El pasado miércoles día 1 de abril, los miembros del Grupo Espeleológico Edelweiss, Ana Isabel Ortega Martínez y Miguel Ángel Martín Merino, junto con Juan Luis Arsuaga y los miembros de su equipo Ignacio Martínez y Alejandro Bonmatí, tuvieron el honor de acompañar a Meave Leakey en su visita a la Sima de los Huesos de Cueva Mayor de la Sierra de Atapuerca.
Venía acompañada de Carlos Martínez de Campos, presidente de la Sociedad Geográfica Española, dado que el día anterior había recogido el Premio Anual, en la categoría internacional, que la SEG otorgó a la Familia Leakey, saga de investigadores, originaria de Kenia, que ha encabezado algunos de los descubrimientos paleoantropológicos más relevantes de la historia.
La visita resultó inolvidable para Meave Leakey, tal y como ella misma se ha encargado de transmitir en un corto artículo:
“Visitar los yacimientos de Atapuerca con Juan Luis Arsuaga y parte de su equipo de investigación fue un sueño hecho realidad. Al llegar a primer hora de la tarde, visitamos los yacimientos al aire libre, incluyendo la Gran Dolina, que fue expuesta en el Siglo XIX por la trinchera de un ferrocarril. Gracias a la compleja red de andamios que los investigadores han levantado para dotar de acceso a los yacimientos, pudimos ascender para ver la parte más alta de las excavaciones. A continuación fuimos a la Sima de los Huesos, lo cual superó mis mejores expectativas. La Sima es única; combina el entusiasmo y los desafíos de adentrarse en las profundidades de la tierra a lo largo de estrechos conductos, a través de cavernas enormes, y finalmente hacia abajo por un agosto y profundo conducto vertical, con la sensación de estar en algún lugar del pasado remoto. Las evidencias por doquier de osos y humanos primitivos, que usaban las cuevas hace cientos de miles de años, dan la sensación de haber retrocedido lejos en el tiempo. El clímax de esta emocionante experiencia tuvo lugar cuando alcanzamos el conducto vertical que constituye la única entrada al propio yacimiento. Al llegar al fondo del pozo me costaba creer que me rodeasen miles de huesos fósiles; fue sobrecogedor. Nunca había experimentado nada tan cautivador y maravilloso. Mi admiración por el equipo de personas que pasan horas trabajando en el espacio confinado al fondo de este pozo profundo, un día detrás de otro, extrayendo cuidadosamente los miles de fósiles maravillosamente conservados pero fragmentados, es infinita. Nunca olvidaré este día, y estoy enormemente agradecida a todos aquellos que lo hicieron posible.”
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