El Museo de Burgos nació con motivo de las leyes desamortizadoras iniciadas en 1835 para recoger los bienes artísticos de las comunidades religiosas exclaustradas. Primero, la Comisión Provincial de Desamortización, y, más tarde, la Comisión Provincial de Monumentos, fueron las encargadas de recoger, catalogar y custodiar sus fondos, casi exclusivamente de Bellas Artes. A partir del segundo tercio de este siglo se incrementaron considerablemente las colecciones arqueológicas, procedentes de las excavaciones y hallazgos fortuitos que se han llevado a cabo en la provincia de Burgos.
A lo largo de su historia el Museo estuvo instalado en diferentes sedes, siendo las más destacables el Convento de las Trinitarias (1870-1875) y el Arco de Santa María (1879-1950). En 1955 se trasladó a la Casa Miranda. A partir de 1979 se inició un importante proceso de transformación del Museo, con el fin de ampliarlo y renovar sus instalaciones. La Casa Miranda fue restaurada íntegramente y dedicada a las secciones de Prehistoria y Arqueología. Por otro lado, la Casa de Iñigo Angulo, adquirida por el Estado en 1986, se dedicó a la sección de Bellas Artes.
También forma parte del Museo la Casa Melgosa, destinada a futuras ampliaciones. La sección de Prehistoria y Arqueología consta de ocho salas, distribuidas en dos plantas. Su contenido discurre desde el Paleolítico a la época visigoda. Entre las piezas que se localizan en la misma cabe señalar los conjuntos prehistóricos de la Sierra de Atapuerca, los ajuares de los dólmenes de la Paramera de Sedano, las piezas de las necrópolis de Villanueva de Teba y Miraveche, los restos romanos de Clunia, los materiales de las necrópolis tardorromanas de Cabriana y Hornillos del Camino, así como los sarcófagos paleocristianos de la Bureba.
La Sección de Bellas Artes ocupa cuatro plantas y una entreplanta en las que se disponen nueve salas con obras que abarcan desde el prerrománico hasta el arte contemporáneo. Sobresalen, por su especial interés, una arqueta y un díptico de marfil elaborados por talleres árabes (siglo XI), y el frontal o urna de Santo Domingo, de cobre esmaltado (siglo XII). También merecen destacarse algunos retablos y esculturas góticas, como el sepulcro de Juan de Padilla, realizado por Gil de Siloe (siglo XV), las pinturas de tabla del antiguo retablo de San Pedro de Tejada, de fray Alonso de Zamora (fines del siglo XV), y el conjunto de sargas del monasterio de Oña, de la misma época y autor. Muy interesantes son algunas piezas del Renacimiento, como el retablo de Vileña, de Pedro López de Gámiz (mediados del siglo XVI).
Entre las pinturas conservadas destacan el retrato de Fray Alonso de San Vitores, obra de Juan Rizi (siglo XVII), y otros lienzos de maestros burgaleses de esta misma época, como Diego Polo, José Moreno y Mateo Cerezo, hijo. Finalmente se expone una selección de obras de escultores y pintores burgaleses de los siglos XIX y XX como Andrés García Prieto, Julio del Val, José María Muñoz Melgosa, Vela Zanetti, Modesto Ciruelos o Luis Sáez.
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