Lo que hoy es una zona a las afueras de Miranda coincidente con buena parte de los terrenos de Arce-Mirapérez, la fábrica Rottneros y la urbanización El Lago, fue entre los siglos I y V después de Cristo una ciudad romana de importantes dimensiones. Una afirmación de gran calado que viene a desvelar que el entorno de la actual Miranda fue un punto destacado en la romanización de la Península Ibérica y que coloca a la ciudad como un núcleo de gran interés arqueológico, y si las administraciones apuestan por ello, como un posible y nuevo atractivo cultural y turístico para Miranda. Y todo gracias a la combinación de diferentes trabajos de investigación que ayer desveló el arqueólogo mirandés de la empresa Ondare Babesa, Rafael Varón, responsable de las excavaciones arqueológicas realizadas en los últimos años.
Por un lado se ha recopilado abundante información sacada en las excavaciones que ha deparado la extracción de numerosos restos arqueológicos, principalmente cerámicas y material constructivo, ya que se cree que los metales (como monedas) han sido extraídos a lo largo de los años de manera ilegal. Por otro (y es una de las novedades que permiten apoyar la existencia de la ciudad romana) se han aplicado técnicas de fotografía aérea en colaboración con la Universidad de Burdeos 3. Y en esas imágenes se ve perfectamente lo que los expertos han distinguido como la trama urbana de la ciudad con sus calles y diferentes espacios. «Son fotografías muy significativas, que permiten dimensionar el tipo de asentamiento ante el que nos encontramos, que en la bibliografía existente había sido catalogado como un yacimiento pequeño, un asentamiento rural de escasa entidad, incluso cronológica, y no es así», explica Varón, que hace actualmente su trabajo predoctoral sobre esta inédita investigación.
Y así, en las imágenes aéreas utilizadas ya en muchas otras investigaciones arqueológicas, se observa el discurrir simétrico de las calles y su ordenación, algo tremendamente válido para los investigadores ya que les permite dar una dimensión muy real a lo que allí había, y sobre todo a lo que puede haber bajo centímetros de tierra. «Nos hemos encontrado con una ciudad romana como Dios manda, que tiene unas 26 hectáreas de extensión», comenta el arqueólogo. Incluso, según cálculos hechos para otros asentamientos, alcanzaría los 6.500 habitantes, población que Miranda no tuvo hasta el año 1910. Un tamaño similar a otras ciudades de tipo intermedio de la época romana, similar a la Astorga o a la Pamplona de la época, menor que la Clunia burgalesa y también algo menor que la cercana Iruña-Veleia de Álava. «No es un yacimiento pequeño, es una población que articula el territorio de la cuenca de Miranda en la época romana», dice Varón, algo muy útil también para conocer mejor la romanización de la Península, que se revela con importantes ciudades cada ciertos kilómetros que servían para regular y administrar el territorio.
Un complemento. Pero el arqueólogo insiste en que estos documentos aéreos no tienen validez por sí solos, y por ello requieren de un trabajo arqueológico tradicional que viene a apoyar la existencia de este importante asentamiento. «Aquí tenemos el contraste de la foto aérea y las excavaciones», explica, algo que permite determinar la dimensión física, pero también la cronológica. En este apartado los restos recuperados son valiosísimos para los investigadores y así hay fragmentos de cerámica del siglo I en adelante procedente de talleres de Francia y de otros como los que había en el valle del Najerilla, unos de los alfares más importantes del imperio romano. «Tenemos materiales que cronológicamente funcionan mejor que el carbono catorce para datar en época romana que nos dan esa continuidad del asentamiento. Hay piezas de un taller muy específico, y lo sabemos porque las piezas tienen un sello, un sigilo, que permite identificar el taller en el que se hizo, y nos da una precisión con sólo 30 años de margen de error», aclara.
Muchos servicios. Todos estos descubrimientos permiten, si no asegurar, ya que haría falta la excavación completa de la ciudad romana, al menos si pensar en la dimensión funcional que tuvo. Y así, en función de los restos encontrado y del tamaño, se puede pensar que fue una población grande, con importantes servicios administrativos, religiosos, sanitarios e higiénicos, con foro y mercado… «¿Qué tenía?... Hoy por hoy se puede hacer un indicio, porque tenemos materiales que irían con ese tipo de edificios: ladrillos para hacer cámaras, capiteles de suspensura, piezas que no pueden ser de otra cosa que no sean edificios como termas, por ejemplo, y eso no sale en un asentamiento pequeño, sale en sitios grandes en los que ya hay servicios», argumenta. Todo, teniendo en cuenta que la construcción de la Fefasa y de El Lago, destruyeron restos en una época en la que además de no haber conciencia sobre el patrimonio, tampoco había muchos elementos de protección.
Fuente: diariodeburgos.es
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