Hace 12 millones de años, durante el Mioceno, el páramo burgalés se parecía a la sabana africana. Amparados en un clima subtropical, con abundante vegetación, ríos y zonas encharcadas, especies de animales inimaginables hoy en día campaban a sus anchas sin la molesta presencia de los homínidos, a los que todavía nos quedaban unos cuantos cientos de siglos para conquistar estas tierras.
En esa época, siglo arriba, siglo abajo, murió un ejemplar de pequeño rinoceronte. Con el paso del tiempo su cuerpo quedó sepultado por toneladas de tierra y acabó fosilizado hasta que una enorme excavadora mordisqueó un pedazo del cerro de El Grajo y sacó a la luz su existencia.
Las obras de la ronda norte ejecutadas entre Villímar y Villatoro han permitido recuperar, reconstruir y conservar dos ejemplares de rinoceronte y tortuga datados con una antigüedad de 12,6 millones de años y que, en el primero de los casos, se trata de un caso único hallado en territorio burgalés. Así lo explica Jesús María Preciado, de la Asociación Geocientífica de Burgos, quien hace casi tres años vio un filón (y nunca mejor dicho) en los taludes ejecutados para la construcción del desvío del ferrocarril y la circunvalación de la capital.
Esos cortes en la montaña permitían observar la evolución del terreno durante millones de años, lo mismo que ocurrió en Atapuerca con la excavación realizada para construir el ferrocarril minero. Como un libro de geología abierto ante los ojos de quien quisiera contemplarlo, mostraban las arenas fluviales del valle del Arlanzón con estratificaciones cruzadas e intercalaciones de areniscas consolidadas.
Semejante oportunidad tenía que ser aprovechada por un geólogo inquieto como Preciado, que una tarde se fue a pasear por allí con su hijo Jesús y el amigo de este último, Juan. Con solo 13 años ambos fueron piezas clave en el descubrimiento no solo de los restos de los dos animales sino también de árboles fósiles que se habían pasado los milenios aguardando pacientemente en posición vertical.
Aquello ocurrió en el otoño de 2007 y hubo que esperar unos meses para iniciar la recogida y reconstrucción de los restos. Un equipo de alumnos de cuarto curso de la ESO del Instituto Cardenal López de Mendoza, coordinados por profesores del departamento de Biología, trabajaron durante los meses siguientes para organizar las alrededor de 280 piezas encontradas y formar con ellas el puzzle de un gran caparazón.
El ‘animalito’ tendría entre 110 y 120 centímetros de longitud, una anchura de entre 80 y 90 y una altura cercana a los 70 centímetros, y ha sido identificado como una hembra de Cheirogaster bolivari, un tipo de tortuga que ya fue hallada en su día durante la construcción de la Autovía de Ronda entre la Plaza del Rey y el Nudo Landa. Buen ejemplar, sin duda, que convivía con una especie, el Alicornops simorrense, cuya localización ha servido para datar el resto de los fósiles hallados.
Este rinoceronte de pequeña talla, bajito, algo más grande que un cerdo ibérico y más pequeño que una vaca, retozaría en las ciénagas de aquella sabana burgalesa, saciando sus instintos herbívoros y absolutamente ajeno a los monstruos de motor rugiente que muchísimo tiempo después recorrerían en autovía sus dominios.
Fuente: H. Jimenez www.diariodeburgos.es
Hola, me encanta el tema de los fosiles, y que se hayan encontrado esos ejemplares en Burgos me parece una gran noticia. Espero que pueda haber muchas mas como esa
ResponderEliminarHace poco aprecieron restos de 6 especies de tiburones en la Vega de Pas, muy cerquita de Espinosa de los Monteros (Burgos).
Un saludo.
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