La fortaleza que construyó a finales del siglo IX el conde Diego
Rodríguez Porcelos para facilitar la repoblación de Poza ha cumplido con
creces su papel defensivo para el que fue levantado.
Unas poco conocidas excavaciones arqueológicas encaminadas a conocer
con exactitud la historia del castillo depararon sorpresas inesperadas a
los investigadores.
Éstas permitieron comprobar la existencia de restos de la Edad del
Bronce, estructuras romanas e industria de la Alta Edad Media, todos
ellos vinculados a la pieza fundamental del patrimonio de la villa como
son las salinas.
Así se constató que la antigua ‘Salionca’ autrigona ocupó el mismo
lugar que la fortaleza dando el relevo con el paso de los siglos a la
‘Flavia Augusta’ romana hasta que la lucha contra los musulmanes lo dejó
desierta. Con sus primeras piedras, hace un milenio, la fortaleza
pozana protegió este legado oculto del pasado burebano que de forma
esporádica cede a los arqueólogos.
Hoy en día, el castillo no es el original ya que su papel en
numerosos conflictos bélicos a lo largo de la historia lo han
transformado puntualmente.
Así, en el siglo XIV la familia Rodríguez de Rojas construyó el
actual sobre su predecesor con el añadido de una sólida muralla que
protegía la villa.
Finalmente fue rehabilitado en 1808 por las tropas francesas y
soportó continuos ataques de guarniciones burgalesas hasta el fin de la
Guerra de la Independencia.
Su última actuación, que le ha salvaguardado de una ruina constatada,
fue realizada por la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y
León que lo incluyó en su lista de intervenciones.
Actualmente es uno de los reclamos turísticos de la villa salinera ya
que desde su posición se divisa una enorme extensión de La Bureba así
como el complejo salinero que durante siglos protegió.
Fuente: www.elcorreodeburgos.com
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