Nadie se atrevía a decir nada. Aquello que parecía un diente humano y
que había surgido de las profundidades del tiempo al mover unos tablones
fue pasando de mano en mano entre el puñado de gente que en la mañana
del 8 de julio de 1994 excavaba el nivel 6 del yacimiento de Gran
Dolina.
Aurora Martín fue la primera que lo vio y, siempre sin mediar palabra,
entendiéndose solo con la mirada, se lo enseñó a varios compañeros.
Todos sospechaban que aquello podía ser una bomba. El primer resto
humano hallado de la trinchera de Atapuerca. Pero había que confirmarlo.
Llamaron a José María Bermúdez de Castro, uno de los codirectores de
las excavaciones, y esperaron un rato que se hizo eterno hasta que
llegó.
A Bermúdez de Castro ni siquiera le hizo falta sacarlo de la bolsa
donde ya había sido depositado. Era humano. De sus gargantas salió algo
así como un «¡Eureka!» a los cuatro vientos y la propia Aurora ni
siquiera recuerda bien qué gritaban, pero mantiene muy vivo el recuerdo
de que la pasarela y el andamiaje todavía rudimentarios sobre los que
trabajaban comenzaron a temblar bajo el peso de sus saltos de alegría.
Por fin tenían en sus manos el fruto de 14 años de trabajo desde los
primeros equipos que llegaron en 1980.
Dentro de diez días se cumplen 20 años del hallazgo que terminó de
situar a los yacimientos de la sierra burgalesa a la cabeza de la
paleontología mundial y que le permitió escribir el apellido de «los
primeros europeos» en su tarjeta de presentación, que a partir de
entonces sería incontestable. Un par de años antes la aparición de
‘Miguelón’, el cráneo completo de Heidelbergensis, ya había disparado la
fama de Atapuerca, pero la campaña de 1994 supuso otra dimensión.
Aquello significaba, para empezar el hallazgo de los humanos más
antiguos del continente, algo que inmediatamente se supo por el nivel
geológico en el que había sido encontrado (al menos 500.000 años) y por
la presencia de fósiles del ratoncito ‘Mimomys savini’ que contribuyeron
decisivamente a colocar esos dientes en la línea del tiempo. Caían así
las teorías que afirmaban que no podía haber presencia humana en Europa
más allá de medio millón de años.
Pero además las investigaciones posteriores descubrieron que la de la
Gran Dolina era una nueva especie. «La llamábamos ‘La Dolinera’»,
explica Aurora Martín, «porque decidimos que era una chica y empezamos a
marcar los hallazgos con color rosa».
De hecho, en esa campaña aparecieron más restos de pequeño tamaño y
fueron presentados pocos días después a la prensa local y regional con
el nombre de ‘Homo Dolina’. Luego surgió una mandíbula, una frente,
muchos más restos de hasta 11 o 12 individuos distintos y teorías sobre
cómo vivieron aquellos homínidos, entre ellas las constatadas prácticas
de canibalismo siempre tan morbosas.
Hubo que buscar un nombre científico definitivo para la nueva especie y
se decidió el de Homo Antecessor. «Pudo ser ‘Atapuerquensis’ o
‘Burgensis’», relata su descubridora, «pero nos parecía demasiado
localista y quisimos evitar eso que luego ha ocurrido con otros ejemplos
como Neanderthal o Heidelberg». Así que la vocación internacional pesó
en la elección.
La datación posterior ha colocado a Antecessor entre los 800.000 y los
900.000 años, y en la Sima del Elefante, a pocos metros de Dolina,
surgieron en campañas posteriores restos de otros individuos de entorno a
1,2 millones de años cuya especie está pendiente de definir porque los
investigadores siguen estudiando sus características.
La dimensión científica de Atapuerca no ha hecho más que crecer desde
ese hallazgo soñado por cualquier paleontólogo. Ser la cuna de todo un
continente ha llevado el nombre de Burgos por multitud de exposiciones
internacionales.
Toda una constelación de fósiles. Así, «el chico de la Gran Dolina»,
como también se le empezó a conocer, se convirtió en una marca
insuperable en combinación con la riqueza de la Sima de los Huesos y
otros hallazgos estrella como el bifaz ‘Excalibur’ o la pelvis ‘Elvis’. A
la enorme potencia que Antecessor tiene por sí mismo se suma que los
hallazgos de la cercana sierra no han dejado de seguir creciendo en
cantidad y en calidad.
En los años siguientes al descubrimiento de la nueva especie siguiendo
la concesión de Premio Príncipe de Asturias al proyecto científico o el
nombramiento del entorno de los yacimientos como Patrimonio de la
Humanidad, además de un sinfín de publicaciones en las revistas
científicas más prestigiosas del mundo y, sobre todo, el reconocimiento
social y político a un recurso exclusivo de esta tierra.
«Hasta mediados de los 90 los yacimientos de Atapuerca eran cosas de
los especialistas y no de la población en general o de las autoridades. A
partir de entonces se dieron cuenta de la importancia de lo que
estábamos haciendo aquí», resume Aurora Martín.
El complejo de edificios del Solar de Caballería es el mejor ejemplo de
que Burgos supo entender que tenía una mina de oro científica y
cultural a sus puertas. También el Parque Arqueológico, o los centros de
recepción de visitantes, o la apertura de la trinchera del ferrocarril
al turismo y el movimiento económico que generan en su entorno más
inmediato. Y la Universidad de Burgos respondió con la puesta en marcha y
posterior refuerzo de áreas de conocimiento vinculadas directamente al
conocimiento de quiénes fuimos y de dónde venimos.
Próximo inquilino del MEH. Además de nuevas alegrías científicas y
muchos años de investigaciones en torno a su papel en la evolución (los
expertos hablan de varias generaciones con trabajo pendiente en los
yacimientos), Antecessor tiene ante sí un reto inmediato por cumplir: su
figura se espera con gran expectación en la galería de los homínidos
del Museo de la Evolución Humana. Actualmente hay un metacrilato que
dibuja cómo pudo ser, pero falta su reproducción en tres dimensiones. Es
la última que falta para completar el círculo mágico donde podemos
mirar a la cara a nuestros antepasados gracias a esculturas de enorme
realismo. El trabajo ya se ha completado en el especializadísimo taller
de la francesa Elizabeth Daynès y ahora solo faltan «trámites
administrativos» para su llegada al MEH, dice Martín, que precisamente
es coordinadora general de la pieza central del Solar de la Evolución.
Si la siempre compleja burocracia no lo sigue retrasando, llegará este
verano, previsiblemente antes del Congreso Mundial de Prehistoria que
arranca el 1 de septiembre. Se convertiría, seguro, en uno de los
invitados más solicitados de entre todos los asistentes.
Fuente: http://www.diariodeburgos.es/noticia/ZE8E015DB-98DE-91F4-ED837CE2AAF9B5B1/20140629/dia/trinchera/temblo/alegria
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