sábado, 16 de noviembre de 2019

-El desmembramiento de un héroe. Los huesos del Cid.

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No ganó ninguna batalla después de muerto, salvo la de la eternidad, donde sigue vivito y coleando, pero los restos de su cadáver han dado tantas vueltas que todavía hoy sería muy difícil reconstruir la osamenta del Cid Campeador. Es lo que tienen los héroes, que no descansan nunca. No sólo sus figuras son manipuladas hasta la extenuación; no sólo se urden leyendas en torno a ellos; sus restos, a menudo, son considerados reliquias, un botín que trasciende. Ahora, cuando todo el mundo vuelve a saber y a querer saber sobre el Cid -por la novela de Arturo Pérez-Reverte, por la serie que está rodando Amazon- los más curiosos se preguntan por el destino del guerrero burgalés. De sus restos, asaz viajeros. La codicia, que no conoce límites, alcanzó su cénit para con el que en buena hora nació durante la invasión napoleónica. Rodrigo Díaz, muy conocido en Francia por la tragedia El Cid escrita por Cornielle en el siglo XVII, descansaba en San Pedro de Cardeña, junto a su esposa, Jimena. Las tropas francesas no sólo exhibían ardor guerrero: eran carroñeros sin escrúpulos, saqueadores profesionales.

Así que cuando ocuparon tierras burgalesas les faltó tiempo para violar la tumba de Ruy Díaz. Siniestros personajes como el gobernador Darmagnac ampararon todo tipo de tropelías. El sepulcro de Cardeña fue una de las más sonadas. Se atribuye a un oscuro personaje el expolio principal de los restos: Vivan Denon, egiptólogo y erotómano, dibujante, coleccionista. Por otro lado, Ana Fernández y Leyre Barriocanal, autoras del espléndido libro Los huesos del Cid y Jimena. Expolios y destierros, señalan a un tal intendente Denniée, quien, según su investigación, fue la persona que se llevó los cráneos del Cid y de Jimena. La tesis de las autoras de la obra señala que Denniée regaló los cráneos en 1813 al ministro de la Guerra, el duque de Feltre. Los cráneos nunca han aparecido, pero no sería descabellado imaginar que sigan en Francia o incluso en Alemania.

De poco sirvió que el general Thiebault, conocedor del personaje y en un gesto con el que pretendió ganarse el favor del pueblo, sabedor del latrocinio de los suyos, organizara el traslado de los restos que quedaban en Cardeña (si es que quedaba alguno) a la ciudad. El 19 de abril de 1809, en un acto lleno de pompa y de solemnidad, se dio sepultura al Cid en un mausoleo que para la ocasión se erigió en el Espolón. Liberada España del yugo francés, los monjes solicitaron al Ayuntamiento de Burgos que los restos fueran devueltos al monasterio de San Pedro de Cardeña, hecho que se produjo en 1826. Pero las desamortizaciones volvieron a dejar lo que quedaba del Cid a expensas de profanadores. Para evitar males mayores, el Ayuntamiento logró sacar de nuevo los restos. Faltaba mucho, claro. Casi todo. Además de los cráneos, faltaban el carpo, metacarpo, tarso, metatarso y falanges y restos del cráneo. Los restos pasaron una temporada en la Casa Consistorial, hasta el año 1921, cuando, aprovechando el séptimo centenario de la Catedral, se inhumaron en el crucero de la nave central.

Por media europa. Según varios historiadores, además de Denon y  Denniée, otros dos franceses influyeron en el eterno destierro de los restos del Campeador: el conde de Salm-Dick y el barón de Delammardelle, quienes se habrían repartido la osamenta. El primero no los conservó mucho tiempo y se los entregó al príncipe alemán Carlos Antonio de Hohenzollern, engrosando el museo particular de su castillo de Sigmaringen, en el sureste de Alemania. Gestiones del gobierno español consiguieron que esos restos regresaran a España a finales del siglo XIX.

Lo que fue de la parte de Salm-Dick es la más difícil de saber. Sin embargo, se conocen tres lugares, dos en Francia y uno en la República Checa, en los que se dice que están el resto de los huesos. Unos, en Brionnais, municipio de Gènelard, en la Borgoña francesa. Son propiedad de un particular. Se conservan en una urna junto a una leyenda que explica su origen y procedencia; otros, en el Museo de Bertrand de Châteauroux. Los otros se custodian en el palacio checo de Lazne Kynzvart. En 2007 el Ministerio de Cultura español solicitó al checo estudiarlos para comprobar su autenticidad, a la vez que pidió la devolución de un trozo de cráneo del Cid y de un fémur de doña Jimena. Algunas fuentes afirman que en Palacio de Pulawy, en Polonia, también hay osamenta cidiana e incluso en Rusia. En la Sala Poridad del Arco de Santa María se conserva el radio del Campeador, mientras que en la sede de la Real Academia se conserva el enésimo trozo de su cráneo. Cruel destierro el de los huesos del Cid.

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