Poder apreciar con detalle la diversidad de la comarca burebana hace
que los miradores panorámicos sean la única forma ‘terrestre’ de poder
echar un vistazo desde el cielo. Esto ha llevado a la proliferación de
estos enclaves en puntos muy distintos de la comarca y en algunos casos a
combinarlo con el doble objetivo de poner en valor el patrimonio
arquitectónico.
Ayudados por la particularidad geográfica de la comarca burebana, de
estar prácticamente rodeada de altos picos, ofrece un singular turismo
aéreo con vistas sorprendentes, especialmente por los coloridos
contrastes.
Así, en el mirador de El Portillo de Busto se comprueba la fusión
entre las montañas de los Montes Obarenes que circundan esta parte de La
Bureba y el interior del amplio territorio llano hasta su otra frontera
montañosa. La diferencia de vegetación apreciable desde este punto
tiene un efecto camaleónico al ser radicalmente distinta según la
estación en la que se le visite.
Incluso la meteorología ofrece irrepetibles efectos como un auténtico
mar de nubes sólo apreciable desde este privilegiado punto.
La naturaleza también es la protagonista en el mirador de Lences de
Bureba desde donde se divisa en estas fechas el manto blanco de los
almendros en flor como si fueran la vanguardia de la floración del
cerezo en el Valle de las Caderechas. Casi enfrentado esta el mirador de
Poza de la Sal, situado a tiro de piedra del monumento a Félix
Rodríguez de La Fuente.
Desde él, una incomparable imagen del Diapiro de Poza enseña una
formación geológica única en el mundo y permite ver en su extensión las
salinas de Poza que se extienden a derecha e izquierda del mismo.
Con otra filosofía, los miradores de Pancorbo y Monasterio de Rodilla
combinan la espectacularidad de la naturaleza con el pisar lugares
donde se forjo la historia de la comarca. Así, en el primero instalado
en la recuperada fortaleza de Santa Engracia se observa el impresionante
desfiladero que muestra toda su salvaje naturaleza cortada a pico que
transforma en simples juguetes las obras fruto de la mano humana. Esta
altitud permite mirar literalmente cara a cara a los grandes ejemplares
de buitres que anidan en la zona mostrando en sus vuelos un bello
aspecto muy distinto con el que comúnmente se les conoce.
Fuente: http://www.elcorreodeburgos.com/
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