoles, 17 de agosto de 2022

-Los secretos ocultos del despoblado de Alba.

 Fuente: https://www.burgosconecta.es

 Presa de Alba, en la provincia de Burgos./J.C.R.

Hay lugares que desprenden un cierto halo de misterio con solo mirarlos. En ellos se encierran historias que nadie ha contado; secretos que se quedaron bajo las aguas. Historias personales que murieron con una inundación. Esos lugares silenciosos son los embalses bajo los que quedan restos de pueblos o aldeas.

Los pobladores de Alba fueron auténticos supervivientes en mitad de un medio hostil. Alejados de todo vestigio de modernidad, eran moradores de una burbuja única… a miles de metros de lo que se podía conocer como 'civilización'… los Montes de Oca la engullían hasta hacerla desaparecer.

La niebla se echa sobre el viejo poblado comido por las hiedras y la maleza. Ya no queda de pie ni el viejo muro de la iglesia, dedicada a la Natividad de Nuestra Señora. No existe ya. Pero los vestigios permanecen y cerca de la iglesia se han encontrado altares dedicados a Cayo Deo, divinidad celta, y también hay una estela de casa romana y una inscripción con nombre de persona. En el resto de la aldea, apenas si se ve un abrevadero de ganado y el viejo lavadero.

Hoy ya nadie puede entrar en el despoblado de Alba; solo alguna alimaña o algún roedor son capaces de adentrarse en la maraña de maleza. Pero en Alba, el misterio, los secretos de los antiguos pobladores y el mismo silencio, son los protagonistas. Los restos de las viejas historias han quedado impregnados entre las hiedras. La historia ha muerto con el viaje definitivo de sus pobladores. El misterio permanece.

El entorno de la presa de Alba, en plenos Montes de Oca, es uno de esos lugares en los que la historia ha quedado escrita en el aire. En Alba y en Ahedillo ya no respira humano alguno. En la primera de ellas, los 20 vecinos que vivían, abandonaron el pueblo en los años 50. La última familia de Roque Rubio y Victorina Gutiérrez se fueron de Alba hasta Villafranca tras la muerte del cabeza de familia. Los cinco hijos del matrimonio se fueron también al núcleo más poblado de la zona. 

 Hoy solo quedan algunos restos comidos por la maleza. Un muro medio caído de su iglesia y un lavadero con la curiosa inscripción que dice: «prohibido lavar los hombres…» y la vieja fuente que mana del manantial de Alba, a modo de buzón.

Los robinsones de Alba tenían que cruzar un peligroso paso de montaña, el callejón de La Hoz, tras la ermita de la Virgen de Alba y la Fuente de San Indalecio, cuyas piedras rojas asemejan la sangre del martirio del santo.

Antes de despoblarse, la aldea sufrió un devastador incendio en 1937, en la Guerra Civil. Fue el inicio del ocaso de este pueblito. La modernidad, la necesidad de agua potable para la comarca de los Montes de Oca y Briviesca hicieron el resto. Y la Diputación de Burgos decidió construir una presa. El embalse de Alba es propiedad de la Diputación de Burgos que en 1996 lo construyó en una ladera de los Montes de Oca por su vertiente noreste.

Las aguas del Oca llenaron el barranco de Montecillo, justo al borde de las tierras de pastos de Alba. Los montes de Somoro, la Pedrera o el Castillo de Alba remontan el llano para alzarse frente a la presa y ocupar la altitud más elevada de este terreno. Con la construcción de la presa, los últimos restos quedaron fagocitados por el monte y la maleza que arrasó todos los restos que quedaban.

Del castillo no quedan vestigios ,pero desde la atalaya en la que se ubicaba se puede contemplar una vista del desfiladero y del entorno de los Montes de Oca por lo que la fortaleza tuvo que ser un punto estratégico de defensa. Por el desfiladero y el borde del río, la senda de la Hoz y al fondo se dibuja un enorme muro de 45 metros de altura que contiene las aguas del río Oca. 

El agua ha horadado la montaña en varias oquedades que en su nombre encierran más misterio, la cueva de los Moros y la Caldera, lugares privilegiados para las rapaces en lo más alto de estos montes. El paisaje de la zona es de embrujo. Si ya las ruinas de Alba son misteriosas, arrumbadas entre los troncos de las hayas que se comen los cercados y hiedras que agrietan los muros, en lo alto donde crece un enorme bosque de hayas, anidan leyendas de brujas y anjanas.


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