lunes, 17 de agosto de 2009

-La plata del Potosí acuñada en Burgos.



Hace 500 años, el mundo se expandía hendido por las proas de los galeones que se aventuraban más allá de lo seguro, desbordando constantemente la línea de lo imposible hasta convertirlo en realidad inmediata, directa. Los viajes eran singulares, la experiencia jamás fue suficiente y los generales de flota, almirantes, capitanes, pilotos y marineros, siempre encomendaban su alma al Altísimo, a sabiendas que podrían no retornar.
Empero, los cantos de sirena eran poderosos acercados por el brisote generoso, oliendo a oro, plata, piedras preciosas y mercaderías opulentas. La sed de riqueza, hermana gemela de la codicia, anidaba en cada cofa de aquellos ingenios de madera portadores de un nuevo orden mundial, ineluctable.

En la primavera de 1545 un grupo de españoles encabezados por el capitán Juan de Villarroel tomaron posesión de Sumaq Urqu, que traducido del quechua viene a significar Cerro Hermoso o Cerro Rico. Las leyendas sobre el descubrimiento del argentífero metal aderezan una de las historias más importantes que jalonan las relaciones entre el Viejo y Nuevo Mundo. Allí, a 4.800 metros de altitud, cristalizó el sueño de riqueza de Villarroel, que, como tantos europeos, se lanzó en busca de honra y fortuna. Sirvió en Cuba a las órdenes de Hernán Cortes, luego formó parte de las huestes de Cortés en la conquista de México, pasando a explorar la zona del actual istmo de Panamá, en Honduras, y estuvo inmerso en las complejas tramas de conspiraciones e intrigas que lo hicieron pasar de un bando a otro en dependencia de las posibilidades de supervivencia. Tuvo una vida azarosa y poco gratificante económicamente hablando hasta que en abril de 1545 se proclamó descubridor de las minas de plata de Potosí.

La plata trajo la vida…y como no, la muerte a Potosí: 45.000 toneladas del preciado metal fueron extraídos y la mayor parte embarcado hacia España. El laboreo minero era muy duro, las condiciones de trabajo extenuantes y la cifra de 15 000 nativos muertos en pocas décadas parecen conservadoras. Lo cierto es que Potosí se convirtió en un referente de riqueza y poder. La ciudad emergió con inusitada velocidad, y al finalizar el primer cuarto del siglo XVII llegó a tener más habitantes de París o Madrid, por utilizar únicamente dos referentes. Por supuesto, la nobleza y los ricos vivían de forma que sólo podía ser soñada en las grandes capitales europeas.
Siguiendo a Galeano: «Vena yugular del Virreinato, manantial de la plata de América…» o ¡¡¡Vale un Potosí!!!, como le decía el Quijote a Sancho acuñando una expresión para designar riquezas quiméricas.

El mineral se extraía de las ricas vetas, luego se amalgamaba con el preciadísimo azogue y estaba casi listo para convertirse en…dinero. Primero se hacían barras, discos para, tras un proceso complejo y delicado, convertirse en las ansiadas monedas que financiaron durante siglos las maltrechas arcas europeas, agotadas por las constantes guerras y pugnas por el poder. Las Casas de la Moneda eran lugares muy controlados, pero igualmente vulnerables. Los ensayadores buscaban siempre la forma de burlar los férreos controles, de los cuales debían ser garantes. Se alteraba la pureza, o lo que es lo mismo, la cantidad de mineral de plata por pieza y el peso, haciéndolas más finas, recortándolas de forma irregular e incluso dándole lo que se llegó a conocer como «el bocado del ensayador», una especie de escotadura descarada en los bordes de las monedas con la finalidad de escamotear un pequeñísimo fragmento, que al multiplicarse por cientos de miles se convertía casi en otro Potosí.

Una vez listas, comprobadas y convenientemente embaladas, comenzaba un peculiar peregrinaje hasta los puertos de mar, donde aguardaban los galeones, flotas y armadas que las custodiarían hasta España y una vez aquí, se distribuirían por todo el mundo. Pasión, esfuerzo, coraje, trabajo y valor eran básicamente necesarios para sobrevivir.
El Condestable del barco en cuestión levantaba un pormenorizado inventario, especificando la carga y los propietarios, marcando cajas, fardos y paquetes. Luego, en medio de huracanes, feroces ataques de corsarios y piratas, era imprescindible navegar hasta La Habana, Llave del Nuevo Mundo, Antemural de las Indias y punto de reunión obligado de los barcos que emprendían el tornaviaje.

Una parte de esa plata venía en barras o discos como hemos dicho. Llegaba al Guadalquivir y subían por el río hasta Sevilla, donde era debidamente contabilizada en los predios de la Casa de la Contratación. Luego emprendía otro viaje a través de la península, hasta Burgos, para ser acuñada, y circular libremente, enriqueciendo a unos y empobreciendo a otros.
La vieja Casa de la Moneda de Burgos ha desaparecido, pero no olvidemos que aquí, la plata, sangre y sudor de los indios americanos, tambien estaban presentes en esos dineros que sostenían la opulencia de una rica familia, o el delicado equilibrio de los menos pudientes. En honor se esa vetusta factoría una calle de igual nombre pretende mantener vivo el recuerdo de una importante institución histórica americano- burgalesa, oculta bajo el peso de los años y la desmemoria…por eso resulta vital recordar.

Las monedas que acompañan este artículo fueron excavadas en un pecio en las aguas del Caribe. Es necesario tener una vista especialmente entrenada, pues tanto las piezas como las barras y discos se sufren una transformación físico química que las enmascara por completo. Pueden parecer un coral, o sencillamente una piedra. Luego se someten a un cuidadoso proceso de restauración, por medios electroquímicos y mecánicos que le devuelven una parte importante de su antiguo esplendor y hacen que su valor rebase las rígidas talanqueras de lo netamente material, transmitiendo desde sus elocuentes miradas en las vitrinas de los museos, que venimos de tiempos extraordinarios.

Fuente: diariodeburgos.es

1 comentario:

  1. Muy bueno su comentario y lo trasladare a mi foro, para que los aficionados a la numismatica conozcan esta informacion

    Numisma.org

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