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No ganó ninguna batalla
después de muerto, salvo la de la eternidad, donde sigue vivito y
coleando, pero los restos de su cadáver han dado tantas vueltas que
todavía hoy sería muy difícil reconstruir la osamenta del Cid Campeador.
Es lo que tienen los héroes, que no descansan nunca. No sólo sus
figuras son manipuladas hasta la extenuación; no sólo se urden leyendas
en torno a ellos; sus restos, a menudo, son considerados reliquias, un
botín que trasciende. Ahora, cuando todo el mundo vuelve a saber y a
querer saber sobre el Cid -por la novela de Arturo Pérez-Reverte, por la
serie que está rodando Amazon- los más curiosos se preguntan por el
destino del guerrero burgalés. De sus restos, asaz viajeros. La codicia,
que no conoce límites, alcanzó su cénit para con el que en buena hora
nació durante la invasión napoleónica. Rodrigo Díaz, muy conocido en
Francia por la tragedia El Cid escrita por Cornielle en el siglo XVII,
descansaba en San Pedro de Cardeña, junto a su esposa, Jimena. Las
tropas francesas no sólo exhibían ardor guerrero: eran carroñeros sin
escrúpulos, saqueadores profesionales.
Así que cuando ocuparon
tierras burgalesas les faltó tiempo para violar la tumba de Ruy Díaz.
Siniestros personajes como el gobernador Darmagnac ampararon todo tipo
de tropelías. El sepulcro de Cardeña fue una de las más sonadas. Se
atribuye a un oscuro personaje el expolio principal de los restos: Vivan
Denon, egiptólogo y erotómano, dibujante, coleccionista. Por otro lado,
Ana Fernández y Leyre Barriocanal, autoras del espléndido libro Los
huesos del Cid y Jimena. Expolios y destierros, señalan a un tal
intendente Denniée, quien, según su investigación, fue la persona que se
llevó los cráneos del Cid y de Jimena. La tesis de las autoras de la
obra señala que Denniée regaló los cráneos en 1813 al ministro de la
Guerra, el duque de Feltre. Los cráneos nunca han aparecido, pero no
sería descabellado imaginar que sigan en Francia o incluso en Alemania.
De
poco sirvió que el general Thiebault, conocedor del personaje y en un
gesto con el que pretendió ganarse el favor del pueblo, sabedor del
latrocinio de los suyos, organizara el traslado de los restos que
quedaban en Cardeña (si es que quedaba alguno) a la ciudad. El 19 de
abril de 1809, en un acto lleno de pompa y de solemnidad, se dio
sepultura al Cid en un mausoleo que para la ocasión se erigió en el
Espolón. Liberada España del yugo francés, los monjes solicitaron al
Ayuntamiento de Burgos que los restos fueran devueltos al monasterio de
San Pedro de Cardeña, hecho que se produjo en 1826. Pero las
desamortizaciones volvieron a dejar lo que quedaba del Cid a expensas de
profanadores. Para evitar males mayores, el Ayuntamiento logró sacar de
nuevo los restos. Faltaba mucho, claro. Casi todo. Además de los
cráneos, faltaban el carpo, metacarpo, tarso, metatarso y falanges y
restos del cráneo. Los restos pasaron una temporada en la Casa
Consistorial, hasta el año 1921, cuando, aprovechando el séptimo
centenario de la Catedral, se inhumaron en el crucero de la nave
central.
Por media europa. Según varios historiadores, además
de Denon y Denniée, otros dos franceses influyeron en el eterno
destierro de los restos del Campeador: el conde de Salm-Dick y el barón
de Delammardelle, quienes se habrían repartido la osamenta. El primero
no los conservó mucho tiempo y se los entregó al príncipe alemán Carlos
Antonio de Hohenzollern, engrosando el museo particular de su castillo
de Sigmaringen, en el sureste de Alemania. Gestiones del gobierno
español consiguieron que esos restos regresaran a España a finales del
siglo XIX.
Lo que fue de la parte de Salm-Dick es la más
difícil de saber. Sin embargo, se conocen tres lugares, dos en Francia y
uno en la República Checa, en los que se dice que están el resto de los
huesos. Unos, en Brionnais, municipio de Gènelard, en la Borgoña
francesa. Son propiedad de un particular. Se conservan en una urna junto
a una leyenda que explica su origen y procedencia; otros, en el Museo
de Bertrand de Châteauroux. Los otros se custodian en el palacio checo
de Lazne Kynzvart. En 2007 el Ministerio de Cultura español solicitó al
checo estudiarlos para comprobar su autenticidad, a la vez que pidió la
devolución de un trozo de cráneo del Cid y de un fémur de doña Jimena.
Algunas fuentes afirman que en Palacio de Pulawy, en Polonia, también
hay osamenta cidiana e incluso en Rusia. En la Sala Poridad del Arco de
Santa María se conserva el radio del Campeador, mientras que en la sede
de la Real Academia se conserva el enésimo trozo de su cráneo. Cruel
destierro el de los huesos del Cid.
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