domingo, 28 de enero de 2018

-Castro de San Pantaleón de Losa.

Fuente:https://lacantabriaburgalesa.wordpress.com/2017/06/05/castro-de-san-pantaleon-de-losa/

Sobre el peñasco donde se encuentra la ermita de San Pantaleón hay algunos vestigios, escasos, de un poblamiento de tipo castral, que se corresponden con uno de los castros de mayor tamaño de la zona oriental de Merindades (19,5 Ha, según Ruíz Vélez, 2003), similar al de Momediano (18 Ha) y ambos mayores que el de Peñarrubia (10 Ha). Ningún autor conocido lo ha definido de forma clara como perteneciente a autrigones o a cántabros. Hay elementos que permiten sospechar que podría ser cántabro, como el hecho de que su monumentalidad se aprecie mejor viniendo del este y con una retaguardia por el occidente más bien discreta y relativamente más accesible. Pero la ausencia de campamentos de asedio romanos localizados en la zona y la presencia de elementos defensivos romanos en su interior (turris de vigilancia) nos hacen pensar como más probable el que fuese un castro autrigón. O tal vez estemos ante un castro antaño cántabro ocupado posteriormente por los autrigones en su búsqueda de una salida al mar desde La Bureba. Resulta imposible concluir nada mínimamente serio con el estado actual de nuestro conocimiento arqueológico de toda esta zona que es aún muy escaso.
El conjunto castral está ubicado sobre la ladera occidental que desciende hacia el río Jerea, uno de cuyos meandros delimita el recinto. Los otros dos flancos aparecen marcados por los escarpes del espolón rocoso, de una altura superior a los 20 m. En superficie aparecen amontonamientos de piedras labradas correspondientes a las viviendas del antiguo poblado. Se concentran en la zona próxima al río, en la parte más baja del recinto. Las casas debían estar construidas sobre terrazas muradas que contrarrestaban la pendiente. (Bohigas, Campillo y Churruca, 1984). Apenas quedan rastros de la muralla exterior que cerraba el acceso desde el río ya que posiblemente fue usada como cantera para construir la conocida ermita románica que se encuentra en el interior del castro. En superficie han aparecido materiales cerámicos correspondientes a un amplio espectro cronológico, aunque sin cerámica romana sigilata. Solo cerámica prerromana con desgrasantes micaceos elaborada a mano y de época medieval.
En la parte más alta del conocido crestón calizo en forma de proa de barco se localiza una pequeña zona de poco más de 1000 m2 y separada del resto del castro por una segunda línea de defensa consistente en dos amurallamientos y otros tantos fosos apoyados contra los ángulos de la peña. Hoy en día solo se aprecia un foso entre dos taludes, un muro transversal de un metro de espesor y más de 10 metros de largo con puerta lateral de esviaje. El acceso se hace por esta puerta a través del foso que separa ambas murallas y recorre el recinto hasta el lado contrario y entra por detrás del muro. Este podría ser el único caso conocido de acrópolis amurallada en castros de nuestra comarca, pero existen varios ejemplos en otros castros del Noroeste hispano. Los más cercanos son los que se han localizado en los oppida cántabros de Monte Bernorio (Montaña Palentina), La Ulaña (Las Loras) o en el castro de Espina del Gallego (entre las cuencas del Besaya y el Pas), que cuentan todos con acrópolis protegidas por líneas defensivas (Peralta, 2000). Estos recintos eran la residencia de las élites guerreras que controlaban el territorio y la explotación de los recursos ganaderos, mientras que las viviendas del resto de la población se concentraban en la parte baja del castro (Álvarez-Sanchis, 1993), lo que nos muestra que la sociedad de las gentes de la Edad de Hierro estaba fuertemente jerarquizada y militarizada, con una cima coronada por una aristocracia militar.
No obstante, esta misma interpretación del yacimiento tampoco es segura, dado que hay expertos que opinan que no existe el menor rastro de muralla exterior anexa al río. No hay piedras ni morcueros en las cercanías que necesariamente hubiera dejado una muralla, ni cascotes internos de pequeño tamaño que llevan en el interior y no sirven para la construcción. Ni hay cerámica ni manchones de ceniza, nada de nada. Podría haber existido una línea de muralla inferior siguiendo el camino que permite acceder al actual aparcamiento, por lo que la extensión total de este castro sería bastante menor, en torno a las 2 Ha. Por eso opinan que estaríamos ante un castro de tipo guardia, con origen en la Edad del Bronce final y posteriormente abandonados y reutilizados en la Edad del Hierro. Otro ejemplo de castro de este tipo sería el de La Muela (Merindad de Sotoscueva).
Dentro de la acrópolis se ha localizado un pequeño recinto de forma rectangular, seguramente posterior de época romana, y que podría corresponder con los restos de una turris o castellum de vigilancia militar (s.III-IV d.c.), similar a la localizada en el cercano Herrán y cuya misión sería controlar el estratégico paso del rio Jerea que comunica las zonas fuertemente romanizadas de Losa y Tobalina.
En las siguientes fotografías presentamos la interpretación que ha hecho el investigador Jesús Pablo Domínguez junto con Aitor Cabezas de los restos de la acrópolis que hoy día son visibles.
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