Fue una importante ciudad
romana, enclavada en la calzada que comunicaba Zaragoza con Astorga y
fundamental en el control y civilización del noroeste de la provincia de
Burgos, allá donde acaban las llanuras y comienzan los pliegues de las
loras.
Segisamo o Segisama Julia, apodada ‘la más fuerte’, fue el campamento
que según algunos historiadores debió de escoger el emperador Augusto
durante sus guerras contra los cántabros. Contó con un acueducto a las
afueras, un complejo termal y multitud de pequeños emplazamientos en la
campiña cercana. Pero sus restos se han perdido casi en su totalidad y
duermen destruidos y sepultados bajo el paisaje y el trazado urbano
contemporáneos.
No del todo, sin embargo. El arqueólogo Jesús García Sánchez ha
conseguido sacar a la luz una parte de aquel dibujo que puede ayudar a
comprender mejor cómo sería Segisamo y cuál fue su evolución. Y lo ha
hecho observando el entorno desde el aire.
A través del área de Arqueología de la Universidad de Cantabria y con
la financiación de las becas de Jóvenes Excelentes de la Obra Social de
Caja de Burgos, García Sánchez ha llevado a cabo en los últimos meses un
trabajo titulado ‘Prospección del valle del Río Odra: la romanización
de la campiña a través de la arqueología del paisaje’ que se completa
con su documentación mediante fotografía aérea.
En ellas se observa, por ejemplo, los restos de lo que podría ser una
muralla o los del camino que unía a la vieja Sasamón con Pisoraca (la
actual Herrera de Pisuerga) dibujando una perfecta línea recta, más
recta todavía que la carretera actual. O el trazado que en una parcela
de color amarillento, junto a las casas modernas, dejaron las marcas de
calles de «un trazado ortogonal con un modulo romano de 1x2 actus,
similar al que se usa en Tarraco (Tarragona), y que en metros es de 33
por 76 aproximadamente», explica el arqueólogo.
En otro ejemplo, el verdor del trigo amarillea dibujando líneas y
puntos que los investigadores están convencidos de que pertenece a un
yacimiento. El cereal, de hecho, es un excelente ‘chivato’ de este tipo
de circunstancias. Dependiendo del suelo sobre el que crezca, de si se
asienta sobre rocas, construcciones o arenas, las plantaciones se
levantan más o menos o cambian ligeramente de color. Son cambios
imperceptibles a ras de suelo y costaría años o decenas de años de
trabajo peinar el suelo hasta dar con los restos arqueológicos, pero a
vista de pájaro estas modificaciones se aprecian mucho mejor y por eso
la fotografía aérea es una tendencia creciente entre los investigadores.
De ahí que los vuelos hayan sido realizados en los meses de junio de
2011 y junio de 2012, aprovechando el momento del año en el que el
cereal cambia de color.
La romanización de esta parte de la provincia de Burgos es la
especialidad de Jesús García, a quien la crisis económica le ha dejado
fuera de la Universidad de Cantabria pero que este mes de octubre
realizó la última campaña de prospección.
Se trataba de investigar a fondo dos importantes haciendas
agropecuarias (villas) romanas y allí los arqueólogos han encontrado
cosas muy interesantes. «Hemos hallado un yacimiento nuevo al otro lado
del río Brullés», explica el arqueólogo, «que nos permite afianzar una
teoría sobre su utilización militar».
A falta de las conclusiones definitivas, las observaciones preliminares
hablan de ánforas del Egeo, del Valle del Guadalquivir e incluso de
Pompeya. «Allí vivía gente con ese tipo de cultura y capacidad de
intercambio y con un ambiente muy romano», en una época que sitúa además
entre los años 25 y 15 antes de Cristo, «un momento muy temprano tras
el control de la meseta».
El próximo año, si los fondos de investigación lo permiten, los
arqueólogos quieren seguir insistiendo en la documentación de esta zona
para terminar de determinar cómo se produjo el cambio de paisaje y de
explotación que conllevó la romanización y que marcó en buena medida la
configuración de la comarca en los siglos posteriores. Somos, en gran
parte, lo que nos dejaron los romanos.
Fuente: www.diariodeburgos.es
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