domingo, 9 de enero de 2011

-CSI Atapuerca.

Miguelón decidió ubicar la residencia de su clan familiar, al menos temporal, en la Sierra de Atapuerca, hace 500.000 años. No se sabe por qué, pero un día otro congénere suyo le propinó un golpe en la cabeza, quizás con una piedra tallada que los homínidos elaboraban para defenderse, o quizás con otra cualquiera. El caso es que recibió tal impacto que le deformó el cráneo y puede que le causara la muerte, aunque también pudo fallecer por enfermedad.



500.000 años más tarde, Miguelón es un emblema de las investigaciones realizadas en el extraordinario yacimiento burgalés al estilo de la serie CSI, las siglas de Criminal Scene Investigation. Se trata de un Homo heidelbergensis que vivió en la Sierra y es uno de los individuos que más datos han aportado a los científicos que allí trabajan, como Ana Gracia, una de las investigadoras del lugar, que nos recuerda que gracias a los trabajos del profesor Ignacio Martínez sabemos hoy que Miguelón y sus compañeros de la Sima de los Huesos poseían un aparato auditivo similar al nuestro y que, por lo tanto, muy probablemente eran capaces de escuchar y hablar como nosotros.

En la Gran Dolina de Atapuerca se han encontrado restos que datan de más de 800.000 años. Y es que nuestros antepasados, desde los hombres que vivían en las cavernas hasta hoy en día, se han caracterizado por luchas violentas que en muchas ocasiones terminaban en tragedias humanas.
Buen ejemplo de ello es ese gran yacimiento burgalés, la Gran Dolina, donde los investigadores han encontrado restos de, al menos, 11 hombres, mujeres y niños fósiles de Homo antecessor que presentan, casi todos, restos de marcas de corte: pequeñas líneas paralelas en las zonas de inserción de los músculos y tendones, una prueba irrefutable de que fueron descarnados, tal y como afirma Ana Gracia, quien matiza que es imposible distinguir si les dieron muerte para comérselos o los consumieron después de fallecidos.

Casi un millón de años más tarde, las ‘escenas de crímenes sin resolver’ se reabren en Atapuerca al estilo de CSI, siglas que todo el mundo relaciona rápidamente con una serie americana de televisión, si bien es una de las expresiones más utilizadas en el ámbito de la investigación: cuerpos deformados que sitúan el contexto de una escena criminal, malheridos, objetos que pueden determinar un tipo de muerte, sangre, coches, ropa…, pero también huesos, muchos huesos, característica primordial de la sierra burgalesa y que tienen en común los yacimientos de Atapuerca y cualquier escena de un crimen que pueda tener lugar en cualquier parte del mundo, en un día D y en una hora H.

El caso es que el proceso de descifrar lo que pudo ocurrir desde que se encuentra un cráneo u otro hueso con alguna evidencia antrópica comienza en la propia excavación: se procede a su limpieza, identificación, reconstrucción y análisis, es decir, casi de idéntica forma que el tratamiento otorgado a una escena criminal actual. Hay que tener en cuenta que sólo un lanzazo, hallando la pieza causante en una zona letal, podría ser un indicio concluyente de una causa de muerte criminal. Normalmente, en hueso seco es imposible distinguir entre un golpe producido en vida y causante de la muerte y uno propinado justo después.

Para dar con las respuestas, los investigadores utilizan todas las técnicas que están en sus manos. La metodología es básicamente la misma que para casos del siglo XXI, ya que se aplica el método científico: observación de los datos, planteamiento de las hipótesis, contrastación e interpretación de los resultados. Es decir, analizando ‘organolépticamente’, con lupa, microscopio, TAC, radiografías, programas de simulación, estudio del lugar donde han aparecido los restos -el equivalente a la escena del crimen-, su relación con otros huesos y objetos en el yacimiento… y si se puede, mediante análisis histológicos, químicos, sedimentológicos, se intenta descubrir el porqué de esos restos en ese lugar.
En cualquier caso, las investigaciones son complicadas y los instrumentos fabricados con madera no han llegado hasta nuestros días en yacimientos de la Península Ibérica, algo que sí ha ocurrido en Schöningen (Alemania), donde han aparecido lanzas muy bien trabajadas en madera de abeto. Por lo tanto, se puede concluir que las únicas ‘armas potenciales’ recuperadas en los yacimientos de Atapuerca son las piedras, talladas o en cantos. Por lo tanto, se aprecian grandes paralelismos en las presuntas escenas criminales de las sociedades primitivas y actuales. Lo que resulta hoy en día imposible de averiguar es el componente cultural que llevaba a matar, algo que no fosiliza.

Las investigaciones también han permitido descubrir evidencias de canibalismo en la cueva de la Gran Dolina, que acogió los primeros casos por este tipo de muerte descubiertos mundialmente, lo que se explica que muchos de los huesos aparecidos unidos conformaban restos abandonados de una comida.
Este canibalismo que se practicaba fue producto, con toda seguridad, de una hambruna, y carecía de cualquier intención ritual, por lo que se efectuó por lo que se ha denominado como canibalismo gastronómico.
Gracia, doctora en Biología y Paleontología, comenta que esto ocurrió en Atapuerca en Homo antecessor, pero no en Homo heidelbergensis, la especie descendiente (la de Miguelón).

En otro yacimiento de Atapuerca, la cueva de El Mirador, aparecieron de nuevo restos humanos canibalizados de la Edad de Bronce (Homo sapiens, de hace unos 5.000 años). Estos huesos también presentan marcas de corte y evidencias de haber sido cocinados.
Muchos de los Homo heidelbergensis que se recuperan en la Sima de los Huesos presentan más o menos pequeños golpes en los cráneos con signos de regeneración, prueba de que han sobrevivido a ellos. La investigadora señala que, de hecho, se elaboró un estudio de etología comparada con unos grupos de agresión intraespecífica en ‘Papuas’, donde se observó una bilateralidad (se agredían unos a otros con la mano derecha, por lo que una frecuencia elevada de los golpes aparecía en el lado izquierdo del cráneo).
Por el contrario, en la Sima no hay bilateralidad manifiesta de los golpes, en ninguno de los dos lados, lo que descarta, a priori, la agresión intraespecífica.

Todas las investigaciones realizadas en Atapuerca se sostienen sobre cientos y cientos de estudios al respecto de los huesos encontrados. Varios se han convertido ya en emblemas. Pero las exploraciones han permitido descubrir no sólo muertes violentas o naturales, sino por enfermedades. En Atapuerca existe un aprecio especial por ‘Benjamina’, un caso no calificado como crimen, pero sí definido como uno de los más emotivos para los investigadores.
‘Benjamina’ era una niña que murió alrededor de los 10 años, y sufrió una enfermedad llamada ‘craneosinostasis’. Se trata del cierre prematuro de las suturas que separan los huesos del cráneo. Esta malformación también existe hoy en día, pero se opera en cuanto se detecta. Se registran dos casos de cada 200.000 nacimientos.

Gracia cree que ‘Benjamina’ tuvo que recibir cuidados como cualquier niño. Pero al haber nacido con una malformación congénita, probablemente necesitó, además, cuidados especiales: «Algo ocurrió durante el embarazo que provocó que dos huesos de su cabeza se empezaran a fusionar antes de tiempo. Esta malformación probablemente tuvo un origen traumático: su madre pudo caerse, la niña pudo estar mal colocada en el útero, pudo tener problemas de falta de líquido amniótico, o torticolis congénita. El caso es que el cerebro de ‘Benjamina’ creció como pudo y, probablemente, tuviera dificultades en su vida como consecuencia de ello», afirma.

Fuente: www.diariodeburgos.es

1 comentario:

  1. Un post apasionante.
    Quisiera lanzar una pregunta. Sé que se ha llegado a obtener información genética de restos de Neandertales, restos de ADN. O eso es lo que tengo entendido.
    Quisiera saber si se puede obtener ADN de sus antepasados los Homo Heidelbergensis. ¿Cual es el ADN más antiguo que se ha obtenido?

    ResponderEliminar