domingo, 15 de marzo de 2015

-El oro que no se fue a Moscú.


Fuente:  http://www.diariodeburgos.es/noticia/Z0DBA518A-051B-B6BB-14E7D66F7149C0E4/20150315/oro/no/fue/moscu


El oro, la plata y las joyas llegaban al centro de Burgos en cajas de madera. CifraPara ganar una guerra se necesitan tres cosas: dinero, dinero y dinero», había dicho Napoleón Bonaparte, que sabía muy bien de lo que hablaba. En los primeros meses de la contienda civil que desangró España las principales remesas de oro estaban en Madrid y fueron sacadas del país. A instancias de Negrín, más de 500 toneladas salieron hacia Moscú y casi 200 hacia París para financiar el armamento con el que hacer frente al golpe de Estado. Mientras tanto, el bando sublevado creó en Burgos un Banco de España y puso la maquinaria a funcionar para poder sufragar armamentísticamente su ofensiva, teniendo en Alemania e Italia a sus socios y vendedores. Una de las claves fue el Laboratorio Nacional del Oro que se puso en marcha en 1937, en la calle Santander de la capital castellana.
En aquel lugar se forjó el tesoro que permitió al ejército rebelde obtener el dinero necesario para armarse y ganar la guerra. Ahí, procedente de suscripciones populares, donaciones, confiscaciones, incautaciones, sanciones y expropiaciones, desde enero de 1937 en que se fundó el centro hasta el verano de 1939, se obtuvieron varios cientos de millones de pesetas.
Monedas y todo tipo de objetos de oro y de plata (de este último metal principalmente relojes y cubiertos) fueron fundidos y convertidos en lingotes; joyas y piedras preciosas fueron analizadas y tasadas para obtener de su venta importantes cantidades de dinero. En el centro había funcionarios que se dedicaban a seleccionar minuciosamente todas las alhajas que posteriormente se transformaban en lingotes.
Durante dos años y medio se crearon en este laboratorio más de 1.000 lingotes de oro de 5 kilos cada uno y cuyo valor en el mercado era de 60.000 pesetas. Asimismo, se fundieron varias toneladas de plata transformada en lingotes (alrededor de 2.000) de 10 kilos cada uno. Completaban aquel tesoro 600 quilates de esmeraldas finas seleccionadas; cerca de 200 rubíes y aproximadamente 8.000 quilates de brillantes y diamantes.
El Laboratorio Nacional del Oro conservó asimismo 300 monedas de oro antiquísimas que no se fundieron, ya que la intención de las autoridades del bando sublevado era de la crear un museo en el que se exhibieran éstas y aquellos objetos de mérito artístico cuyo valor fuese superior al intrínseco.
Tras la fundición y creación de lingotes, estos eran enviados -debidamente contrastados, pesados y calibrados- a los sótanos del Banco de España, que se hallaba en el Paseo de la Isla. Concluida la guerra, el Laboratorio seguía recibiendo en grandes cajas bandejas y frascos con monedas de oro, así como joyas y piedras preciosas.


La propaganda fue fundamental en la contribución popular a obtener oro con el que subvencionar la guerra. El jefe de servicio del Laboratorio Nacional del Oro, el capitán Víctor Villanueva, llegó en el año 1938 a elaborar un guión que remitió al Servicio Nacional de Propaganda también con sede en Burgos en el que se recogían las pautas a seguir para incrementar, en la medida de lo posible, el tesoro nacional, según recoge en su libro La contribución popular a la financiación de la guerra civil la historiadora María Luz de Prado Herrera. La estrategia, destinada a prensa escrita, radio, escaparates y carteles murales, tenía sus peculiaridades particulares. Así, se aconsejaba desde este centro que los reclamos radiofónicos fueran «llamadas vibrantes que expongan y den a conocer el funcionamiento del oro Nacional inspirándoles el deber de entregar en el acto monedas y joyas» con recordatorios constantes entre emisión y emisión.
Tan es así, que debían intercalarse estos llamamientos entre programas incluyendo una breve historia de la labor realizada por el Laboratorio Nacional del Oro y del «resultado obtenido», aconsejando, asimismo, «aludir a la cantidad de oro que aún obra en poder de particulares, recurriendo en último extremo a que ese oro, si no se deciden a donarlo, lo vendan al Comité de Moneda Extranjera, recordando las vigentes disposiciones sobre la entrega de monedas, oro en pasta y tráfico del oro».
Para la prensa local y escrita se sugería insertar «artículos alusivos a la entrega del Oro, poniendo de relieve su importancia y el deber ineludible de hacerlo por patriotismo». Para los escaparates, carteles y murales (incluidos los de los cines, entonces muy frecuentados) se sugería exponer imágenes en los que se vieran lingotes de oro «con ornamentación de conjunto».

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