Cada temporada estival, el equipo de investigación y excavaciones del
yacimiento de la colonia romana Clunia Sulpicia, en Peñalba de Castro,
dirigido por los profesores Francesc Tuset y Miguel Ángel de la Iglesia,
obtiene nuevos indicios y detalles que van demostrando la importancia
de este enclave romano en el conjunto de la península ibérica. A pesar
de que este año no se han realizado excavaciones, los investigadores han
aprovechado el tiempo para completar algunos trabajos, labores menos
ligadas a la imagen de los expertos excavando y limpiando piezas con sus
pinceles pero que también son vitales para una investigación
científica.
Además de terminar el inventario de las piezas que tenían recogidas en
los almacenes, han avanzado en algunos aspectos que contribuirán a la
publicación definitiva de una monografía sobre el teatro que será una
herramienta fundamental para futuras tesis doctorales.
De manera paralela, los arqueólogos han querido mirar el yacimiento
desde otra perspectiva, y con ayuda de la Universidad de Zaragoza y sus
equipo de geolocalización y vuelo teledirigio, se han empleado a fondo
en completar la cartografía del cerro sobre el que se construyó la
ciudad romana y sus alrededores. Con el material generado en una serie
de vuelos con drones, van a poder concretar aspectos que ya es intuían
pero que, si no era a vista de pájaro, era imposible constatar a no ser
que se emprendiesen nuevas excavaciones. «Un aeroplano teledirigido ha
barrido un mosaico absoluto de fotos y nos está dando unos resultados
muy interesantes en cuanto a la precisión de topografía del cerro y de
aquellas partes que son objeto de estudio que aún no se han excavado,
como los bordes, las casas de Cuevas Ciegas o la zona de Cueva Román»,
explica Miguel Ángel de la Iglesia, uno de los directores del
yacimiento.
Con estos mecanismos, los arqueólogos han logrado constatar que aún
existen nuevas zonas donde podría haber restos de la colonia romana.
«Hemos hecho vuelos de mucha precisión en el entorno de Cuevas Ciegas,
que son unas casas que se excavaron a principios del siglo pasado, y da
la impresión que no sólo es la parte excavada sino que sería un conjunto
más complejo. Y por el lado que mira al norte, lo que en principio
parecía una forma blanda del cerro fruto de la erosión, da la impresión
de que responde a líneas que tiene debajo muros o murallas, no sabemos
bien lo que es todavía pero responde a una geometría que no es propia de
la erosión sino de la construcción que se ha planteado en el borde»,
comenta De la Iglesia.
Estos trabajos de cartografía específica también
se están utilizando para despejar un misterio que todavía guarda Clunia.
Es sabido que la Cueva Román estaba conectada a través de una serie de
pozos con la ciudad, para servir de abastecimiento hídrico a las casas y
construcciones, pero el sistema concreto se desconoce hasta hoy. Con
estas labores, los investigadores ya empiezan a tener más claro cómo era
esa red de captación de las aguas subterráneas. «Con unos mecanismos
novedosos de radiofrecuencia hemos buscado la relación de los pozos de
la zona de la cueva subterránea con la parte superior, de manera que
podamos tener ahora con mucha precisión la localización de los posibles
accesos a la zona de galería y la localización de unos elementos que nos
permita fijar dos topografías que ahora mismo no están unidas», asegura
Miguel Ángel de la Iglesia.
Pero la Cueva Román es mucho más que la reserva de agua de los colonos
de Clunia. Desde que se descubrió, y gracias a la labor de exploración
tanto de los investigadores del yacimiento como del Grupo Espeleológico
Ribereño, se ha documentado la existencia de un santuario priápico, que
conserva en su interior inscripciones repartidas en distintos puntos del
conjunto cárstico que revelan que la cueva la frecuentaban personajes
con una clara posición social dentro de la ciudad, así como máscaras y
algunas representaciones fálicas, todo realizado con el barro húmedo de
la propia cueva y que se mantiene así desde su creación, hace 2.000
años.
La dificultad del recorrido de la cueva y lo delicado de su contenido
desaconseja el realizar visitas al complejo cárstico. «No hay espacio
para circular con comodidad y el barro fresco es muy frágil, cualquier
corriente de aire invertida lo podría secar y destruir, no podemos
alterar esas condiciones», comenta De la Iglesia, que no descarta que se
plantee realizar una recreación de las partes más interesantes para que
la gente pueda conocer la riqueza que esconde.
Fuente: http://www.diariodeburgos.es/noticia/ZDE593DBA-073D-B217-C9AF1457D3AFFDA7/20131117/cielo/subsuelo
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