Por casualidad y por fortuna. Así ha aparecido un nuevo pozo en las
faldas del Castillo del que no se tenía constancia cartográfica. El
hallazgo es obra de un perro que se cayó de bruces en el agujero por
casualidad. Y por fortuna, ya que el pozo se encuentra en una zona
frecuentada por jóvenes que hacen botellón. El husillo se hunde cerca de
seis metros en el interior de la tierra junto al Arco de San Esteban,
al lado de las escaleras en las que se congregan los jóvenes y donde
aparcan numerosos vecinos. Se trata de una construcción similar a la del
pozo principal del Castillo, con mampostería de piedra que llega hasta
donde el hueco se ha colmatado, por lo que es probable que sea aún más
profundo.
Ni en la cartografía que se realizó en 1993 previa a la
recuperación del parque del Castillo ni durante el arreglo de la muralla
se dio cuenta del pozo, que probablemente ha salido a la luz al
reblandecerse el terreno por las lluvias. Los vecinos congregados in
situ para presenciar el rescate del perro por parte de los bomberos
explicaban que no se conocía que allí hubiera un pozo y se felicitaban
porque el descubrimiento no hubiera supuesto ninguna desgracia. Ni
siquiera para el perro, que fue rescatado por una unidad de los bomberos
y entregado a su dueña sano y salvo
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