Una tesis doctoral presentada recientemente en la Universitat Rovira i
Virgili (URV) de Tarragona demuestra que, hace más de 300.000 años, el
menú de los homínidos que habitaban Atapuerca y, especialmente Bolomor
(Valencia), ya incluía una gran variedad de animales, según informaron
ayer fuentes del IPHES (Institut Català de Paleoecologia Humana i
Evolució Social).
Así se ha visto que su menú «era muy amplio»,
puesto que procesaban tanto especies de gran tamaño, por ejemplo
elefantes o rinocerontes, como otras más pequeñas, caso de los conejos,
aves y tortugas. La adaptación al medio, el patrón ocupacional y la
diversidad de comportamientos favorecieron esta capacidad. La autora del
estudio, Ruth Blasco, investigadora del IPHES y de la URV, propone la
existencia de una amplitud temprana de la dieta humana a partir del
análisis zooarqueológico de diferentes conjuntos arqueológicos del
Pleistoceno medio peninsular (concretamente desde los 400.000 a los
120.000 años antes del presente), informa Ical.
La Zooarqueología
como disciplina pretende establecer las relaciones que existen entre los
grupos humanos y los animales en el pasado, a partir de los elementos
esqueléticos que aparecen en los yacimientos, pues los homínidos, al
igual que otros predadores, acumulan restos de sus presas en refugios
temporales o en campamentos. «El estudio de estas acumulaciones
faunísticas, de sus pautas de formación, naturaleza y composición,
constituye una base fundamental para conocer el comportamiento humano
del pasado».
Los materiales estudiados en dicha tesis, un total de
45.000 restos faunísticos, proceden del subnivel TD10-1 de Gran Dolina
en Atapuerca, con una antigüedad aproximada de 300.000 años, y de los
niveles XVII, XI y IV de la Cova del Bolomor, con una cronología que
abarca desde los 350.000 años a los 120.000 antes del presente. La
muestra incluye tanto restos de pequeños animales (aves, tortugas,
conejos) como grandes, medios y pequeños ungulados (elefantes,
rinocerontes, caballos, ciervos, etc.); al igual que carnívoros (leones,
zorros o linces).
«Los datos obtenidos han permitido observar una
diversidad comportamental relevante entre los grupos humanos tanto de
TD10-1 como de la Cova del Bolomor. Tales variaciones quedan reflejadas
no sólo en el espectro de presas que los homínidos son capaces de
explotar, sino también en la variedad de estrategias de obtención que
son capaces de desempeñar», observa. «Estas estrategias van desde el
carroñeo hasta la caza compleja, pasando por la obtención individual de
ungulados y la posible captación en masa en el caso de los lagomorfos de
algunos niveles de Bolomor», añade.
«Tanto las ocupaciones cortas
como las relativamente prolongadas en el tiempo, parecen contener una
diversidad mayor de especies como resultado de los múltiples eventos que
reflejan la espontaneidad de los altos en el camino o, por el
contrario, como resultado de la amplitud de recursos que conlleva la
permanencia de un grupo en un mismo enclave».
La
misma investigadora considera que, en este sentido, es posible que
existan «numerosas transformaciones en la dieta de los grupos humanos
que podrían arrancar desde momentos muy tempranos». A partir de los
datos obtenidos en esta tesis, los cambios en la alimentación no parecen
ser lineales en el tiempo y en el espacio, sino que parecen estar
condicionados por la diversidad comportamental, el patrón ocupacional y
las características propias del medio donde se desenvuelven los
diferentes grupos humanos del territorio europeo.
«Hasta ahora, los
elementos utilizados para explicar el cambio en la dieta humana a partir
del Paleolítico superior en Europa y Próximo Oriente se habían
relacionado subsecuentemente con el Comportamiento Humano Moderno y por
tanto con Homo sapiens», asegura. Sin embargo, varios de estos elementos
parecen observarse en algunos conjuntos europeos del Pleistoceno medio e
inicios del superior (pre-neandertales y neandertales).
Fuente: www.elcorreodeburgos.com
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