Los restos encontrados en Arce Mirapérez y la recuperación del Castillo
son solo una parte del patrimonio arqueológico de Miranda, y también
la más conocida entre los mirandeses. Pero no muy lejos de la ciudad, a
escasos tres kilómetros, otro yacimiento reivindica desde hace siglos el
lugar que le corresponde. Si pregunta por Cabriana, algunos sabrán
indicarle cómo dirigirse hasta su central hidroeléctrica, pero muy pocos
conocen que a unos metros de allí, bajo tierra, se esconde una
necrópolis tardorromana (siglos III y IV) de cerca de 4.000 metros
cuadrados que forma parte de un yacimiento más extenso, una antigua
villa, que llega hasta el núcleo alavés de Comunión.
Cabriana tuvo el honor de acoger en el siglo XVIII una de las primeras
excavaciones científicas que se hicieron en España, y posteriormente
Juan Carlos Elorza, antiguo director del Museo de Burgos, dirigió allí a
principios de la década de los 70 una serie de intervenciones que
permitieron recuperar distintos objetos y monedas de bronce bajo
imperiales que se pueden contemplar en la sala burgalesa. También se
obtuvo documentación que, lamentablemente, nunca se llegó a publicar.
La excavación en la zona permitió además preparar la tierra para el
cultivo, como demandaban los agricultores de la zona, y desde entonces
no se ha vuelto a tocar. Este pasado fin de semana, un grupo de 23
mirandeses tuvo la oportunidad de acercarse a la historia de este
desconocido yacimiento. La ruta de Los Pinos, organizada por la Oficina
municipal de Sostenibilidad Ambiental, les llevó por las riberas del
Ebro, divisaron La Nave, se acercaron a la central hidroeléctrica y
pisaron la tierra bajo la que se esconde la necrópolis de Cabriana.
Gracias al material gráfico que se mostró, los asistentes pudieron, al menos, hacerse una día de lo que fue ese yacimiento.
Es una parte de nuestra historia, desconocida para casi todos pero
también para el propio Ayuntamiento. El arqueólogo Rafa Varón, que
dirigió la visita, recalca que si bien esta necrópolis está incluida en
el catálogo de bienes protegidos de Miranda, el plano parcelario que se
adjunta en la ficha e indica dónde están los restos, no se corresponde
con la realidad. «Su identificación de los restos es errónea, y así se
lo hice saber en 2005 al Ayuntamiento cuando se aprobó el PGOU, pero no
han hecho nada», lamenta. La consecuencia de este error es,
evidentemente, que los restos «están desprotegidos», pero también que
«si alguna vez el propietario de los terrenos en los que le han dicho
que están los restos tiene que pedir una licencia para mover tierras, le
exigirán un estudio arqueológico que no dará resultados, y lo tendrá
que pagar de su bolsillo».
Pero, ¿qué trascendencia tiene esta necrópolis? Un factor a tener en
cuenta es que está asociada a la villa romana situada a escasos metros, y
hasta ese momento lo habitual era incinerar los cuerpos, no
inhumarlos. En los años 70 se excavó una superficie de unos 745 metros
cuadrados, documentándose 71 sepulturas. Se calcula que solo se pudo
conocer un 10% de la necrópolis, hallándose interesantes objetos que
revelan cómo vivían nuestros antepasados en la época tardorromana.
Los restos encontrados se corresponden a individuos adultos a los que
se enterraba con todo lo que podían necesitar en el más allá, desde
pulseras, brazaletes o anillos, hasta elementos de cerámica o vajilla,
pasando por lanzas, azadas o hachas para el trabajo agrícola. «Se pudo
comprobar, además, que se les enterraba en ataúdes de madera, porque se
recuperaron parte de los clavos que sujetaban las tablas de los
ataúdes», relata el arqueólogo. Además, la esporádica aparición de
armamento se interpretó también con la supuesta inestabilidad que había
en la Península en ese momento del Imperio Romano. Otras investigaciones
vincularon la abundancia y riqueza de productos artesanales con una
importante actividad de alfareros, vidrieros o broncistas, pudiendo ser
una de las primeras manifestaciones visibles de formas de sociabilidad
de carácter aldeano.
Pese a que los restos están completamente tapados, durante décadas la
zona ha recibido la visita de furtivos que, con la ayuda de detectores
de metales, son capaces de picar varios metros bajo tierra para saquear y
robar el patrimonio. Lo ideal sería que se investigara para su puesta
en valor, pero la falta de fondos económicos (y también de interés por
parte de las administraciones) no dejan otra opción que demandar, al
menos, que no se deteriore más y que se corrija la ficha del Plan
General para que al menos tengan la mayor protección posible. El
arqueólogo mirandés califica de «interesante» el patrimonio arqueológico
mirandés, pero añade que se le podría sacar un mayor rendimiento «si lo
tuviéramos en mejores condiciones». El problema, matiza, es que ese
rendimiento, no se ve de un día para otro. «Habitualmente tiene un
recorrido que supera una o dos legislaturas y a los políticos les va la
foto fácil y la verdad es que apuesta relativamente poco por elementos
que podríamos potenciar de otra manera», lanza.
Fuente: http://www.diariodeburgos.es/noticia/Z2989FB4C-FE94-E3BB-31CC9F792821CEFA/20150713/olvido/necropolis/cabriana/dificulta/estudio/puesta/valor
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