La rehabilitación del castillo de Miranda gana enteros. Apenas dos meses
y medio después de que Trycsa iniciase unos trabajos que permitirán su
puesta en valor parcial -quedará pendiente todavía una segunda fase-, la
antigua fortificación de la ciudad ha revelado un valor mucho mayor que
el que los estudios históricos y arqueológicos le presuponían hasta la
fecha. Protegidos por los restos visibles de la muralla, en el flanco
que en 2009 sacó a la luz la barbacana, se ocultan los de otra fortaleza
que los expertos datan en el siglo XVI. Es un castillo dentro de otro
castillo.
Pero con un muro irregular, totalmente dentado. Nada que ver con las
líneas rectas de las edificaciones militares de época medievales y
altomedieval. El diseño, tipificado como italiano, tiene su razón de ser
en el cambio del sistema defensivo que trajo consigo el uso de un nuevo
armamento: los cañones. «Sus disparos causaban mucho más daño con los
muros regulares, rectos. Inventaron este sistema, siguiendo el modelo de
los castillos italianos. Con los redientes, el impacto de un ataque con
cañones era menor».
El archivero municipal, Carlos Díez Javiz, explica que el hallazgo
«parece ser un desarrollo, una ampliación» del fortín en el siglo XVI
porque «del primigenio, el del XV, no se han encontrado muchos restos».
El muro oculto sería visible nada más bajar del ascensor que se
construirá en los próximos meses para dar acceso directo desde el jardín
botánico hasta la barbacana. Ésta última se construiría en una época
posterior, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando el
castillo mirandés vuelve a tener un uso bélico más notable por las
guerras de la Convención, la de la Independencia y las tres Carlistas.
Esa construcción avanzada, iría seguida de una nueva muralla que
suprimió la que ha sido descubierta esta misma semana. En los restos se
advierten al menos cuatro puntas; «cuatro redientes», uno de ellos
cercano a lo que se conoce como torreón del rey, que mira frontalmente a
la ciudad. «Se trata de un descubrimiento interesante y novedoso que
nos cuentan mucho de la historia de esta ciudad», resaltó Díez Javiz.
Los cambios más recientes son los que concedieron un carácter mucho más
«cuartelero» al castillo; el que los expertos tenían más documentado.
Hasta la fecha había también constancia de la estructura originaria del
siglo XV, de la que no se descartan puedan aparecer más huellas en los
próximos meses. Pero no se sabía que existía una 'piel' intermedia. No
había referencias.
Una sorpresa que obliga a replantearse parte del proyecto de
recuperación: hay una capa más del pasado que quiere asomar. «Serán los
arquitectos los que tengan que ver cómo vamos a desarrollar este tema.
Ya estamos trabajando en ese asunto, pero los restos acaban de
aparecer». No ha habido, por tanto, tiempo material para diseñar un plan
específico.
Más aún si se tiene en cuenta que, con toda probabilidad, a medida que
los trabajos se desplacen hacia el interior del cuartel, las sorpresas
pueden multiplicarse. «Es más, nos hemos encontrado con que el propio
cuartel es incluso más grande de lo que creíamos y más cuadrado», con
respecto al trazado que figuraba en el plano de la fortificación que se
obtuvo del archivo militar. De esa última estructura, la más joven, ha
sido localizada la puerta de acceso con sus herrajes originales. Y a
escasos metros, al menos, seis tumbas -dos cadáveres estaban ayer
descubiertos- que «con toda seguridad» estarían vinculadas con la
primitiva iglesia de Santa María, que fue destruida para construir el
fortín en torno al año 1450 -para 1.480 ya estaba en pie-, por orden del
Conde de Salinas. Desde el Cerro de La Picota era más fácil controlar
el paso de las mercancías por el Ebro. Ese fue el sentido que llevó al
conde -al parecer, inclinado hacia el bandolerismo-, a obligar a los
mirandeses a levantar la fortaleza sacrificando el templo a su Patrona.
Los restos se extraerán de la zona y «se estudiarán de forma
concienzuda». Porque todo ese área se convertirá en una zona de paseo
para los visitantes de las ruinas. La demolición el pasado 17 de
noviembre del depósito de agua potable que se construyó una vez que el
Ayuntamiento de Miranda de 1903 decidió acabar con el castillo -sufría
desprendimientos y tenía un coste de mantenimiento alto-, acabó con el
símbolo del desinterés por el pasado patrimonial. Hoy el lugar que
ocupaba, -en el corazón de la fortaleza-, es una explanada que dentro de
unos seis meses se recuperará como parque. 537.000 euros es el coste de
esta primera fase de rehabilitación, que cuenta con la cobertura de
fondos europeos.
www.arqueologiamedieval.com
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