miércoles, 28 de enero de 2009

-La judería de Burgos

La comunidad judía, fue una pieza clave para la prosperidad y el desarrollo de los reinos peninsulares hasta su expulsión tras siglos de convivencia a finales del XV. Su huella es imborrable. En numerosas ciudades españolas, como Toledo o Córdoba, ésta es más que patente, ya que conservan muy las aljamas donde vivían los hebreos. Aunque en Burgos apenas hay vestigios visibles (sí, posiblemente, los haya ocultos en la ladera del cerro del Castillo), su judería fue la segunda más importante de Castilla, después de la de Toledo. Asentada hacia el siglo XI, aunque podría ser anterior, se ubicaba a los pies del Castillo, en el sector occidental de la ciudad, en la zona que hoy comprende parte del barrio de San Pedro de la Fuente, el Arco de San Martín y Los Cubos, si bien en sus orígenes estaba en la zona más alta, en un sector conocido como ‘Villavieja’, en el entorno de la iglesia de Santa María la Blanca. La expansión de la ciudad iría alejando a la comunidad judía de ese barrio, que se reubicaría un poco más abajo del cerro, en dirección al río.


Según explica la arqueóloga e investigadora de la Universidad de Burgos Ana Isabel Ortega, la presencia judía en Burgos alcanzó su apogeo en el siglo XIII, con una población de entre 540 y 675 habitantes, unas 150 familias, que representarían cerca del 9 por ciento de la población de la urbe castellana. «La aljama debió de poseer varias sinagogas, aunque las fuentes no proporcionen datos al respecto. De 1440 datas las referencias de una en la ‘Villanueva’, cerca de la puerta de San Martín». Para algunos autores, como el gran hebraísta Francisco Cantera Burgos, una de las sinagogas de la ciudad pudo asentarse en la judería alta, en el solar donde más tarde se ubicaría el templo cristiano de la iglesia de la Blanca.

No todos los hebreos afincados en la ciudad gozaban de un alto nivel económico, explica Ortega. Claro que había banqueros o terratenientes (las fuentes documentales del siglo XI muestran a los judíos como propietarios de viñas), pero también artesanos de numerosos oficios. Con todo, fue una población muy activa, con una importante aportación en la vida cultural de la ciudad, sobre todo mientras no hubo segregación.

El XIV iba a convertirse en un siglo horribilis para la comunidad judía de los reinos peninsulares, preámbulo de lo que sucedería cien años más tarde, cuando los Reyes Católicos firmaron su expulsión del naciente imperio castellano, enésima desgracia de este pueblo perseguido y en permanente éxodo. Así, la contienda que enfrentó a Pedro I y Enrique Trastámara a mediados del siglo XIV iba a marcar la convivencia de los sefarditas. Esa comunidad se posicionó a favor de Pedro I, y su contrincante los utilizó como arma política, asaltando juderías por todo el reino. En 1336, con el recrudecimiento de los motines antisemitas, el Trastámara exigió a la aljama burgalesa la cantidad de un millón de maravedís, «bajo la amenaza de convertir en esclavos a aquellos que no pagasen», señala Ortega.

La victoria final de Enrique de Trastámara tuvo consecuencias nefastas para la población hebrea de Castilla, «que trajo la ruina y desmoralización a las aljamas y el triunfo de la instransigencia religiosa y social de la comunidad cristiana, que desembocó en la proliferación del asalto a las juderías en 1391», apunta la arqueóloga de la UBU. La judería de Burgos sería una de las más damnificadas: perderá gran parte de su población de tres manera muy diferentes: muerte, emigración o conversión a la fe cristiana, una de las salidas por las que optaron muchos de ellos.


Dos de los judíos conversos burgaleses más relevantes fueron Abner (Burgos, 1270 - Valladolid, 1346), conocido como Alfonso de Valladolid después de abrazar
la fe cristiana, gran rabino y un hombre muy culto que destacaba por sus conocimientos de medicina, astronomía y astrología. El otro se llamó Selemoh-Ha Leví, aunque pasó a la historia con el nombre de Pablo de Santa María (Burgos, 1350 - Burgos, 30 de agosto de 1435).
Antes de abjurar de su fe fue rabino, poeta e historiador. Una vez convertido al cristianismo, fue consejero del rey Enrique III y llegó a convertirse en obispo de Cartagena y de Burgos. Su descendencia, educada en los valores cristianos, seguiría sus pasos. El segundo de sus hijos, Alonso (Alonso de Cartagena), humanista de gran talla intelectual, fue también obispo de Burgos y un generosos mecenas. Así, con sus dineros hizo construir la capilla de la Visitación de la Catedral, donde sería enterrado en un hermoso sepulcro.

La segregación a que fueron sometidos en las ciudades, convirtiendo sus barrios en guetos, hizo que la presencia de los judíos fuera diluyéndose. «El asedio al Castillo por parte de Fernando el Católico en 1475 representó un golpe definitivo para la aljama burgalesa, ya que tras la contienda el sector de la ‘Villavieja’ y de la iglesia de Santa María la Blanca quedó asolado irreversiblemente. Este sector tradicionalmente habitado por judíos pasó a ser habitado, a lo largo de los siglos XIV y XV, por una población conversa y cristiana, convirtiéndose en área marginal casi despoblada a lo largo del siglo XVI», subraya Ortega.

La extinción definitiva de la presencia semita en Burgos y en toda Castilla se produjo a partir del 31 de marzo de 1492, cuando los Reyes Católicos firmaron en Granada el edicto de expulsión de los judíos. Sefarad, como la tradición hebrea denominaba a España, volvió otra vez al sempiterno éxodo. Los judíos burgaleses que no se convirtieron al cristianismo salieron de la península por el puerto de Laredo.

A comienzo de la década de los 90 se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas en la explanada occidental del Castillo que descubrieron un gran repertorio cerámico de los siglos XIII-XIV. Algunas de las piezas eran judías. Entre ellas (cuencos, jarras, tazas, platos, escudillas, cuencos, azulejos, ladrillos...), destacaban los restos de un hanukiyot, lámpara de aceite con nueve candiles de piqueras que se emplea en el ritual de la fiesta de la Hanuká.
La investigadora Ana Isabel Ortega se muestra convencida de que el subsuelo tanto de la zona alta como de la baja de la judería de Burgos guarda muchos más restos, pero, sobre todo -y cuyo valor destaca más- esconde «la traza urbana de la judería, en algunos puntos con hasta un metro o metro y medio de muro, que nos daría una idea más acertada de sus dimensiones», concluye.

Fuente: diariodeburgos.es

2 comentarios:

  1. Si la judería de Burgos fué una enclave tan importante en Castilla durante siglos porque no se hacen más excavaciones al respecto.
    Esto fué nuestro pilar en la economía burgalesa. !Qué poco conocemos nuestras raíces y nuestro floreciente pasado!!

    ResponderEliminar
  2. Tampoco se hacen excavaciones para ver dondne esta la catedral romanica.....

    ResponderEliminar